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5 series y películas para ver este fin de semana en HBO Max, Prime Video, Apple TV, Star+ y Mubi

Una selección con las series y películas recomendadas para este fin de semana.

Las 5 mejores películas y series para ver este fin de semana.
Las 5 mejores películas y series para ver este fin de semana. El Economista
Oscar Mainieri 27 octubre de 2023

Con tantas plataformas de streaming a nuestra disposición, puede parecer casi imposible decidirse por algo para ver durante el fin de semana

Por eso reunimos en una selección especial las mejores series y películas, que incluye también estrenos en salas de cine, para convertir ese menú interminable en un problema del pasado.

Estas son las series y películas para ver en el fin de semana en HBO Max, Prime Video, Apple TV, Star+ y Mubi.

1. Película para ver en Mubi: Pasajes

Tom, un director de cine (Franz Rogowski) excesivamente perfeccionista, acaba de terminar su película. En una fiesta en que se festeja el final de la filmación, conoce a Agathe (Adèle Exarchopoulos) con la que esa misma noche entabla una relación. El problema es que él está casado con Martin, un diseñador gráfico (Ben Wisham). 

A la mañana siguiente, Tom le relata a Martin las derivaciones de ese encuentro con Agathe como si fuera un niño fascinado porque la maestra le hubiera puesto un 10 por una tarea bien hecha, sin involucrarse en los posibles daños colaterales que pudiera estar causando.

Pasajes está filmada en París con solvencia y fluidez narrativa por Ira Sachs, responsable también del guion junto a Mauricio Zacharias. Sachs es un director especializado en temáticas LGBT, a las que trata con especial delicadeza y cuidado, tanto que en este caso -en su esfuerzo porque comprendamos y seamos compasivos con los personajes- hace de Tom un cachorrito desprotegido, un Bambi de ojos tristones que ha perdido recientemente a su mamá y que se pasea en bicicleta por esas calles que huelen a croissants y baguetes mientras une en su recorrido los domicilios de sus víctimas.

Tom es un narcisista al que nada le importa salvo la consecución de su propio deseo y que, probablemente, en otra película terminaría atropellado por un camión en una de esas idas y vueltas en bicicleta. Pero no en la película de Ira Sachs, que busca que empaticemos con él mientras el triángulo evoluciona y el personaje sigue ocasionando destrozos con su gangosa presencia.

Un mérito del film radica en la excelente dirección de actores. Rogowski, que se hiciera conocido por Transit de Christian Petzold, logra enternecer con su voz que se asemeja al susurro de una foca bebé y su sensualidad aviesa. Wisham, el Q de los últimos films Bond, es un intérprete de gran valía y sensibilidad, y aquí inviste a su Martin de una paciencia y firmeza para con el tullido emocional dignas de mejores causas. La pulposa Exarchopoulos (La vida de Adele) también se luce al exhibir competentemente el maremágnum emocional que el pasaje del ciclista irresponsable causa en su vida.

Film pequeño, doloroso de ver, con dos escenas detalladas de sexo que hablan a los gritos de las conductas de sus personajes, nunca excede los límites del decoro, lo que quizás pueda ser una falla. Pero ése, justamente, el del decoro, es el límite que un realizador como Ira Sachs no puede ni intenta trascender.

2. Serie para ver en Prime Video: Detective Anna

Si se quiere ver algo original... esta serie rusa transcurre en la época en que Chejov y Tolstoi escribían sus relatos. Está ambientada en un pueblito llamado Zatonsk en 1888. Allí la joven Ana (Aleksandra Nikiforova) de 19 años reside con sus padres, tienen una posición acomodada. El padre es abogado y la madre pasa su tiempo dando órdenes a la sirvienta o tomando té con sus amigas.

Ya de pequeña a Anna se le aparecían visiones: su abuela fallecida señalándole en donde encontrar un objeto perdido. Los padres siempre trataron de atemperar esta veta de su hija, pero ya mayor, ella deja de lado sus consejos y decide colaborar con el recién llegado Iakov Shtolman (Dmitriy Frid), un detective de la gran ciudad cuya tarea es entrenar a los inexpertos oficiales en la resolución de casos de homicidio.

