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Volatilidad en los mercados

El problema no es el dinero pasado sino el dinero futuro

Tal como ocurre desde hace varios meses, los mercados mundiales actuaron con gran volatilidad, con los precios bailando en extremos

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Luis Varela 27 diciembre de 2021

La semana pasada, tal como ocurre desde hace varios meses, los mercados mundiales actuaron con gran volatilidad, con los precios bailando en extremos, de un lado al otro, en general comandados por dos variables principales: la variante Omicron del Covid-19 y la programación de la Fed, que promete cortar rápido el estímulo y terminar con el dinero gratis.

Pero ninguna de esas dos amenazas, que en principio podrían darle fin a la extensa fiesta que vienen viviendo los mercados bursátiles del mundo, tuvo el menor impacto. ¿Por qué? El Omicron contagia más pero no parece ser tan mortal. Y el cierre del grifo que planteó Jerome Powell, titular de la Fed, no le hizo ni cosquillas a índices bursátiles que siguen bailando en la espuma, arriba de lo que muchos consideran una burbuja gigantesca.

El daño del Covid-19, que llegó a matar en el mundo unas 115.000 personas por semana en abril de este año, está bajando de manera lenta pero consistente: la semana pasada fallecieron en todo el planeta 48.000 personas.

Eso es posible porque ya tiene al menos una vacuna 4.521 millones de personas, el 58% de los habitantes totales. Por supuesto una dosis es insuficiente, ya hay países que aplican cuatro: es pronto para cantar victoria, pero la tendencia de la pandemia parece ir apagándose.

De hecho la semana pasada hubo once países con más de 1.000 muertos semanales: Estados Unidos encabezó la lista con nada menos que 10.526 muertes, seguido por Rusia 6.976, Polonia 3.169, India 2.652, Alemania 2.467, Ucrania 1.980, Vietnam 1.663, México 1.315, Brasil 1.260, Turquía 1.205 y Francia 1.105. China, que no da números, confinó tres ciudades, y hay países europeos que están haciendo cierres parciales, pero por el momento no se le teme a una parálisis en la actividad económica global, y eso fue lo que mantuvo en una cumbre a los mercados.

Las commodities para arriba

Y probablemente el principal testigo que plantea esta expectativa de movimiento y consumo sea el petróleo, que en lo que va de diciembre acumula una suba del 10,5%, convirtiéndose en una de las commodities que más sube. Muy cerca, un escalón debajo del crudo, está la suba de los granos con aumentos del 3% al 9% tanto en Chicago como en Rosario, lo cual acorta la caída de las cotizaciones a sólo 20% respecto de los máximos que anotaron en mayo de este año.

En cambio, los que no se muestran tan entusiastas son los metales básicos, insumos de las industrias. Y tampoco están para descorchar botellas los metales preciosos y las criptomonedas, utilizados en general como refugios ante eventuales crisis financieras globales. Los metales básicos (sobre todo el cobre y el níquel) se frenaron porque para los meses que vienen se espera oferta a las industrias, pero menos consumo de parte de la población. 

Y los activos usados como reserva, oro, plata y criptos, tienen a la tasa de la Fed como una espada de Damocles sobre sus cabezas. De ahí que en los últimos 16 meses el oro cae 12,5% y la onza de plata pierde 22%. Mientras que las criptos tienen a los fanáticos del sector con un nudo en la garganta: el Bitcoin y otras monedas del panel caen entre 25% y 30% en las últimas ocho semanas.

Sonrisas en las bolsas

Frente a esta coyuntura muy inestable, porque todo puede cambiar en cuestión de horas, dependiendo de los números del virus y de un nuevo anuncio de la Fed adelantando que la suba de tasas será mayor, las principales Bolsas del mundo tuvieron una semana pasada pletórica de sonrisas: Wall Street y las bolsas europeas mejoraron entre 1,5% y 2,5%, con un pico del 3,2% en el tecnológico Nasdaq. Sólo estuvieron más apagadas la Bolsa de Tokio y las bolsas latinoamericanas.

