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Argentina 1985 y el arte de ficcionar la realidad

¿Sucedió o no sucedió así? Argentina 1985 trajo a la luz nuevamente un antiguo debate respecto de las ficciones basadas en hechos reales. ¿Vale todo para lograr un relato atractivo sin importar los hechos?

Pablo Manzotti 17 octubre de 2022

Con el crecimiento de las producciones y el mundo globalizado, en las últimas décadas, tanto en el cine mainstream como en el vasto mundo de las series, una frase que precede al inicio de la película o programa se impuso como garantía de cierta firmeza (o gancho) en el relato: “Basada (o inspirada) en hechos reales”.

La sentencia supone una historia que, extraída de la realidad, fue adaptada como relato audiovisual.

En la creciente oferta de los formatos, estas producciones se han instalado como las alternativas preferidas de los espectadores. Ahí hay una primera respuesta a la cantidad de historias y propuestas que pululan por el cine y las plataformas.

Bueno, se puede convenir que esta era de saturación de contenidos echa mano a todo subgénero posible, como se ha reflejado en esta sección más de una vez.

El estreno de Argentina 1985 recuperó el debate acerca de la construcción dramática de estos relatos. Está claro que la película tiene un componente adicional que potencia el intercambio y es su acercamiento a uno de los hechos clave de la historia política democrática del país como es el Juicio a las Juntas Militares que rigieron la dictadura y aplicaron el terrorismo de Estado.

No obstante, la discusión se centra en aspectos que son comunes a todo este tipo de producciones y es el carácter dramático, el componente necesario para lograr la transformación en “lenguaje” audiovisual, el uso de sus resortes y herramientas que lo definen como tal: desarrollo de personajes, identificación, fotografía, composición, elipsis, etcétera.

En el marco del universo de películas y series que ofrecen recrear situaciones históricas hay  distintas variables y diferentes consideraciones para desarrollar el relato. Hay temáticas generales y sucesos particulares.

Un buen ejemplo pueden ser las películas ambientadas en las guerras mundiales o diferentes conflictos bélicos históricos. Son, ciertamente, sucesos sobre los cuales se produjeron cientos de historias de ficción. Pero, por supuesto, es diferente contar la historia del desembarco en Normandía que detenerse en la “plausible” aventura de un grupo de hombres del ejército aliado que cruza las líneas enemigas. Las posibilidades se abren en abanico y las producciones del cine y las series aprovechan el interés del público para conocer momentos y personajes, cuanto más exóticas, mejor. O sea: un contexto específico reconocible que refuerce el carácter dramático de lo que se está narrado. Un link directo a la identificación.

En la búsqueda del verosímil

Miguel San Martín es un ingeniero argentino que desde hace años se desarrolla como investigador en la NASA. Por sus años de experiencia y oficio, tiene un ojo crítico respecto de las películas que tienen como marco de acción el espacio, las misiones fuera de la tierra.

“Apolo XIII es una película que está muy bien. Es verosímil, es muy cercana a lo que sucede en realidad”, comentó en una entrevista. La película de Ron Howard que tiene como protagonista a Tom Hanks realiza un notable acercamiento a la fallida misión a la luna que tuvo lugar en 1970.

En reconstrucción de época y análisis de lo ocurrido es perfecta. Y, además, es un muy buen thriller que mantiene la tensión del relato más allá de conocer el final porque forma parte de las noticias del momento y es un suceso histórico reconocido. 
Es un buen ejemplo de cómo funciona todo lo que tiene que funcionar. Y cómo, en última instancia, el género aporta el envase definitivo.

Películas como ésta o como Todos Los Hombres del Presidente (Alan J. Pakula, 1976) acerca del caso Watergate, que terminó con la presidencia de Richard Nixon, supieron aprovechar el valor del documento “real” llevando el relato a un género propio. La última, concretamente, crea un subgénero como el thriller político periodístico. Dos de los actores más taquilleros del momento, Dustin Hoffman y Robert Redford, dieron vida a los dos periodistas que lideraron la investigación, Carl Bernstein y Bob Woodward.

Esto posibilitó que la empatía con el caso, con los protagonistas y con el periodismo en general sea mayor. Y la película no cedió un centímetro en su universo de verosimilitud: solo se potenciaron determinadas acciones para dotar de carácter dramático a la narración.

Otra de las posibles fuentes de las historias basadas en hechos reales se encuentran en los relatos biográficos. A la par del éxito de la novelización de las biografías en el negocio literario, la televisión y el cine también hicieron crecer sus títulos vinculados con este subgénero conocido como “biopic”.

Historias de hombres y mujeres que destacaron por sus acciones, que se elevaron con luces y oscuridades y que, con el crecimiento del concepto de adaptación, se convirtieron en los modelos favoritos de los ratings y ventas de entradas.

Al igual que sucede con otros subgéneros, no se trata de un relato minucioso, de hechos y momentos certificables de las personas que son abogadas, sino una dramatización de esa vida. Películas como Nixon, Amadeus, Capote, Frida, Bohemian Rhapsody,  o la actual serie Dahmer (en Netflix), acerca del asesino serial, por caso, son claros ejemplos de este tipo de relatos.

La precisión en el dato, el detalle de fechas y eventos más los testimonios de especialistas o testigos del momento se reservan a la órbita de las películas o series documentales. Ahí hay una diferencia sustancial porque, si bien hay un relato construido (también es una forma de ficción), su rigurosidad con el hecho que se toma como referencia es mayor. Juegan otros elementos a tener en cuenta en la estructura narrativa.

Las ficciones basadas en hechos reales están, por cierto, más vigentes que nunca y, dado el momento de necesidad de contenidos, con una proyección de futuro nada despreciable gracias a la expansión de las plataformas.

Quedará por ver si se acercan más a una obra maestra como Toro Salvaje, el relato de Martin Scorsese acerca del boxeador Jake LaMotta o serán más como El Quinto Poder, el fallido acercamiento a la vida de Julian Assange. Todo un desafío.  

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