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Llegó la hora del escarmiento

La nueva administración nacerá con el mismo desafío que Kirchner en 2003: construir legitimidad de ejercicio con una legitimidad de origen floja de papeles.

Parafraseando a Heráclito, nadie se baña tres veces en el mismo río.
Parafraseando a Heráclito, nadie se baña tres veces en el mismo río. .
Daniel Montoya 07 agosto de 2023

El domingo no será el primer capítulo sino apenas el tercer capítulo de la saga. 

De hecho, esta película arrancó con el proceso electoral de 2015 que no consagró a Mauricio Macri presidente sino, por el contrario, escarmentó a un kirchnerismo que ya había empalagado con sus cadenas oficiales, sus demonizaciones, su dedito castigador en alto y, lo peor de todo, una solemnidad que estaba convirtiendo a la Argentina en un museo de cera de un setentismo caricaturesco que había elevado a héroes a un sinnúmero de cachivaches.

En tal sentido, el gran y casi único mandato que tenía Macri era restaurar en nuestro país un clima armonioso y gozoso de convivencia democrática. Vale aclarar: la situación económica no era color de rosa Barbie pero los visibles signos de fatiga del modelo K como el cepo, la escasez de reservas y una inflación ya galopando al 30% anual, igual le daban al flamante presidente el changüí de entrar bailando a la Casa Rosada. Por cierto, con mucha mayor pericia que el actual aspirante a sucederlo Horacio Rodríguez Larreta.

En particular, la misión por delante más delicada que tenía la nueva administración era dar vuelta la página de los desencuentros que desembocaron en la crisis federal mal llamada "del campo", la ridícula celebración de dos bicentenarios paralelos en la ciudad de Buenos Aires y, como broche de oro, la negación de trasmisión de los atributos presidenciales entre los dos dirigentes que acapararon los últimos 15 años de la política nacional.

collage macri-grabois-kim-milei
 

No obstante, todo lo que no tenía que fallar, falló. En lugar de desplegar el arsenal de autoayuda que había formado parte de la tradición PRO en CABA, el Ravi Shankar, los armonizadores budistas y los cuencos tibetanos entre otras milenarias y sabias prácticas espirituales, la nueva coalición gobernante optó por el camino de tercerizar su narrativa política en cabeza de los grandes grupos de comunicación que, además de venir con las marcas de guerra de su enfrentamiento con el kirchnerismo, siempre actúan en una lógica de facciones distante de la lógica del interés político general.

El presidente que nunca fue

Alberto Fernández no supo, no pudo o no quiso. El análisis y debate quedará para los historiadores. 

Alberto Fernández
Alberto Fernández no supo, no pudo o no quiso.

El fracaso prematuro e inesperado de Macri abrió la puerta al regreso del kirchnerismo, previo maquillaje por supuesto. "Volvimos mejores" bajo el rostro de Cristina Kirchner podía dejar mucho lugar a dudas. Y cuando en cualquier situación de la vida tenés que posicionarte a la defensiva, ya empezaste perdiendo de entrada. En ese aspecto, la coartada de reconciliación con su crítico más furibundo fue perfecta. Chapeau.

Por cierto, al igual que en 2015, la elección de 2019 tampoco fue un voto positivo al regreso del kirchnerismo sino un voto no positivo a Macri al estilo Julio Cobos. El escarmiento de un electorado frustrado volvió a tronar por segunda vez. Otro camino para que ensayara el sufrido votante argentino no había. 

El potente experimento de tercera vía liderado por Sergio Massa en 2015 a partir de su batacazo en la provincia de Buenos Aires en 2013 apenas titilaba bajo la batuta de un Roberto Lavagna que exhibió la enorme audacia de una flor de foto de sandalias con medias junto a Miguel Pichetto pero cuya partitura no excedió a ese extraordinario golpe de efecto veraniego.

Y también de nuevo, como en 2015, el zapato económico apretando ya con 50% de inflación anual y la urgencia de golpear la puerta, una vez más, del Fondo Monetario Internacional para poder entregar el Gobierno en tiempo y forma, pero pudiendo irse Macri caminando tranquilo por la Plaza de Mayo sin ningún estallido social. Es decir, una vez más la política con el margen de maniobra que no tuvo ni en la gran crisis hiperinflacionaria de 1989 ni en el Big Bang hiperrecesivo de 2001.

