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El aporte de la agroindustria es enorme y puede ser aún mayor

Hacia adelante, de acuerdo a las proyecciones elaboradas por la Fundación INAI (ERAMA), la producción de los principales granos de Argentina podría crecer 23%, llegando en 2027/28 a 150 millones de toneladas.

01 julio de 2019

Por Agustín Tejeda Rodríguez Economista Jefe de la Bolsa de Cereales  y Nelson Illescas Director de la Fundación INAI

Argentina es un país privilegiado en materia de producción agroindustrial. Su dotación de recursos naturales, dada por las excelentes condiciones del suelo, climas y ambientes favorables para la producción agropecuaria y disponibilidad de agua, sumada a un modelo de negocios dinámico e innovador y al desarrollo de una fuerte institucionalidad, han permitido el surgimiento de una agroindustria competitiva a nivel mundial.

Los altos niveles de producción y exportaciones que se han generado gracias a estas condiciones, le han dado a la agroindustria argentina un lugar de relevancia en los mercados internacionales y la economía local. El sector ha adquirido una importancia estratégica para el país, representando el 60% de las exportaciones totales. Asimismo, Argentina es el primer exportador mundial de harina y aceite de soja, el tercero de maíz, y se encuentra en los primeros puestos en muchos otros productos de más de 32 cadenas agroindustriales.

Para crecer en el largo plazo resulta imprescindible tener una orientación exportadora, hoy ya se encuentran límites en un mercado internacional altamente competitivo para colocar la creciente producción nacional.

Pero la contribución de la agroindustria a la economía podría ser aún mayor. Argentina puede consolidarse como líder mundial en la producción y exportación de bienes y servicios agroindustriales saludables y de alta calidad, producidos de manera amigable con el medio ambiente, si se toman las medidas de política necesarias para superar los desafíos que se presentan y alcanzar el potencial. De esta manera, el sector agroindustrial promoverá el desarrollo sustentable del país, evitando las recurrentes crisis de nuestra balanza de pagos.

¿Qué podemos esperar para los próximos 10 años?

La eliminación de las trabas a las exportaciones, adoptada a finales de 2015, inició un virtuoso ciclo de crecimiento. La producción y las exportaciones agroindustriales llevan ya cuatro campañas consecutivas de crecimiento, en un contexto de precios internacionales más bajos, gracias a la mejora en los incentivos provocada por estas medidas.

Hacia adelante, de acuerdo a las proyecciones elaboradas por la Fundación INAI (ERAMA), la producción de los principales granos de Argentina podría crecer 23%, llegando a 2027/28 con 150 millones de toneladas, de mantenerse vigentes las actuales tendencias y políticas. Aumentos importantes también se registrarían en la producción de aceites y harinas vegetales, carnes y lácteos.

Ahora bien, ¿qué podría suceder si se adoptan políticas en materia de infraestructura y logística que lleven los costos a niveles comparables con los de nuestros competidores? ¿Y si se brindan herramientas para mejorar la gestión del riesgo agropecuario e incentivos para una mejora en la adopción de tecnología? Según los análisis de la Bolsa de Cereales y la Fundación INAI, con condiciones macroeconómicas adecuadas, un marco institucional que brinde certidumbre, y la implementación de políticas que incentiven la producción y la inversión, especialmente el cierre de las brechas que hoy existen en los paquetes tecnológicos adoptados por los productores, las tasas de crecimiento para la próxima década podrían duplicarse y hasta triplicarse.

Pero un gran desafío para que esto suceda proviene de los mercados externos. Sea bajo un supuesto de continuidad o en escenarios alternativos de mejoras tecnológicas o logísticas, lo que se observa es un potencial de crecimiento significativo de la producción local, que excede ampliamente la demanda interna, convirtiendo a las exportaciones en su principal destino. Por lo tanto, para crecer en el largo plazo resulta imprescindible tener una orientación exportadora. Ya hoy se encuentran límites en un mercado internacional altamente competitivo para colocar la creciente producción nacional.

Acceso y consolidación de mercados

Pensar en mercados externos significa no sólo acceder a nuevos destinos sino fortalecer los existentes. En materia de relacionamiento externo, poseer acuerdos de libre comercio (ALC) con países que representan menos del 10% del PIB global coloca a Argentina en una situación desventajosa frente a sus competidores, ya que puede significar que se le cobre aranceles más altos o se impongan otras barreas no arancelarias. Si bien los ALC no resuelven en su totalidad estas barreras, habilitan una vía de discusión mucho más ágil, como también generan un entorno más confiable y de mayor estabilidad gracias a vínculos más estrechos entre socios.

Ahora, debe reconocerse que la senda de negociaciones iniciada por el Mercosur parece ser la correcta. Al histórico acuerdo alcanzado con la Unión Europea, se le suman las tratativas con Canadá, EFTA (Suiza, Noruega, Liechtenstein e Islandia), Corea del Sur y Singapur. Con diversos grados de avance, estos acuerdos servirán para que el Mercosur sacuda su letargo negociador, tras más de una década de no lograr acuerdos comerciales de relevancia.

De todas maneras, los mercados más dinámicos y relevantes a futuro para el sector agroindustrial se encuentran en Asia y Africa. Y allí es donde deberá apuntalar su presencia Argentina, a través del bloque. Existen ya dos acuerdos de preferencias fijas que podrían ser profundizados, como el acuerdo con India y el firmado con SACU (Sudáfrica, Namibia, Botsuana, Lesoto y Suazilandia), pero es necesario ir por más. Una definición estratégica de a qué mercados enfocarse y con qué países negociar, va a permitir al sector lograr alcanzar su potencial e incluso superarlo.

Ahora bien, la creciente incertidumbre que brindan las tensiones comerciales, financieras y geopolíticas, con el conflicto comercial entre Estados Unidos y China a la cabeza; el cambio climático, que agrega riesgos a una actividad de por sí ya riesgosa como la agricultura y la falta de competitividad, sea por medidas de política internas (como los derechos de exportación), externas (aranceles, medidas no arancelarias y estándares privados) o cuestiones vinculadas a infraestructura y logística, ponen de manifiesto la necesidad de una estrategia clara en materia de producción y comercio para los años que vienen. Si los incentivos son los correctos, la agroindustria va a estar a la altura del desafío exportador.

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