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Llegan materiales: ¿hay plano?

Es necesario reformar al Estado y entender que, en el capitalismo real, el Estado piensa el largo plazo y ejecuta las condiciones para su realización. Ahora parece que nuevamente llegan los materiales de la oportunidad. ¿Otra vez estamos sin plano?

Llegan materiales: ¿hay plano?
Carlos Leyba 14 julio de 2023

El tren en marcha de pronto, como un rechinar de huesos, se detiene y desde un auto nos avisan que la locomotora se ha desenganchado. La alternativa es estancamiento o marcha atrás de la locomotora, enganchar y seguir. 

En la historia la locomotora no tiene marcha atrás. 

El vertiginoso progreso que desencadenó la criolla generación del '80 no se explica sin la locomotora del Imperio Británico. 

Recursos abundantes y demanda extraordinaria. Disponibles capital y tecnología para convertirlos en bienes comerciables y brazos expulsados por Europa. 

La Argentina criolla estaba preparada. O. Barsky y J. Djenderedjiasigan señalan: "Hubiera sido imposible una eficiente y rápida reasignación de los recursos, como la que está detrás de semejantes transformaciones, si la mayor parte de las estancias hubiera sido tan sólo inmensos e ineficientes latifundios de tipo feudal". La cultura productiva rural había calado hondo (J.M. de Rosas, 1825; J. Hernández, 1881). La locomotora británica fue la oportunidad de expresarla. 

Aquellos criollos desencadenaron el crecimiento (incremento del PIB); desarrollo (aprovechamiento del potencial), progreso (satisfacción de las necesidades sociales) y de evolución (cambio cualitativo en la sociedad) con una generosidad extraordinaria: educación gratuita y obligatoria, para la mayor inmigración de la historia en relación a la población. 

En 1925 Luis Olariaga, de visita en Argentina, había advertido la necesidad de prepararse para ese desenganche y sus consecuencias (Revista de Occidente). Otra generación en 1930 reemplazó aquella locomotora y, a pesar de la tremenda debilidad institucional que comenzó con ese golpe de Estado y sus réplicas crecientemente espantosas, la nueva arquitectura económica y social, gozó de un consenso ininterrumpido hasta 1975: la política tuvo como objetivo central el pleno empleo y su instrumento fue el desarrollo industrial con una preocupación dominante por la educación popular. 

Las tasas de crecimiento no fueron tan altas como en la generación del '80. Pero la sociedad logró extraordinarios avances en "progreso" y "evolución" y, en particular con el fin de la "deferencia": ese éxito consiste en que son pocos quienes recuerdan su significado. 

La tasa de crecimiento del período no fue "de convergencia" con los países desarrollados, pero sí suficiente como para no permitir la "divergencia": entre 1944 y 1974, por ejemplo, el PIB per capita argentino creció al mismo ritmo que el de EE.UU. y de 1900 a 1975 fue siempre el 75% del de Australia. 

Los datos de la década previa (1964/1974) al desencadenamiento de la decadencia (1975), además del crecimiento del 8% del PIB entre puntas (Katz y B. Kosacoff), la multiplicación de las exportaciones industriales en dólares corrientes (D. Heyman) y la ausencia de un solo año de caída en el PIB, reportan datos sociales que hoy son sorprendentes: 3% de desempleo, bajísima informalidad, 4% de pobreza y Coeficiente de Gini de 0,34 (Indec) que revela un nivel de integración social similar a la Francia de entonces. Hasta 1975 se compraba propiedad urbana con financiación bancaria en pesos a 15 años y los campos se vendían en pesos y a tres o cuatro años de plazo. 

Estas condiciones no eran precisamente "pre revolucionarias" para la guerrilla o el terrorismo urbano o para el socialismo nacional por las armas. Pero las armas se tomaron para terminar con el "modelo burgués" del Acuerdo Social. 

¿Cuándo empezó la locura? Difícil no asociarlo con el asesinato de Pedro E. Aramburu a manos de jóvenes nacionalistas de extrema derecha y cuya autoría intelectual sigue en la sombra. 

La deriva de ese hecho inexplicable fue la guerrilla socialista cuyo "principal objetivo logrado" fue el asesinato de J. I. Rucci, la mano derecha del Presidente Perón quien no se repuso de ese impacto moral. Los entonces redactores de "El Descamisado", prestigiosos columnistas, podrían aportar información sobre este ataque infame a la Democracia (1973) que fue el "huevo de la serpiente" de la decadencia. Extrañamente no es algo que se tenga en cuenta: memoria selectiva. 

A la muerte de Perón, su gobierno fue capturado por los ideólogos económicos que continuaron en la Dictadura Genocida: esa fue la consecuencia de aquél asesinato ¿Casualidad?

Años virtuosos por el PIB per capita, productividad, pobreza, desempleo, distribución, exportaciones, endeudamiento externo, tamaño del gasto público. 

A partir de allí, fecha cierta 1975, ocurrió el "industricidio": la decisión de terminar con el desarrollo industrial, a pesar de las evidentes consecuencias sociales y económicas que habría de generar. El método fue abrir la economía financiera y comercialmente, manteniendo un tipo de cambio real bajo, atrasado, incompatible con el desarrollo de la economía nacional. 

