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La nacionalización de TikTok acelera los tiempos de la balcanización de Internet

La venta forzada a una empresa estadounidense de TikTok, una inocente aplicación que reproduce videos para preadolescentes propiedad de una empresa china, muestra hasta qué punto se están acelerando los tiempos de lo que en el mundo anglosajón se conoce como la “Splinternet”.

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Pablo Maas 05 agosto de 2020

Por Pablo Maas

La venta forzada a una empresa estadounidense de TikTok, una inocente aplicación que reproduce videos para preadolescentes propiedad de una empresa china, muestra hasta qué punto se están acelerando los tiempos de lo que en el mundo anglosajón se conoce como la “Splinternet”, la Internet fragmentada y balcanizada en que se ha transformado la red de redes global, descentralizada y democrática con la que soñaron los pioneros informáticos de Silicon Valley.

La semana pasada, el presidente Donald Trump dijo que la subsidiaria estadounidense de TikTok se había transformado en una cuestión de seguridad nacional y que se proponía prohibirla. Pero durante el último fin de semana, los más altos ejecutivos de Microsoft se reunieron con el presidente estadounidense para manifestarle su interés en comprar esa red social. Trump estaría ahora considerando nacionalizar a la subsidiaria de la empresa china

TikTok es propiedad de ByteDance, una empresa de tecnología con sede en Beijing. Fue fundada en 2012 por Zhang Yiming, un ingeniero de software de 37 años. El éxito de esta red social ha sido arrasador: en 2019 contabilizaba más de mil millones de usuarios mensuales, lo que llevó a valorarla en US$ 75.000 millones de dólares y transformó a su fundador en el noveno hombre más rico de China. Para hacerla más atractiva para sus seguidores en todo el mundo, Zhang radicó los servidores de la empresa en Singapur, supuestamente para evitar la censura china. También nombró a un estadounidense ex ejecutivo de Disney, Kevin Mayer, como su CEO.

Pese a esto, el gobierno estadounidense no dejó de considerarla como un verdadero caballo de Troya. Cuando le preguntaron hace un mes al secretario de Estado, Mike Pompeo, si los estadounidenses harían bien en descargarse la aplicación de TikTok, éste contestó: “Solamente si quieren que su información personal termine en manos del Partido Comunista de China”. Según la prensa especializada en tecnología, Microsoft ya venía sosteniendo conversaciones para adquirir la subsidiaria estadounidense de TikTok, que cuenta con unos 50 millones de usuarios. Microsoft se dio plazo hasta el 15 de setiembre para completar la transacción, en una cifra que se estima entre US$ 10.000 y US$ 15.000 millones.

La compra de TikTok por parte de Microsoft mantendría en Estados Unidos un competidor para Facebook, en momentos en que las grandes tecnológicas están siendo cuestionadas por prácticas monopólicas en el Congreso. Facebook tiene previsto lanzar su propia aplicación para competir con TikTok, Instagram Reels, que permite hacer videos cortos, con música de fondo y editarlos de manera rápida y sencilla para subirlos a las redes sociales.

Washington no ha estado sola en su ofensiva contra las empresas chinas de software. A fines de julio, India prohibió en su territorio el uso de 59 aplicaciones móviles chinas, incluyendo TikTok y WeChat, también con el argumento de defenderse de la amenaza que estas redes representan para su “seguridad y soberanía”. Claro que esto debe entenderse en el marco de los choques armados fronterizos que sostuvieron recientemente India y China.

En cualquier caso, la decisión de Estados Unidos contra TikTok representa un punto de inflexión en lo que ha dado en llamarse la balcanización de Internet, supuestamente una red global que cada vez está más fragmentada y en la que muchos países se proponen alcanzar la «soberanía de los datos». De hecho, la fragmentación comenzó hace ya una década cuando China dejó en claro que no toleraría el dominio de las grandes tecnológicas estadounidenses y propició el crecimiento de sus propias redes sociales. En su momento, los chinos, como los estadounidenses ahora, prohibieron o impusieron condiciones tales para seguir operando en su enorme mercado que empresas como Google, Facebook o Twitter consideraron inaceptables. La Gran Muralla digital quedó así sólidamente instalada.

Si la adquisición de TikTok por Microsoft se confirma, Trump podrá anotarse el logro de haber nacionalizado una plataforma global. La nueva “Splinternet”, la red fragmentada, es otro clavo en el ataúd de la globalización. Una tendencia que ya parece inevitable, editorializó esta semana el Financial Times: “El desmembramiento de Internet, y de la industria tecnológica global, en una serie de jardines amurallados, es lamentable”. Lo más probable es que contribuya a retrasar la innovación, causando duplicaciones innecesarias y el surgimiento de estándares tecnológicos competitivos, agregó el diario financiero británico.

Hasta hace poco, Internet era presentada como el rasgo más visible de la globalización y, en cierta medida, como su fuerza impulsora. Pero la red global, horizontal y democrática que soñaron sus idealistas fundadores de California hace medio siglo se ha transformado en un espacio que se disputan gigantes tecnológicos y en otro teatro de operaciones de las guerras comerciales y geopolíticas contemporáneas. “El mundo”, uno, interconectado por las redes globales de telecomunicaciones, está esfumándose ante nuestros ojos. Cuando en Argentina dirigentes de diversas orientaciones hacen llamamientos a “integrarnos al mundo”, habría que preguntarles: ¿A cuál de ellos?

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