El índice Nikkei pudo subir en la semana 0,8% por una razón muy específica: Japón entró en recesión, se ve que China está desacelerando fuerte, con una amenaza hipotecaria complicada, que podría inestabilizar a todo el mercado asiático, tanto que en esa parte del planeta la inflación acaba de detenerse. Y las bolsas latinoamericanas evolucionaron de manera más débil, en principio por la corriente de izquierda que ganó en Chile, el fracaso de Bolsonaro y la posible vuelta de Lula en Brasil, por lo que Santiago bajó 1,3% en la semana y San Pablo bajó otro 2,2%, convirtiéndose en la peor bolsa del año.

Esto se dio con un dólar global menos potente que en las semanas anteriores. Con menos temor por el virus y sin tanto miedo a la Fed, el billete verde terminó mixto: subió entre 0,1% y 0,7% contra el chileno, el euro y la libra, no cambió contra el yen, y cedió 0,3% contra el mexicano y el real.

El caso de Argentina, por estar aislada en un cepo que la ubica en el puesto 148 en el ranking de 178 países en mediciones de libertad económica, es por supuesto un caso completamente aparte. En cuanto al dólar, las empresas terminaron de pagar aguinaldos, vacaciones, bienes personales y otros gastos, la gente cobró, y todo fue corriendo al dólar: subió $8 en dos semanas. La semana pasada el blue subió 2%, el MEP 1,6% y el contado con liquidación 0,7%, haciendo que el peso argentino vuelva a encabezar la lista de monedas devaluadas.

Impacto en los bonos

Además de eso, los bonos bajaron otro 1,4% semanal y el riesgo país volvió a subir 70 unidades hasta 1.752 puntos básicos. Y la Bolsa de Buenos Aires, que en pesos pareció subir 1,9%, medida en pesos quedó sin cambios, en 0, con el menor volumen operado de las últimas semanas. Esta abulia tuvo una razón bien específica: el Gobierno ratificó el rumbo, no tocará el gasto y seguirá subiendo los impuestos; los privados seguirán soportando todo.

La huida del peso sigue y el BCRA, en un mes en el que iba a juntar US$ 3.500 millones por el trigo, lleva perdidas reservas por US$ 508 millones, que se convierte en un desplome de US$ 3.955 millones desde julio, mes en el que se terminó de cobrar la cosecha gruesa.

El Presidente y su ministro de Economía están convencidos de que licuando con inflación lograrán llegar al equilibrio presupuestario y que los privados pagarán el ajuste, con más bienes personales los que más tienen y con más impuestos varios en las provincias por el nuevo pacto fiscal que está en proceso.

Frente a esa estrategia, varios operadores y economistas de todas las líneas advierten: "tanto las acciones como los bonos argentinos están cotizando actualmente con precios de default. El mercado sabe que el BCRA no le queda un dólar para pagar los vencimientos que hay hasta marzo. Otro default está descontado, en unas semanas, en unos meses, o unos semestres.

Pero el Gobierno no se da cuenta de que el tema no es la plata pasada, sino la plata futura. Mientras no bajen el gasto estatal, y reduzcan los impuestos, no temporalmente para juntar ovejas al rebaño, sino por ley, inamovible, la inversión no volverá, ni tampoco aparecerá la ola de empleos en blanco que el país tanto necesita para recuperarse".

Y además, el problema no será pasar el verano, para llegar a algún acuerdo con el FMI. El gran tema será pasar el invierno. Porque no hay gas, y los que traen gas licuado en barco, antes de entregarlo quieren dólares contantes y sonantes, dólares enteros. Y las tarifas segmentadas no solucionarán nada, porque lo más caro es el gas en garrafa, que utilizan los sectores de menores ingresos. Y lo vital es el gas de la industria, que sin fluido suficiente tendrá problemas para mover su maquinaria.

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