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Avances de la neurociencia para combatir la corrupción política

Desde el Estado debe promoverse una cultura organizacional basada en principios éticos utilizando programas de formación cimentados en el conocimiento neurocientífico porque esto es el futuro, y el futuro nos alcanzó.

Avances de la neurociencia para combatir la corrupción política
Cynthia Castro 12 julio de 2024

La neuroética es una disciplina que estudia las implicaciones éticas de los avances en neurociencia, principalmente contiene investigación y comprensión de la relación entre los procesos cerebrales y la moralidad. 

En el contexto de la función pública, aborda diversas áreas de interés que se interrelacionan directamente con el comportamiento y la toma de decisiones éticas de los funcionarios. El desvío de una conducta ética por parte de los funcionarios y empleados públicos indefectiblemente genera una disfuncionalidad cerebral. 

La toma de decisiones y el juicio moral están íntimamente ligados con el córtex prefrontal del cerebro. Esta área es responsable de las funciones ejecutivas, esenciales para comportamientos éticos en un entorno profesional. Las decisiones éticas no sólo dependen de esta zona, sino también de las conexiones y comunicaciones neuronales con otras áreas, como el sistema límbico, que regula las emociones. 

"La neuroética ha establecido mecanismos para frenar o minimizar el perjuicio para el individuo, su entorno..." - (Libro "CORRUPCIÓN", Dra. Cynthia Castro, Editorial Planeta, página 40). 

corrupcion
 

Debemos introducir aquí a la tan necesaria empatía, esa capacidad de comprender y compartir los sentimientos y emociones de otra persona, cualidad vital para la conducta ética en la función pública, que está mediada por regiones cerebrales específicas como la ínsula y el giro cingulado. 

Esta capacidad cognitiva, también conocida como Teoría de la Mente -que permite entender y prever las acciones de otros-, implica áreas del cerebro como el surco temporal superior y el giro angular. 

Estas capacidades son fundamentales para asumir y ejercer la responsabilidad social y ética, por lo que podemos afirmar que no funciona el cerebro sin el ejercicio ético de la conducta. 

Basado en el conocimiento neurocientífico, se pueden diseñar intervenciones específicas (educación, entrenamiento en toma de decisiones, terapias conductuales) para fomentar comportamientos éticos y reducir la propensión a la corrupción

Por ejemplo, el entrenamiento de la empatía y la autorregulación emocional podría disminuir la inclinación a actos corruptos. Lo que sucede es que no sólo existe negativa por parte de quienes toman decisiones en actuar éticamente, sino que consideran livianamente banal y un sinsentido dedicarle tiempo a este asunto, lo que habilita al descanso de prácticas corruptas en el ejercicio de la función pública. 

La neuroética, como estudia la corrupción desde una perspectiva neurobiológica, investiga cómo y por qué se producen conductas corruptas. Esto permite idear estrategias e intervenciones adecuadas para prevenir dichos comportamientos. Por ejemplo, técnicas como la estimulación magnética transcraneal (TMS) se analizan para comprender cómo podrían influir en los procesos de toma de decisiones, especialmente en situaciones potencialmente corruptas. 

Mediante la neuroética se puede contribuir a identificar y contrarrestar las técnicas que se utilizan para manipular decisiones y percepciones a través de medios psicológicos y neurológicos. Esto incluye evitar la explotación de vulnerabilidades cognitivas en procesos financieros, políticos y judiciales. 

Es desde el Estado que debe promoverse una cultura organizacional basada en principios éticos utilizando programas de formación cimentados en el conocimiento neurocientífico, porque esto es el futuro, y el futuro nos alcanzó. 

El Estado debe ser garante de un sistema sin corrupción, por lo tanto, al realizar un enfoque integral utilizando los instrumentos científicos se podrá lograr vías prácticas para la implementación de políticas y programas diseñados a promover un comportamiento ético sólido en la función pública. 

De esta manera, la neuroética puede asesorar en la construcción de entornos laborales que refuercen comportamientos honestos y transparentes, en los que el implemento de programas de formación continuos basados en principios neurocientíficos, puede fomentar una mayor adherencia a prácticas éticas. 

Estos programas pueden educar a los funcionarios públicos sobre cómo funcionan las decisiones éticas en el cerebro, proporcionando elementos para reforzar la toma de decisiones justas y responsables a lo largo de sus carreras. 

Ayudará no sólo a mejorar el sistema y la estructura del Estado sino que además les ayudará a cada uno de forma individual, a mantener una adecuada actividad cerebral, en principio, en funcionamiento. 

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