El Economista - 70 años
Versión digital

mar 18 Jun

BUE 15°C

Priebus será el jefe de Gabinete

14 noviembre de 2016

Mientras todavía sigue la conmoción mundial producida por el triunfo de Trump, empiezan a aparecer los primeros indicios sobre cómo será su administración, que comenzará formalmente el 20 de enero de 2017.

Ayer hubo una primera definición importante porque fue designado Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano, como jefe de Gabinete (Chief- Of-Staff) de la Casa Blanca. Priebus tiene una muy buena relación con el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y eso asegura mucha cooperación entre el Capitolio y la Casa Blanca.

Otros nombres que se barajan son los de John Bolton ?ex representante ante la ONU? y el del senador Bob Corker para la Secretaría de Estado mientras que, para el Tesoro, el principal candidato sigue siendo Steve Mnuchin (ex Goldman Sachs). Como se ve, y más allá de la retórica de la campaña, los integrantes del establishment de Washington y Wall Street siguen presentes.

El espíritu general

Los diversos análisis que procuran determinar el rumbo del Gobierno que viene se encuentran con una dificultad que surge de la coexistencia de factores, en alguna medida antagónicos, que explican el triunfo de Trump.

Por ser un outsider, fue el vehículo para castigar al establishment político de Washington por el cual muchos estadounidenses se sienten abandonados. Algunas de sus propuestas fueron excéntricas y poco convencionales. Pero esa es sólo una parte de la historia porque lo votó masivamente la base republicana que le aseguró imponerse en los distritos habituales mientras que su mensaje proteccionista fue decisivo para ganar en los estados industriales en los cuales habitualmente los hacían los demócratas y allí se definió el curso de la elección. Trump es una figura extraña al sistema político, pero para gobernar se tendrá que apoyar en la estructura de un partido en el cual están “los de siempre” porque la tasa de reelecciones fue tan alta como lo es habitualmente y al Presidente electo lo rodean figuras con décadas de actividad política.

Por eso, su triunfo refleja rupturas y continuidades. Más allá de sus definiciones más controvertidas, muchas de las cuales siquiera intentará instrumentar (no parece ser el caso de la inmigración pues ayer dijo que deportará o encarcelará a millones), Trump repitió disciplinadamente el credo republicano. No es casual que el primer funcionario designado sea el titular del partido.

Por eso, aquellas iniciativas como la reducción de impuestos, el nombramiento de jueces conservadores en la Corte, endurecer las leyes inmigratorias o restringir el derecho al aborto, entre otras, tendrán el pleno acompañamiento de de las mayoría republicana en ambas cámaras.

En materia de acuerdos comerciales no habrá avances en el Congreso porque la sociedad tiene una visión crítica de los mismos. Además, el Presidente puede introducir cambios, en algunos casos, sin necesidad de que intervenga el Legislativo. En materia de otro tipo de acuerdos como el referido al cambio climático, la situación será más compleja. Desde hace mucho tiempo, Estados Unidos no puede imponer sus puntos de vista de manera unilateral pero no hay ningún tema de la agenda global que puede avanzar sin su compromiso y participación. En el plano internacional, Estados Unidos pagará un precio porque el triunfo de Trump deterioró su imagen. El llamado “soft-power” se hizo añicos el 8 de noviembre.

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés