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Dudas en la compra

El ciudadano Musk: por qué el hombre más rico del planeta podría querer Twitter

Como Murdoch y Hearst, Musk parece haber comprendido que los medios no son un fin en si mismo, sino un medio para alcanzar otros fines

Twitter no es la plataforma más rentable, pero marca la agenda pública y extender su influencia a otros medios.
Twitter no es la plataforma más rentable, pero marca la agenda pública y extender su influencia a otros medios.
Pablo Planovsky 19 mayo de 2022

Cuando Sir Keith Murdoch falleció, en 1952, legó casi todo su imperio mediático a su esposa. La herencia constaba —entre otros bienes— de la primera emisora de radio de Australia, que él mismo había fundado, y la mayor parte de sus activos. Lo que no le dejó a ella se lo dejó a su hijo, Rupert, que recibió solamente el Adelaide News, un diario local que era apenas una fracción menor del poder que su padre había establecido. 

No es que le hayan faltado recursos para satisfacer la voracidad con la que hizo crecer su propio imperio, pero en menos de doce años Murdoch hijo pasaba de ser dueño de un diario local heredado a dirigir el primer diario nacional australiano. Era el primer paso de una expansión que lo llevaría (muchos años después) a comprar un estudio de cine (20th Century Fox), fundar un canal de noticias (Fox News), conquistar al mercado europeo y estadounidense, e incluso tratar de conquistar el espacio con la televisión satelital.

Se podría pensar que el coqueteo de Elon Musk, el magnate dueño de Tesla (otro millonario que planea conquistar la estratósfera con satélites), que un día asegura comprar Twitter y días más tarde pone en duda esa compra, es un acto de megalomanía de parte del hombre más rico del planeta. 

Cuando la noticia trascendió los rumores de la propia red social no faltaron formas de intentar comprender por qué quiere adquirir una de las redes sociales que menos ingresos generan. La compra, si se produce, sería por US$ 44.000 millones, para una aplicación que genera aproximadamente US$ 6.000 millones al año (lejos de los más de US$ 20.000 millones que gana, por ejemplo, Instagram en un año). 

Twitter no es la plataforma más rentable, ni siquiera es la más descargada o popular de todas. Transformarla en algo más rentable fue un dolor de cabeza para el comité que podría dejarle ese interrogante a Musk. Pero, a diferencia de Facebook, Instagram, TikTok o Snapchat, Twitter es una plataforma que parece marcar la agenda pública y extender su influencia a otros medios. Como el propio Musk señaló, “funciona como la plaza pública de facto”. No solo es un medio para mantenerse informado, también sirve como termómetro social para comprender cómo se forman ciertas tendencias que repercuten en la vida cotidiana.

En Twitter no hay gente bailando como en TikTok, no hay fotos de influencers vendiendo vidas idílicas como Instagram, ni siquiera álbumes familiares como en Facebook. La principal herramienta de Twitter (como probaron sus intentos fallidos por imitar a otras redes) pura, y casi exclusivamente, es la palabra escrita. 

Quizás por eso muchos líderes, Donald Trump entre otros, encontraron ahí su arma más poderosa para comunicarse con las masas. El propio Trump, censurado por la plataforma después de cuestionar la autenticidad de las últimas elecciones presidenciales, intentó crear su propio Twitter, llamado Truth Social.

Diarios, noticias, televisión, cine y satélites

Que los millonarios intenten apoderarse de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías no es algo nuevo, aunque pueda parecer una inversión poco rentable en el corto plazo. Murdoch, cuando empezaba a erigirse como emperador mediático, confesó que su vida era una “serie de guerras concatenadas”. Su primera batalla (y posterior victoria) fue contra los sindicatos australianos que dominaban el reparto y la impresión de los periódicos. Con la tecnología de Kodak, que proveyó un sofisticado sistema informatizado de impresión, que permitía sortear el trabajo de los trabajadores sindicados, Murdoch anotó su primer triunfo. 

Años después renunciaría a la ciudadanía australiana para adoptar la de Estados Unidos, beneficio que le permitiría ser propietario de su propio canal de noticias. News Corporation creció gracias, en parte, al catálogo de películas que había adquirido con la compra de 20th Century Fox, y los canales de televisión que Murdoch adquirió acumulando una deuda de más de US$ 7.000 millones para 1990. 

Rebelándose contra el orden establecido y eliminado (u absorbiendo) a la competencia, su negocio creció hasta que la Tierra quedó chica. En 2003, con la adquisición de Hughes Electronic Company (y los dispositivos DirectTV), que era propiedad hasta ese entonces de General Motors, podía enviar todo su contenido desde el espacio a cualquier lugar del planeta. 

Algunos sospechan que Musk compró Twitter para reinstaurar la voz “banneada” de Trump en la plataforma: algo que también podría emparentarlo con Murdoch, empresario afiliado al Partido Republicano, que decidió desprenderse de 20th Century Fox (ahora propiedad de Disney) para concentrarse en Fox News, el canal de noticias que es uno de los más acérrimos opositores a los gobiernos demócratas de Barack Obama y Joe Biden.

Política en los medios o medios en la política

La relación entre los políticos, los millonarios dueños de medios de comunicación, y las nuevas tecnologías, fue representada en la película “El ciudadano”, un título que suele ser considerado como el mejor de la historia del cine. 

Orson Welles, en esa película de 1941, contaba la historia de un hombre de negocios que crecía cada vez más hasta querer adentrarse en el mundo de la política con el afán de incidir sobre el destino de millones de personas. La narración era una crítica para nada disimulada de la vida de William Randolph Hearst, el ciudadano Kane de la vida real, que hizo todo lo posible desde sus multimedios para hundirla. 

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“Citizen Kane”, el ícono de Orson Welles

Como Howard Hughes, Hearst fue un hombre poderoso y millonario. Estaba, también como Hughes, fascinado con el cine y hasta tuvo una estrella como pareja. Pero algo lo diferenciaba del hombre obsesionado con la aviación, y era el poder que construía para ejercer influencia hasta con los presidentes estadounidenses. Era, como representa “Mank”, la película de David Fincher que funciona como compañía de “Citizen Kane”, el dueño del circo. 

Hasta hoy no se sabe si Musk comprará o no Twitter. Algunos especulan con que lo hará con fines políticos. Otros denuncian que es una manipulación para incidir sobre el valor de las Dogecoins, las criptomonedas que a él le interesan. Se alega que “salvará a la democracia” y que “la destruirá” casi con el mismo énfasis. Se produzca o no la compra, algo parece seguro: como Rupert Murdoch y Randolph Hearst, Elon Musk parece haber comprendido que los medios de comunicación no son un fin en si mismo, sino un medio para alcanzar otros fines.

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