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El cine se reinventa: el auge de la experiencia IMAX y la caída del 3D

Éxitos como Oppenheimer, Duna: Parte Dos y Godzilla x Kong, se deben en parte al gran desempeño que tienen en salas IMAX. Los riesgos que enfrenta la industria del cine si quiere sacar la mayor rentabilidad en las nuevas formas de vivir experiencias en salas.

El cine se reinventa: el auge de la experiencia IMAX y la caída del 3D
Pablo Planovsky 12 abril de 2024

Era el año 2009. James Cameron, después de un largo hiato luego de haberse autoproclamado rey del mundo con los 11 Oscar de Titanic, volvía estrenar una película. No pocos sospechaban que esta vez, a diferencia de todos sus éxitos anteriores, conocería el fracaso comercial. Avatar no solo era una propuesta hasta entonces desconocida para el público: Cameron se había abanderado como promotor del 3D, una tecnología que no era del todo novedosa (Tiburón 3-D, con los anteojos de cartón y lente rojo y azul, se estrenó en 1983). La apuesta fue muy arriesgada y pagó con creces: Avatar se convirtió en la película más taquillera de la historia. Y cambió el panorama de la industria por algunos años.

La nueva técnica de 3D que promovía Cameron requería una inversión millonaria para los exhibidores. Es decir, los dueños de las salas de cine debían reacondicionar sus salas para poder proyectar la película que es como Danza con Lobos en el espacio. El éxito de Avatar revivió, como nunca antes, el interés por ver películas en tres dimensiones. Quienes pudieron ser testigos de la experiencia saben que Cameron no mintió: el 3D impresionaba, no se trataba de arrojar objetos que parecían salir de la pantalla. Daba una nueva dimensión a la película, quizás comparable con la aparición del Technicolor en El Mago de Oz.

Avatar no fue el único ejemplo del 3D bien utilizado. Hugo (2011), la película de Martin Scorsese sobre la vida del padre del cine; Una Aventura Extraordinaria, la fábula sobre un indio y un tigre a la deriva; o Gravedad (2013), la aventura con Sandra Bullock como una astronauta deprimida, fueron grandes exponentes del uso adecuado del 3D. Pero el interés del público empezó a menguar en muy pocos años. La opinión pública cambió.

El 3D, que había deslumbrado a las audiencias de todo el mundo, empezó a ser considerado un artilugio para vender las entradas al doble de precio. Es verdad que Avatar se convirtió en la película más taquillera de la historia: esto es posible porque se considera la cantidad de dinero recaudado, no las entradas vendidas. Cada entrada en 3D recaudaba el doble que una entrada común.

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El 3D, el "futuro del cine" que quedó en el pasado

La mayor parte del público desconoce el proceso técnico en la creación de una película (y no tiene por qué saberlo de antemano). Pero la razón por la cual Avatar, Gravedad, Una Aventura Extraordinaria o Hugo usaron bien el 3D es porque estuvieron filmadas con cámaras especiales para lograr esa profundidad especial en las imágenes. No es fácil. Tampoco es casual que esos títulos hayan sido dirigidos por cineastas que conocen a lo que se enfrentan: James Cameron, Alfonso Cuarón, Martin Scorsese y Ang Lee.

El problema llegó cuando Hollywood descubrió que el 3D era una potencial mina de oro. Casi todas las películas estrenadas en 3D en los años siguientes no fueron filmadas pensando en ese formato. Se convirtieron al 3D en postproducción. El resultado fue bastante malo en todos los casos: la imagen se veía más oscura comparada con una proyección normal, la profundidad del 3D casi ni se notaba, y no pocos espectadores terminaban con dolor de cabeza. Pronto, las experiencias mediocres en 3D superaron a las pocas que valían la pena. Pasar la película a 3D en postproducción era un proceso más barato, que no requería las cámaras especiales ni directores competentes detrás de escena. El resultado era mediocre. Pero igual se vendían entradas.

El "futuro del cine" volvió a ser el pasado. Junto al 3D también cayó un nuevo avance tecnológico que muchos, como James Cameron y el crítico Roger Ebert, auguraban que iba a ser el gran salto tecnológico: el HFR, la tasa de cuadros por segundo más alta. La norma en una película es que por cada segundo se vean 24 fotogramas que crean la ilusión de movimiento. Una tasa más alta, como 48 cuadros por segundo, cambia por completo la experiencia. La imagen adquiere una fluidez y nitidez distinta.

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Peter Jackson, otro genio que también dirigió una película ganadora de 11 Oscar (El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey) filmó la trilogía de El Hobbit en 3D HFR (a 48 cuadros por segundo). Contra todo pronóstico, las audiencias rechazaron el HFR. Es cierto que El Hobbit estuvo muy lejos de las críticas laudatorias que recibió la trilogía de El Señor de los Anillos, pero la razón es otra: Jackson preparó la película para 3D, pero descubrió en la turbulenta producción de El Hobbit que filmar en HFR requiere revolucionar todo el proceso creativo.

Por ejemplo, las mejores técnicas de maquillaje tradicional se ven "falsas" a 48 cuadros por segundo. Lo mismo sucede con la iluminación o los efectos visuales. El resultado: la película se veía peor a 48 cuadros por segundo que a 24. James Cameron, que tenía pensado estrenar las secuelas de Avatar a 60 cuadros por segundo, rápido de reflejos, dio marcha atrás cuando El Hobbit empezó a tambalear en taquilla. Los cines, que empezaban a instalar proyectos digitales 3D HFR, frenaron las inversiones.

El último clavo en el ataúd contra el 3D y el HFR lo dio Ang Lee, cuando dijo en marzo de 2024 que "en general el 3D es bastante malo. Los directores son malos, los cines son malos. El ecosistema es malo. La imagen suele ser muy tenue, da dolor de cabeza, no se puede culpar a la audiencia porque no le guste el 3D. Encima tienen que pagar más. Cuando es bueno, la gente acompaña. Yo desarrollé proyectores que emiten imágenes 4 veces más brillantes, es un lenguaje distinto, pero lleva tiempo aprenderlo. Muchos directores no saben qué es lo que están haciendo". Ang Lee tuvo éxito con Una Aventura Extraordinaria, pero luego tuvo dos grandes fracasos comerciales y críticos con películas en 3D HFR: Proyecto Géminis y Billy Lynn's Long Halftime Walk.

El auge de IMAX y las nuevas salas de cine

En 2007 llegó a la Argentina el cine IMAX, la pantalla más grande de Sudamérica. IMAX es una empresa que se caracteriza, en todo el mundo, por el tamaño de sus pantallas y la calidad de sonido envolvente de sus salas. Son pantallas de 18 por 24 metros con una relación de aspecto 1.43:1. Es decir, tiene un formato más "cuadrado" que el clásico formato rectangular en el que se proyectan muchas películas en salas de cine tradicionales.

Como sucedió con el 3D, hay una diferencia notable entre las películas filmadas con cámaras IMAX. Cualquier película podría proyectarse en esas salas, pero una película en formato widescreen (pantalla rectangular) no ocuparía toda la pantalla y se vería con las famosas "barras negras" que rellenan la imagen como sucede con cualquier película que se proyecte en una tv smart hogareña.

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Filmar con cámaras IMAX es un desafío porque, primero, depende si la película está filmada con celuloide o digital. Christopher Nolan es uno de los pocos cineastas en todo el mundo que apuesta todavía por el fílmico. También fue pionero de IMAX: El Caballero de la Noche, estrenada en 2008, tiene secuencias filmadas con cámaras IMAX. Algunos espectadores habrán notado, cuando vieron la película en IMAX o en las ediciones en DVD o Blu Ray, que la imagen en pantalla a veces "se expande": esas son las secuencias filmadas para IMAX. No es un capricho no filmar toda una película para IMAX: las cámaras son enormes y costosas.

En general, se suele asociar a las películas que se ven en IMAX con producciones bombásticas de Hollywood, de acción o fantasía, que aprovechen al máximo la calidad de imagen y sonido. Eso podría estar a punto de cambiar. Oppenheimer arrasó, en todo el mundo, con la venta de entradas para las funciones en IMAX. Nolan probó que un drama de 3 horas, hablado, con escenas en blanco y negro, también puede llenar ese tipo de salas.

Top Gun: Maverick y Duna: Parte Dos también contribuyeron al éxito, aunque son dos películas que responden a géneros asociados con esa pantalla (acción, ciencia ficción y fantasía). La película de Denis Villeneuve sobre los desiertos de Arrakis le debe, por ahora, cerca del 20% de su recaudación total a las salas IMAX. Es un dato impresionante, teniendo en cuenta que no suele haber más de una sala por región. Argentina cuenta con dos en todo el país: una en Provincia de Buenos Aires y otra en Posadas, Misiones.

No es lo mismo filmar con cámaras IMAX que con lentes IMAX, dos opciones distintas para "llenar" la pantalla gigante con imágenes. Duna: Parte Dos, es una película que se ocupa toda la pantalla de principio a fin porque está filmada con lentes IMAX que modifican cámaras digitales, no con cámaras IMAX.

Varios cineastas empiezan a filmar sus nuevas películas optando por cámaras o lentes IMAX, como puede ser el caso de Paul Thomas Anderson (su próxima película es un proyecto millonario filmado pensado para verse en IMAX), Jordan Peele (¡Nop!), o Todd Philips (con la secuela de Guasón). Lo que más sorprende es ver que empiezan a figurar entre los próximos estrenos de IMAX, películas que convencionalmente no estarían asociadas a la marca, como el drama Desafiantes, protagonizado por Zendaya y dirigido por Luca Guadagnino. Es una historia de tenistas con la impronta de un director que nunca se caracterizó por hacer películas que arrasen en taquilla.

Incluso se estrenaron en IMAX títulos que ni siquiera fueron pensados para ese formato, como Los Asesinos de la Luna, el drama de 3 h 30 m, de Martin Scorsese. Aquí hay dos posibles análisis: que películas de directores prestigiosos que no suelen movilizar a las masas se estrenen en este formato podría ser una significativa señal de un cambio cultural donde los espectadores eligen ver con la mejor calidad de imagen y sonido películas que no son las típicas producciones pochocleras de Hollywood.

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El otro análisis posible es más pesimista: si el público, desconociendo qué películas fueron filmadas o no para IMAX, acude a esos cines y ve películas que ni siquiera ocupan toda la pantalla, puede salir decepcionado de la experiencia. ¿Para qué gastar más en una entrada si la película no va a aprovechar las ventajas de una pantalla gigante y sonido envolvente?

¿Una historia cíclica?

Con el estreno de Godzilla x Kong, en redes sociales como X y TikTok, algunos espectadores se mostraron disfrutando la película en cines con butacas que se mueven, o pantallas que se prolongan a lo ancho para cubrir las paredes laterales de la sala. Para algunos cinéfilos puristas de la experiencia clásica en salas de cine, estas pueden ser aberraciones, pero sin dudas tienen su atractivo para un sector importante de la audiencia.

Los cines D-Box, Screen X o Monster X, como señala una nota de Variety sobre el boom de IMAX, parecen querer usar la X como común denominador para que los espectadores sepan que se van a encontrar con una experiencia distinta a la común en salas. Ninguna de estas está asociada con IMAX: ni siquiera están asociadas entre sí.

No es la primera vez que el cine busca atraer espectadores ofreciendo distintas tecnologías que pueden mejorar la experiencia o atentar contra ella. El formato de pantalla "cuadradas" (1.37:1) es conocida como la relación de aspecto de la Academia, haciendo referencia a los premios Oscar. Durante varias décadas, definió el estándar más puro y cinematográfico. Hasta que llegó la televisión y el cine tuvo que reinventarse.

Frente a las pantallas cuadradas que llegaron a todos los hogares (tomando como punto de partida, por supuesto, la relación de aspecto estándar del cine, las salas mutaron. Llegó CinemaScope: la imagen se alargó a lo ancho. En las salas dejaron de proyectarse imágenes "cuadradas" y empezaron a llegar las "rectangulares". Con el correr de las décadas, la idea que el público tenía sobre el cine cambió y se diferenció de la relación de aspecto "de la televisión".

El avance tecnológico hizo que los televisores también mutaran: las pantallas dejaron de ser cuadradas y con la llegada de los LCD, LED y Smart TVs, pasaron a ser rectangulares. De nuevo, la tecnología se adaptó a los cambios que sucedían en las salas de cine. Lo mismo ocurrió con la explosión del 3D, cuando los mayores manufactureros de televisión intentaron vender equipos aptos para ver películas con anteojos 3D en casa.

No sería de extrañar que, si IMAX sigue creciendo, cada vez más películas se filmen pensando en ser exhibidas en esas salas. Es decir, que adopten una relación de aspecto más "cuadrada" que "rectangular". Si ese fuera el caso, tampoco sería ilógico suponer que, en unos cuantos años, empiecen a vender (de nuevo) Smarts que ofrezcan una pantalla más cuadrada que rectangular. Como sucedía cuando se empezaron a vender televisores de tubo, allá por la década de 1950. El tiempo es un círculo aplanado.

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