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Frente a la inflación mundial

No hay que buscar ganancias sino tratar de evitar pérdidas

La suba de tasas frenó a las commodities y provocó una caída en las bolsas. Los capitales volaron hacia el dólar y huyeron de las monedas débiles.

Desde el punto de vista financiero, el elemento más importante que acaba de ocurrir fue la suba de la tasa corta de la Reserva Federal.
Desde el punto de vista financiero, el elemento más importante que acaba de ocurrir fue la suba de la tasa corta de la Reserva Federal.
Luis Varela 21 junio de 2022

La elevada inflación mundial de los últimos meses complicó el poder de compra de los consumidores. Para parar la suba de los precios, los bancos centrales de todas partes triplicaron las tasas de interés, las naciones endeudadas se complican, y sus monedas se debilitan. Hay un vuelo hacia la calidad, el dólar sube a una cumbre y hay una generalizada huída de las consideradas posiciones más riesgosas.

Todo este movimiento, post súper emisión de dinero por la pandemia de Covid, y con la invasión de Putin a Ucrania en el medio, colocan al mundo en una complicada encrucijada. ¿Vamos a un estancamiento, a una recesión o a una depresión? ¿Qué consecuencias sociales traerá todo esto? ¿Estamos ciertamente en riesgo de una confrontación bélica global, o acaso eso es uno de los tantos espejismos que siente en su rodilla el papa Francisco?

De hecho, desde el punto de vista financiero, el elemento más importante que acaba de ocurrir (el miércoles pasado) fue la suba de la tasa corta de la Reserva Federal y, al mismo tiempo, el inicio del retiro de una gigantesca masa de dólares. 

Jerome Powell subió la tasa corta en 0,75 puntos (hasta 1,75% anual), en tanto que las tasas largas (a 5, 10 y 30 años) se aplanaron en 3,3% anual. Y a pesar de estar sufriendo una inflación anual récord de cuatro décadas (8,6%) los inversores conservadores de todas partes volaron hacia el dólar, como si fuera el refugio más seguro.

Y como ocurre en la ruleta cuando cantan el "no va más", Powell anunció el miércoles pasado que todo su esfuerzo estará enfocado en la inflación, dejando como objetivos menores o secundarios el nivel de actividad y el empleo, a pesar de estar a menos de cinco meses de las elecciones de medio término. . Y predijo: la tasa corta subirá 0,75 puntos en julio y agosto, y dependiendo de lo que pase con los precios, crecerá 0,5 puntos en setiembre y octubre, y 0,25 en noviembre y diciembre. 

La idea, según calculan los principales bancos de inversión del mundo, es poner la tasa corta cerca del 4% anual hacia fin de año y que las tasas largas naveguen posiblemente entre 6 y 7% anual, en niveles imbatibles para un pagador que siempre cumplió con sus deudas (que no tuvo nueve defaults como un país llamado Argentina).

La suba del dólar

El imán de la tasa norteamericana desmoronó durante la semana pasada todas las monedas en favor del dólar, salvo una, apenas una excepción. 

En Argentina los dólares libres directamente volaron, prácticamente en una corrida: en apenas cuatro días hábiles el contado con liquidación saltó 6,4% y el dólar MEP avanzó 5,3%, con el blue 2,9% arriba, y eso que hubo feriado el viernes, día en el que el movimiento global hacia el dólar se profundizó. Pero además del desequilibrio local, el billete verde subió 3,8% semanal en Chile, 3,4% en Brasil, 0,7% contra la libra, 0,4% contra el yen, 0,2% contra el euro y 0,1% contra el yuan. Sólo se salvó el franco suizo, que mejoró 1,8% contra este dólar tan encumbrado.

Y la suba de tasas de interés norteamericana, con el dólar global tan firme, ya lograron su objetivo: las materias primas cambiaron de dirección, a pesar de que Putin ya lleva 117 días de guerra, en una invasión relámpago que iba a durar 36 horas. Y como si se tratara de otra reunión en Yalta (península de Crimea), los principales líderes de toda Europa Occidental (Emmanuel Macron, Olaf Scholz, Mario Draghi y Boris Johnson) se reunieron con Vladimir Zelenski en Kiev para garantizarle todo lo que necesite para resistir la manía imperial rusa.

