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Religión woke, posverdad y culto al mesías

El wokismo y el culto al mesías sólo pueden existir (con esta masividad) en contextos en los que la posverdad se impone ante la racionalidad.

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Marcelo Carignano 03 marzo de 2024

El 2013 no fue un año más para el mundo occidental. Mientras en Argentina (país cíclico, si los hay) se profundizaban severos desafíos para la economía -como la inflación o la caída de reservas-, en algunas universidades de Estados Unidos comenzaba a gestarse un movimiento que en los últimos diez años dominó casi por completo el discurso cultural.

Aquellos jóvenes de mediados de los '90, identificados con la izquierda, sacaron a relucir un puritanismo bestial, oculto en un manto discursivo que apuntaba a la ampliación de derechos. Pero detrás de esa noble lucha estudiantil se multiplicaron las cancelaciones, los escraches públicos, las voces únicas, los bloqueos a oradores considerados como malvados promotores del capitalismo, y otra serie de movimientos que olían mucho a fascismo. 

"Stay angry, stay woke", podía leerse en pancartas que manifestantes alzaban en los patios y arcadas de los establecimientos educativos. Estar o mantenerse "enfadado y despierto", rezaban esos carteles.

Como una brigada del pensamiento correcto, la liviana opinión de intelectuales -en la enorme mayoría de los casos, identificados con algún tipo de ideología de izquierda- de la alcurnia académica de, por ejemplo, EE.UU. y Canadá, de la Europa occidental y de casas de altos estudios en nuestro país, en contra de las democracias republicanas y a favor de las teocracias de oriente y las autocracias rusa o china, marcó en gran parte la agenda.

Hoy, una década después de su surgimiento, lo que antes era un murmullo crítico a esta religión y que se escuchaba en ambientes cerrados, está transformándose en un grito. Sin embargo, no sería correcto decir que estos movimientos fanáticos están en retroceso. 

Pero sí es verdad que, cada vez más, pensadores del espectro artista, periodistas y líderes mundiales (esto es, formadores de opinión), empezaron a perder el miedo de hablar y de criticar o exponer el daño social que estos movimientos canceladores infringen desde hace años a todo tipo de personas.

  • No pretendo ser optimista, sobre todo con la inherente intención que existe en la web de torcer la mentalidad del usuario hacia el wokismo.

Un ejemplo reciente es "Gemini", la inteligencia artificial de Google, que fue expuesta sin cuartel debido a su programación absolutamente ideologizada. 

Esto, cabe aclarar, la llevó a cometer errores históricos y de hechos concretos, solo para "agradar" las intenciones de sus creadores e influir en la mente del despistado. O de quien busca sesgo de confirmación.

Es que de eso se trata este tema. El wokismo y el culto al mesías sólo pueden existir (con esta masividad) en contextos en los que la posverdad se impone ante la racionalidad. Cuando mi ideología, cualquiera sea, le "gana" o se impone a la realidad fáctica.

Así, hechos históricos recientes, que pueden comprobarse de forma sencilla, son presentados en forma de caja moral para algún partidismo o pensamiento particular. Figuras de relevancia social de nuestro pasado son elevadas al mito y descienden sobre la sociedad con saberes e ideas que nunca expresaron en vida.

En este cenicero donde conviven los restos del mundo, el mesías se levanta y camina con el pecho inflado, sostenido en su palanquín por un grupo que lo defiende con drones y cibermilitancia incluso ante la evidencia más espectacular. Esa creencia en el salvador, en que "tal" es la persona correcta, el elegido, el único, como si el ser humano no fuera un animal gregario que consigue su mejor versión cuando vive en sociedad y trabaja en equipo; esa creencia, decíamos, le confiere una capa diamantina, irrompible ante los ataques de sus opositores.

Al mesías no se lo critica, porque no se lo entiende. Es superior a nosotros, está siempre un paso por delante. Y, cuando se equivoca -algo que sucede pocas veces-, no importa. Su plan es incorruptible e inamovible. Claro que, cuando una persona es llevada a estas alturas, su inevitable caída provoca una onda expansiva que arrasa con todo. Entonces, se pide que todo desaparezca y, en el páramo resultante, que surja otro individuo salvador. 

Dialoguemos, escribamos, expresemos. Acaso una de las herramientas más importantes para hacer frente a esta ola cultural cancelatoria sea la crítica a viva voz. El silencio, saludable en muchos episodios de la humanidad, es en este momento un aliado de quienes pretenden imponer todo tipo de reglas mal llamadas inclusivas que restringen la libertad del hombre. Decir sin el enojo propio de un adolescente rebelde, pero con la vehemencia necesaria para no ser arrastrado por la marea fanática del wokismo y la posverdad.

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