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Elecciones de Argentina 2023: del hartazgo al miedo hubo un(a) PASO

En la campaña, el peronismo se mostró como una fuerza alineada y con un objetivo claro: preservar su poder.

Elecciones 2023
Elecciones 2023 EE
Facundo Gabriel Galván 23 octubre de 2023

La construcción de la alianza Cambiemos como espacio unificador del "no peronismo", para las presidenciales de 2015, logró aprovechar estratégicamente la falta de coordinación entre el peronismo federal y el kirchnerismo. 

Sin embargo, apenas cuatro años después de su creación, la reunificación del peronismo volvió a dejar a esa alianza electoral en un lugar de oposición, aunque finalizaba 2019 con un capital levemente por encima de un nada despreciable 40%.

El peronismo, en cambio, en las generales de 2023 se acaba de plantar como la opción electoral más consistente para detener a la antipolítica. No hay que olvidar tampoco que la candidatura de Sergio Massa no estuvo exenta de desafíos tales como: 

1) Ser responsabilizada de dejar a su fuerza política en la tercera posición de las PASO.

2) Ser fuertemente resistida por el entorno presidencial.

3) Ser el Ministro de Economía de un país con elevada inflación y orillando una mega devaluación. 

4) Integrar un partido peronista disidente (el Frente Renovador) el cual ha competido en contra del PJ oficial en numerosas elecciones. 

Sin embargo, nada de eso importó. El peronismo se mostró estas semanas de campaña como una fuerza alineada y con un objetivo claro: preservar su poder. De ese modo logró desarrollar una estrategia adecuada para llegar con vida al balotaje. El recuento provisional de resultados arrojó la cifra de 36,68% una cifra que lo eleva muy por encima del 27,28% que había alcanzado en las PASO de este año (Ver Tabla 1). Los casi tres millones de votantes que ahora optaron por Massa pueden explicarse por un mayor nivel de participación (quienes votaron en las PASO) pero también se puede adjudicar a transferencias desde la única fuerza política que perdió volumen entre las primarias y las generales (Juntos por el Cambio). 

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Sin embargo, ni la pérdida de Juntos por el Cambio (600.000 votos) ni los nuevos tres millones de Massa resultan tan estratégicos para explicar el resultado del domingo como el voto de Milei, que si bien sumó medio millón de sufragios desde las primarias, persiste igualmente en torno al 29%.

De modo que mientras La Libertad Avanza se estancó y Unión por la Patria se amplió en diez puntos, Juntos por el Cambio se retrajo. La campaña de Patricia Bullrich claramente no convenció, puede haber quedado desenfocada y atascada en una grieta que, en 2015, sí constituía un argumento suficiente para un posicionamiento ganador pero que hoy ya no moviliza. Esto sumado a un liderazgo que no estuvo a la altura de un debate muy exigente y de una campaña de primarias destructiva (con Rodríguez Larreta) para un electorado volátil, con poco margen y paciencia con los internismos. 

La motosierra con la que Milei amenazaba con talar el bosque de la "casta política", perdió potencia en medio de una campaña plagada de errores, escándalos y un tanto caótica en sus segundas líneas, esto terminó por rebanarle (por accidente) algún dedo de su propia mano. 

Massa, en cambio, logró ordenar sus filas y encontrar un tópico discursivo acorde para movilizar el principal temor (el económico) del electorado. 

Pero no fue sólo eso, es honesto decir que tuvo no sólo los recursos burocráticos habituales del Estado, sino que la política económica entera del país estuvo a su disposición como herramienta de campaña.

Los escándalos de "yates" y "tarjetas" no movieron un ápice al electorado, de hecho el único "número mágico" digno de apreciar fue el 36% con el cual Massa remontó la histórica derrota peronista de hace apenas un par de meses en las PASO. Pese a todo Juntos por el Cambio se mantiene, por ahora, como un partido con capacidad de triunfo en la arena subnacional. En el mismo acto electoral en el que se perdía la posibilidad de acceder al Ejecutivo Nacional, y era liquidado en la Provincia de Buenos Aires, triunfaba en Entre Ríos y en Ciudad de Buenos Aires. Esa misma marca que hoy tiene bajo su control una decena de distritos argentinos, está ahora al borde de la ruptura por un efecto que la Ciencia Política conoce bien: el impulso centrífugo. Los radicales anunciaron su rechazo a Milei casi con la misma vehemencia que algunos sectores halcones del macrismo apuestan al libertario para poner fin al kirchnerismo.

¿Qué pasa, entonces, si se rompe Juntos por el Cambio?

Hace dos décadas Juan Carlos Torre [1] nos legaba una de las miradas más robustas sobre la crisis del 2001: el derrumbe del sistema de partidos había sido parcial, y afectó -principalmente- al electorado "no peronista". Por el contrario, el peronismo, aún en ese contexto de hartazgo y "que se vayan todos", mantuvo su competitividad electoral. Este domingo, sin dudas, ratificó su capacidad para triunfar en comicios guiados por el hartazgo: esa virtud la mantiene plenamente vigente. 

Por su parte, las fuerzas políticas "no peronistas" deben decidir si nuevamente dejan huérfanos a quienes los apoyaron desde 2015. Un "divorcio" de Juntos por el Cambio puede implicar una nueva horfandad de su electorado, y dejarlo a merced de reciclarse en el seno de una coalición de uno de sus "padres" (la UCR) con el peronismo o, en el extremo opuesto, de una alianza de su otro progenitor (el PRO) con los libertarios.

Con el nivel actual de territorialización, y en el marco del consecuente juego multinivel resultante, del sistema de partidos argentino, ¿puede dar lugar a un escenario de persistencia de Juntos por el Cambio en algunos distritos mientras se diluye en el orden nacional? 

Esa respuesta es clave para entender el alineamiento de fuerzas de los próximos cuatro años. La elección complementaria que se avecina sin mayor descanso en unas semanas por segunda vez desde su introducción en la Reforma Constitucional de 1994, implica un paso definitorio para el mandato presidencial que inicia el 10 de diciembre. 

Que los 40 años de democracia que se cumplen en esta semana nos encuentren con elecciones y partidos fuertes, apostando a la una ciudadanía comprometida con los valores republicanos, y no con el miedo, el hartazgo o la apatía.


[1] https://www.jstor.org/stable/3455908

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