Así de artificioso como parece el punto de partida de la trama, lo afiatado de los guiones y el ampuloso diseño de producción contribuyen enormemente al interés del espectador, a lo largo de las cuatro investigaciones de esta primera temporada (cada caso implica dos episodios de 45 minutos).

Pasan cosas raras en ese pueblito: una sucesión de mujeres ahogadas en el plácido lago, unas púberes que se reúnen en una casa abandonada para invocar al diablo, novedosas -para la época- sesiones espiritistas en ambientes sofisticados...Hay para todos los gustos, siempre dentro de los carriles en donde lo policial y lo paranormal se tocan.

A lo antedicho se suma el encanto de la pareja protagonista, siempre a punto de fusionarse en un beso que no llega. A la proverbial calidez de los actores rusos se les suma la sensualidad que trata de escapar del elaborado vestuario que utilizan Nikiforova y Frid, un par encantador si los hay. Altamente recomendada para los habitués de canales como Europa Europa y Films and arts.

3. Miniserie para ver en Star Plus: American Crime Story

La historia de la pasante de 22 años que tuvo una relación consentida con el presidente Clinton conforma una nueva temporada de American Crime Story, la joya de la corona de la amplia gama de productos de Ryan Murphy (Dahmer, Glee, Ratched). La primera recreó el caso O. J. Simpson; la segunda, las derivaciones del asesinato de Gianni Versace. Aquí se narra cómo se mancilló escandalosamente la reputación de un grupo de mujeres, no sólo a nivel de los Estados Unidos, sino global. Recién se estrenaba la Internet y cualquiera podía descargarse -mediante la intermitente conexión dial up- el copioso informe pergeñado por el fiscal Kenneth Starr para llevar a juicio al díscolo presidente demócrata.

La miniserie cuenta en 10 episodios la relación de la joven Mónica (convincente Beanie Feldstein) con el presidente (Cliff Owen, magnífico), pero se centra en el vínculo de la muchacha con su amiga Linda Tripp, otra empleada estatal, desplazadas ambas de sus tareas en la Casa Blanca a atender cuestiones menores a sus aptitudes en las oficinas del Pentágono por ser consideradas inconvenientes por el establishment masculino. 

Linda Tripp, una mujer madura con dos hijos, ansiosa como perro jadeante de ser reconocida a cualquier costo, no tiene ningún empacho en sacrificar su "amistad" con Mónica grabando durante meses las conversaciones telefónicas que sostenían, donde la muchacha con diversos grados de nerviosismo comentaba las derivaciones del affaire con el hombre más poderoso de los Estados Unidos: los avances, sus felatios, la falta de comunicación de a ratos, los descuidos. De todo esto, quedó para el recuerdo un vestido azul que no pasó por la tintorería.

Las intervenciones de otras abusadas (Paula Jones, tres peldaños más abajo en la escala social, que de acusar al presidente termina posando desnuda para la revista Penthouse, tras ser explotada por los medios, el marido y la abogada); las presiones del partido republicano para lograr la destitución del político exitoso; las estrategias coercitivas del FBI para que Mónica confiese y del periodismo más amarillo que le impedían salir de su vivienda; las intrigas entre los allegados al poder del partido demócrata, son ingredientes que forman un coctel explosivo y entretenido, que el equipo de guionistas delinea con aptitud para que el espectador no se pierda en la maraña de personajes y situaciones.

Hay otro capítulo dedicado a las consecuencias del hecho sobre Hilary Clinton (Edie Falco, sobresaliente), a la que también se la muestra como sujeta a degradaciones tanto públicas como privadas, eso sí, dados sus privilegios, entre algodones.

La miniserie está contada desde el punto de vista de Lewinsky, que sufrió deshonras innumerables y quedó en condición de paria hasta no hace mucho (hay varias notas en la revista Vanity Fair que refieren el calvario).Las actuaciones son uno de los condimentos más atractivos de la miniserie. Annaleigh Ashford como Paula Jones aporta una cuota de humor grotesco en su descenso ignominioso hacia el olvido. 

Sarah Paulson está irreconocible bajo las pelucas y prostéticas que le deforman el rostro, el cuerpo, y sirven para caracterizar a Linda Tripp. Igualmente se observa su calidad actoral para retratar a un personaje que aúna lo mejor y lo peor de la condición humana. Productora de la serie junto a Lewinsky y Feldstein, reunieron un elenco en el que también destacan Mira Sorvino como la madre de Monica, Colin Hanks como un miembro del FBI, y Judith Light como la abogada de Jones.

4. Miniserie para ver en Apple TV: Hermanas hasta la muerte

Este producto irlandés, en 10 episodios de 45 minutos, rebosa de humor negro y excelentes interpretaciones. Gira en torno a la muerte de John Paul Williams, un padre de familia tiránico, cruel y cínico, que atormentaba a su esposa Grace y prestaba mínima atención a su hija Blánaid.

Grace tiene 4 hermanas que son muy apegadas y siempre se lamentaron de las torturas emocionales que sufría, interviniendo a su favor como podían. Celebran la muerte de John -cada una tiene sus motivos para hacerlo- y caen en la mira de un agente de seguros al borde de la quiebra, que de descubrir que la muerte no fue accidental sino un homicidio, se beneficiaría al no pagar la póliza que el fallecido le había comprado.

Hay otro sospechoso, un vecino que trataba muy bien a Grace y despertaba los celos de John, que en venganza inventó un horrible rumor para perjudicarlo.

Y una de las hermanas, para colmo de males, comienza una relación con el hermano menor del agente de seguros, lo que deriva en situaciones equívocas, algunas plenas de suspenso.

Mientras se investiga quién pudo haber asesinado a John, las hermanas tratan de borrar los rastros que pudieron haber quedado de sus desencuentros con el finado... Todas podrían estar muy complicadas.

Diseñada para un consumo bulímico, con bellos paisajes dublineses, buen ritmo e ingeniosos vuelcos en su urdimbre, amén de un elenco de notales actores encabezado por Claes Bang (The Square) como John, Hermanas hasta la muerte se constituye en un agradable pasatiempo. Imperdible.

5. Película para ver en HBO Max: Elvis

En su última producción, el australiano Baz Luhrmann (Moulin Rouge, El gran Gatsby), afincado en la provincia de la extravagancia y el exceso, propone una cabalgata por hitos de la vida de uno de los grandes mitos artísticos del siglo pasado, Elvis Presley.

Director de brocha gorda si los hay, no hay que pedirle exactitud en la data biográfica, ni una reflexión sobre un hombre que de la más extrema pobreza llegó a ser uno de los más ricos de su país, malogrado tanto física como artísticamente demasiado temprano. Sí hay que pedirle que nos entretenga con sus cristalitos de colores y nos emocione. Y justo es decir que lo logra con creces.

Para eso cuenta con una producción generosa y una multiprocesadora de última generación en cuanto a recursos musicales y de montaje, donde macera las voces del prócer, de quien lo imita, y de varios artistas contemporáneos, además de una reconstrucción de época ampulosa. Más que decir que Luhrmann "escribe" con la cámara podríamos decir que "remacha", poco queda librado a la imaginación. Elvis es lo máximo que se le puede pedir a un biopic que se ofrecerá de tarjeta de presentación a las nuevas generaciones para que se acerquen a la existencia del ídolo del pop que precedió a The Beatles y a Michael Jackson, entre otros. Un muchacho apolíneo que hacía que las muchachas gritaran orgásmicamente ante sus contoneos de pelvis, que desparramaba un salvaje erotismo sobre los escenarios con sus gritos, que erizaba los pelos de la nuca de los padres y de las asociaciones encargadas de velar por el buen gusto y las conductas apropiadas de la época.

Ahí están la infancia paupérrima en medio de poblaciones negras, la absorción de su asombrosa música por parte de un muchacho blanco que gozaba de la fortaleza de dos toros porque al nacer se había quedado con las energías de su mellizo, fallecido durante el parto. Ahí están el pegoteo con la madre y el vacío dejado por un padre que parece pintado. También vemos al habilidoso coronel Parker (Tom Hanks, con un maquillaje tan exagerado que lo ha transformado en Jabba El Hut de El retorno del Jedi) dispuesto a llenar cualquier hueco en la vida del muchacho, desplazando a madre, padre, novia, y a cualquiera que se le ponga al lado, en pos de guiarlo hacia la generación de dinero en demérito del bienestar artístico, físico y emocional de su protegido. 