El Profesor Julio H. G. Olivera, economista reconocido internacionalmente, sostenía que el tipo de cambio de equilibrio es aquél compatible con el pleno empleo. 

Llegados a este punto es bueno recordar que la "estabilidad" puede ser un objetivo y también una condición, para el funcionamiento de la economía siempre y cuando, no se soslaye que no hay estabilidad duradera (¿puede haber otra?) que no sea consecuencia del equilibrio de las variables centrales. 

Es fácil definir "estabilidad" a través de la inflación y a ésta mediante índices que se monitorean diariamente. 

Pero siendo que no hay "estabilidad" duradera sin equilibrio de las variables, el gran problema de la política económica es que lograr estabilidad debe ser, necesariamente, consecuencia de un programa que logre el equilibrio de las variables económicas. ¿Cuáles y cómo? ¿De eso no se habla? 

Rara vez se habla de lo importante y se somete a la sociedad al debate de lo inmediato: bajo presión no se oxigenan las ideas.

Vayamos a la actualidad. El martes pasado Clarín convocó a siete economistas protagonistas de nuestra economía desde 1975. Tema "Estabilidad para el crecimiento y el desarrollo". Todos ellos participaron, con distinta jerarquía, en la función pública. 

Además algunos fueron "intelectuales comprometidos" con la guerrilla o con los movimientos políticos de superficie que la apoyaron; otros participaron en la Dictadura Genocida. Todos, en democracia, participaron en alguno de los gobiernos. 

Es decir, profesionales destacados, fueron parte de la historia y algunos no sólo de la democracia, sino de los dramáticos años previos; unos de un lado otros del otro. 

Hablaron habiendo vivido el "espacio- tiempo" en que se cometió el "industricidio" que nos llevó hasta donde estamos: 43% de pobreza, lo que es un escándalo moral y la fuente de un colosal desequilibrio que, por ser acumulado en 48 años, es imposible sea rescatado sólo con una ola de crecimiento. 

De la resolución de ese desequilibrio fundamental, en la jornada -simplemente- no se habló. 

Tampoco se expuso un "programa" ni lineamientos de uno, posible y necesario. Nada, más allá de generalidades. Nada de "materialidad". 

Todos señalaron la necesidad de "globalidad y simultaneidad" en las políticas, del "consenso" de largo plazo para la sostenibilidad de "las reformas". 

El acento central se puso, sí con razón, en la reforma del Estado: no sólo bajar el gasto sino mejorar su calidad. 

Tal vez, ámbito y tiempo, no permitieron más que generalidades. Pero tal vez sea un hábito o una excusa.  R. Arriazu y D. Cavallo aterrizaron cerca de la realidad. Pero rápidamente levantaron vuelo. 

Arriazu tocó el futuro: repitió una panorámica de nuestro extraordinario porvenir energético. Hay poco pensamiento acerca de qué hacer con ello, más allá de un fondo anticíclico. Arriazu sabe, lo dijo hace una década, que detrás de esa abundancia se oculta el riesgo de contagio de la "enfermedad holandesa": abundancia que impide producir si no nos preparamos para ella. 

La "lluvia de dólares cash", sea por abundancia de la naturaleza o -paradoja- por el endeudamiento irresponsable del que hemos hecho gala en la decadencia, contiene el virus de la enfermedad que se manifiesta en desempleo, baja de la productividad, pobreza y desorden fiscal. 

Tampoco hubo diseños precisos de salida del marasmo y menos aún estrategias para que la abundancia que parece nos espera, si concretamos los regalos de la naturaleza, no nos vuelva a embriagar: "el peor gobierno es el que no sabe aprovechar una oportunidad" dijo P. Gerchunoff.

Ninguno de los destacados ponentes ofreció una reflexión "moderna" sobre el cambio de paradigma económico que, en Occidente, lidera en política J. Biden y acompaña el pensamiento más vigoroso de la Academia en EEUU: el retorno de la "política industrial" y el giro en la hiperglobalización. 

¿Está bien reflexionar en la periferia sin tener en cuenta las discusiones del centro? 

Por lo pronto la política industrial, ausente, es el único antídoto para la enfermedad holandesa. Su ausencia es la que nos ha condenado a la decadencia, cuya pendiente negativa refleja la sociedad en su renuncia a las urnas. 

La palabra "industria" no fue pronunciada.

En el programa de Marcelo Bonelli, día siguiente al Malba, Manuela Castiñeira, candidata presidencial de la Izquierda anticapitalista, destacó la masiva política de infraestructura de J. Biden y tal vez sin pretender hacerlo dejó en claro que "no hay estabilidad sin equilibrio" y que entre las condiciones de equilibrio está el de la política hacia el futuro: ¿qué hacemos con el futuro de la energía, los minerales, el nuevo inventario de nuestra poderosa heredad de la naturaleza sin un programa de infraestructura productiva? Materialidad.

Sí, es necesario reformar al Estado y entender que, en el capitalismo real, el Estado piensa el largo plazo y ejecuta las condiciones para su realización. 

El crecimiento es consecuencia y sin equilibrios no hay estabilidad. Locomotora de tiro parejo. 

El equilibrio es tarea de la "política", economista "constructor", político "arquitecto". 

Es grave la ausencia de "plano", de arquitectura, cuando parece que llegan los materiales de la oportunidad. ¿Otra vez?

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