De las principales commodities, en lo que va del mes hay solo dos materias primas que tuvieron la cabeza arriba del agua: la soja subió 0,8% en Chicago (gracias a que los chinos volvieron a comprar) y la onza de plata (insumo de industrias) mejoró 0,5%. 

Pero todo el resto estuvo apagado: el oro bajó 0,1%, el trigo Rosario achicó 1,7%, el girasol y la soja Rosario comprimieron 4,8%, el petróleo (foco principal de todo este problema) cedió 4,9%, el cobre perdió 5,3%, el maíz de Rosario descendió 5,4%, el níquel se hundió 9,9%, el aluminio se destrozó 10,2%, el sorgo Rosario se desintegró 16,1% y lo más desastroso de todo fue el criptoinvierno, con el Bitcoin desbarrancándose 34%.

Las bolsas para abajo

Y obviamente, con costos financieros más altos, materias primas más bajas y consumidores apagados, las cotizaciones de las bolsas se hicieron puré. Los índices anotaron una semana bursátil sombría: todo cayó. Tokio se hundió 6,7%, San Pablo 5,4%, el Merval de Buenos Aires cedió 5% en dólares, el Dow Jones industrial de Nueva York y el Nasdaq perdieron 4,8% y Frankfurt achicó 4,6%, sólo por nombrar las principales.

Y estas bajas en los índices bursátiles ya no son menores. En los últimos ocho meses la Bolsa de Buenos Aires acumula una caída del 15% en dólares. En el mismo período el tecnológico Nasdaq se hunde 33% (adentro tiene empresas que se desplomaron 80%). Y la Bolsa de San Pablo acusa una baja del 21%, y volvió a precios de hace exactamente hace tres años, considerando además que en esas tres temporadas el dólar subió en Brasil de 3,80 a 5,15 reales, sin descontar en todo el cálculo el deterioro inflacionario.

O sea, tras el posiblemente final de la pandemia de Covid, y con la tensión que está generando la invasión de Rusia a Ucrania, el mundo de las inversiones acaba de cambiar. De lo que se venía denominando un "bull market" o sea un mercado toro, alcista (que duró casi una década), se colocó en un "bear market", mercado oso, bajista. Y el escenario actual probablemente más peligroso es tener fondos colocados en empresas que por estar endeudadas no puedan enfrentar sus compromisos.

Asustó mucho la semana pasada la declaración de bancarrota de la icónica marca de cosméticos Revlon, una compañía que había nacido justamente en 1932 (hace 90 años), en el Estados Unidos de la gran depresión, en plena aplicación del "New Deal" planteado por el entonces presidente Franklin D. Roosevelt. 

Esa compañía tiene bonos emitidos que prometen pagar una tasa anual del 6,25% el 1° de agosto de 2024. ¿Puede ir el mercado a un dominó de compañías que puedan ingresar en esa situación? Ese es el gran temor que domina este momento.

La situación económica global es muy delicada. Y la situación de la Argentina es todavía peor: dentro de una semana (el martes 28) el ministro Martín Guzmán necesita captar en otra licitación de deuda nada menos que $520.000 millones, ofrecerá papeles largos, en un mercado renuente, con la sospecha de que todo ese dinero provenga de organismos públicos, con un Gobierno que llene de papelitos de colores nada menos que al Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, que debe mantener el valor de pago de las jubilaciones. 

Eso despertó el principio de corrida hacia el dólar. El contado con liquidación saltó de $188 a $242 en sesenta días, con un aumento de casi 29% en dos meses, mientras el BCRA subió la tasa de los plazos fijos al 53% anual, 3,6% mensual, con el promedio de los plazos fijos colocados en el sistema con una extensión de apenas 42 días. Y ahora que entran los aguinaldos, esa diferencia entre tasas y dólar plantea que la suba del billete verde puede seguir.

En lo que se refiere a inversiones globales, frente a lo que viene, por supuesto hay analistas que dicen que a años vista hay papeles que quedaron con precios muy convenientes para entrar. Pero en estos tiempos la prudencia manda: el temporal es grande, el corto plazo ofrece muchos riesgos, y dicen que es preferible buscar un buen refugio, es decir algo tranquilo: no hay que esperar conseguir buenas ganancias sino tratar de evitar grandes pérdidas.
 

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