Luhrmann deja en manos del coronel la narración, y la voz de Hanks -como la de un encantador de serpientes- nos acompaña en el proceso de saneamiento del héroe: su emasculación durante los dos años de servicio militar en Alemania; el encapsulamiento en 31 bodrios hollywoodenses que lo transforman en un robot que canta desde los ritmos más azucarados a canzonetas italianas y que demuestran que lo suyo no era la actuación; el largo romance con Priscilla (Olivia DeJonge), una menor de 14 años que recién tuvo el permiso para casarse a los 21, mientras Elvis entraba y salía de Ann Margret, Rita Moreno y Natalie Wood, entre una pléyade infinita de desconocidas. Saneado el héroe también lo es el espectador: no fueron los músicos los que le brindaron la primera anfetamina al cantante para que rindiera más, sino un compañero del ejército para que tolerara mejor los rigores del entrenamiento. Amén que Elvis sentía una poderosa atracción hacia las adolescentes...

El espíritu castrador del coronel no logra imponerse ante la asfixia espiritual, creativa y material de Elvis: en el año 1968 necesita un desafío artístico, resucita la llama rebelde y graba un especial televisivo -a espaldas de la larva explotadora- que lo vuelve a catapultar a los primeros puestos en las apetencias del público. A esto seguirán infinitos conciertos en Las Vegas, una cárcel -otra- en que lo encierra el coronel, transformándolo una vez más en una vaca generadora de ingresos sin importar que la pastura que ingiere esté infectada de drogas medicadas en cantidades asombrosas. 

Boqueando, imitando la apariencia física de su mánager, aprisionado como un matambre dentro de catsuits diseñados especialmente para él, llegará a los 42 años, habiendo perdido en el camino a Priscilla y el dinamismo artístico que lo propulsara al estrellato. El proceso saneador en esta segunda etapa de la carrera del astro borra su alianza paranoica con el presidente Nixon y el FBI, para salvaguardar los valores estadounidenses de la amenaza roja o hippie, para el caso da lo mismo. En su lugar, Elvis aparece como un demócrata llorando los magnicidios de Martin Luther King y Bobby Kennedy. 

Lo cierto es que dentro de los espasmos narrativos de Luhrmann, más moderados en la segunda parte del film, hay detalles para conjeturar que Presley nunca dejó la adolescencia, que siempre estaba rodeado de sus amigos ("la mafia de Memphis"), que complacía a todo el mundo con tal de no quedarse solo, y que necesitaba ser guiado. Por eso la vulnerabilidad fronteriza con la sumisión ante las figuras de la mamma y el manager.

Austin Butler se luce con su imitación del astro. Físicamente es muy parecido, aunque su rostro de perfil se asemeja más al de Elvis que de frente: el astro, de joven, tenía unas mejillas lijadas en seda; las de Butler son redonditas como manzanitas. También la gestualidad es apropiada, y su voz, que aparece en ciertas canciones, aceptable.

En Luhrmann hay más de una idea feliz que aprovecha las potencialidades del medio cinematográfico: juntar en una misma secuencia la fusión de dos estilos musicales provenientes de la minoría negra, ambientándola en el ámbito paroxístico de una iglesia en la que sus integrantes necesitan ser exorcizados, es un hallazgo. El complot para crear el especial televisivo de regreso se da en torno a las desvencijadas letras que anuncian el cartel de Hollywood, subrayando lo deteriorada que está la carrera cinematográfica del ídolo. Un paseo por la calle junta a Elvis con dos figuras nutricias de la música interpretados por artistas de color, de manera tan artificiosa como podría darse en un musical clásico de la MGM.

Las tareas de saneamiento no hieren al personaje ni al film como lo hicieran con el pobre Freddie Mercury en la banal Rapsodia Bohemia. Y si bien es menos ajustada narrativamente que la biografía musical de Elton John (Rocketman), hay segmentos en Elvis que muestran una creatividad en la puesta en escena y en recursos de montaje de la que Ken Russell, como precursor, se sentiría orgulloso.

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