Vale decir, la comodidad que no tuvieron Carlos Menem ni Eduardo Duhalde en aquellos momentos dónde había que operar sin anestesia y con bisturíes oxidados.

El triple tercer escarmiento

El contexto actual es diferente, como siempre ocurre. Parafraseando a Heráclito, nadie se baña tres veces en el mismo río. Las dos grandes herramientas de escarmiento que tuvo el castigado electorado argentino a mano en 2015 y en 2019 hoy no resisten ni un escáner blanco y negro. 

En el mejor de los escenarios, ambas coaliciones pueden aspirar a retener sus núcleos duros que cada noche bailan al compás de la música que les proponen las señales de noticias C5N y LN+. Fuera de ese ámbito, poco y nada. Los trucos que manejan ambos espacios políticos ya están gastados.

Desde "no tenemos nada que ver con Macri" a "Cristina no nos impondrá el libreto ni los funcionarios". Sin perjuicio de las bravuconadas, hoy el oficialismo de Unión por la Patria cerraría trato para el próximo domingo con una sumatoria global de 25% así como Juntos por el Cambio lo haría con un paquete total de 30%. Cualquier excedente disparará la frase "gracias caja de empleados".

En esta ocasión, el escarmiento ya no se trata de ninguna gran coalición alternativa como lo fue Cambiemos en 2015 en tándem con una poderosa tercera vía como el Frente Renovador ni de un Frente de Todos que reconciliaba a todas las tribus del peronismo, sino muy probablemente de tres novedosos martillos. En primer término, uno sin rostro que ya emergió en las elecciones provinciales de Chaco, Corrientes, Mendoza y ciudad de Córdoba entre otras: la abstención.

En segundo lugar, el desorganizado e inorgánico espacio político liderado por Javier Milei quizás tenga un gran bautismo de fuego el próximo domingo. 

¿Expresan contradicciones y desapego con relación a los importantes métodos y rituales democráticos? Sí pero ya lo dijo en su oportunidad el gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche: "El hombre prefiere querer la nada a no querer". Por último, habría que poner un foco especial de atención en el rendimiento de Juan Grabois en el marco de la interna de Unión por la Patria.

Grabois y Milei comparten cosas.
Grabois y Milei comparten cosas:  así como Milei es una novedad inorgánica por derecha, Grabois lo es por izquierda.

Precisamente por una característica que comparte con Milei, el más outsider de los candidatos en cancha. Así como Milei es una novedad inorgánica por derecha, Grabois lo es por izquierda. No está claro cuál es su pertenencia partidaria y quiénes creen tenerlo claro con la ideológica se encuentran con reportajes dónde dice que Rodríguez Larreta sería un buen jefe de Gabinete de un Gobierno de Cristina Kirchner. 

O, más cerca en el tiempo, cuando manifiesta afinidades con Milei en cuanto a su prédica relativa a la casta política que tiene que pagar el ajuste. Si hay una afinidad profunda que comparten ambos candidatos es su perfil difícilmente clasificable.

¿Tendrán estos nuevos emergentes la fuerza política para liderar un nuevo gobierno? De ninguna manera, pero incidirán en cuánto a la definición del rasgo de una nueva administración que nacerá con el mismo desafío que el Gobierno de Néstor Kirchner en 2003: construir legitimidad de ejercicio en un contexto dónde su legitimidad de origen estará en tela de juicio. 

Para ser más claro: el próximo Gobierno, gane Unión por la Patria o Juntos por el Cambio, estará flojo de papeles. ¿Y Milei no puede ganar? Sería un cisne negro y ello, por definición, es impredecible.

A modo de coda, habría que brindarle atención también a una serie de figuras subnacionales que podrían capturar el interés de un electorado que sigue obstinado en mantener vigente aquella famosa frase de Juan Domingo Perón: "Cuando los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento". 

Alejandro Kim y Maslaton -otro de los animadores de las elecciones- "masacrando" sushi en Flores.
Alejandro Kim y Maslaton -otro de los animadores de las elecciones- "masacrando" sushi en Flores.

Al tope de esa lista lo pondría a Alejandro Kim en la ciudad de Buenos Aires, un verdadero hallazgo político que sintoniza con una realidad argentina conectada a nuevos flujos migratorios que poco tienen que ver con aquellos europeos aludidos en el Siglo XIX por Juan Bautista Alberdi, in memoriam.

 

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