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Waters vs Gilmour

Pink Floyd: la confrontación infinita

Un tuit de Polly Samson, la esposa del guitarrista de Pink Floyd David Gilmour, desató una nueva confrontación con Roger Waters. Una pelea que lleva años pero que ahora abre una nueva página en el marco del nuevo orden mundial. Egos, celos, millones y promoción en partes iguales.

Waters y Gilmour, con Mason (batería) y Wright (teclados): eran otros tiempos
Waters y Gilmour, con Mason (batería) y Wright (teclados): eran otros tiempos
Pablo Manzotti 12 febrero de 2023

"How I wish, how I wish you were here

We're just two lost souls

Swimming in a fish bowl

Year after year

Running over the same old ground

What have we found?

The same old fears

Wish you were here" 

(Como quisiera que estuvieras aquí. Somos solo dos almas perdidas, nadando en una pecera, año tras año. Corriendo sobre el mismo campo viejo, ¿y qué hemos encontrado? Los viejos temores de siempre. Quisiera que estuvieras aquí). 

Fragmento de la letra de la canción "Wish You Were Here", composición del álbum de Pink Floyd del mismo nombre del año 1975.

Lejos. Muy lejos de ese lirismo de la década del setenta dónde esos amigos se lamentaban por la ausencia de ese compañero al que querían tanto, aparecieron otras líricas salidas de cuestiones y pensamientos viperinos. 

Esta semana Polly Samson, esposa del guitarrista David Gilmour y letrista ocasional de Pink Floyd, disparó munición dura contra el otro integrante, el otro más visible fundador del grupo, Roger Waters.

Decidida a no dejar que la mecha de la discordia se apague, revolvió esa eterna disputa y apuntó como es común en estas épocas, desde la ametralladora de las redes sociales. Fue en un tuit en el cual, dice, textualmente, que Waters es "antisemita hasta la médula" y "apologista de Putin". Y, como si eso fuera poco, lo describe como "un megalómano mentiroso, ladrón, hipócrita, evasor de impuestos, cantante de playback, misógino y envidioso". Conociendo a Waters, lo más probable es que lo que más le haya molestado es la acusación de playback.

¿Qué hizo su marido, David Gilmour? Citó el tuit desde su cuenta oficial: "Son todas demostrablemente ciertas". No solo apoyó la moción sino que redobló la apuesta.

De Waters llegó un formal comunicado en forma de respuesta en el que niega toda acusación y da a entender que seguirá la trifulca por vía legal. 

Lejos, muy lejos de aquella profundidad del grupo que nace de la psicodelia de los sesenta para introducir los mejores sonidos del rock sinfónico de altísimo vuelo.

Una guerra que va por las cuatro décadas

Quién piense que esto es una estrategia comercial más, está muy equivocado y desconoce profundamente la lógica de supervivencia de los dos nombres principales de Pink Floyd, una de las bandas musicales más importantes de la historia de la música. 

Un conflicto que arrancó en 1984, cuando Roger Waters anunció que dejaba el grupo. Listo. Portazo y a otra cosa. Waters ya había marcado la cancha con discos de inspiración autobiográfica como The Wall (1979), también un súper éxito comercial. Su salida lo convenció que el final de la banda era un hecho. Pero no: los otros dos miembros oficiales, Gilmour y el baterista Nick Mason, decidieron seguir. Y, encima, recuperaron incluso al tecladista Rick Wright, miembro original que había sido expulsado...por Waters, por supuesto.

Casi cuatro décadas de conflictos ridículos (como el de la portada de Animals y el uso del cerdo/globo gigante, un disco de 1977) en las que cruzaron dardos tanto en televisión como en prensa gráfica y publicaciones especializadas. 

El amigo común Bob Geldof logró convencerlos de generar la reaparición de la formación clásica en 2005, en el Hyde Park londinense, como parte de Live 8, que se desarrolló en tres continentes por la cancelación de la deuda de los países pobres. 

Irresistible para Waters acercarse a una causa noble y ayudar a levantar su perfil de corrección política en proporción directa con su megalomanía. 

Por otro lado, fue la manera de retomar un poco el control de la marca Pink Floyd que él creía muerta y que no para de generar millones y millones de dólares en la industria con reediciones constantes de sus clásicos. 

Pero la soberbia de Waters y el hartazgo de Gilmour de sus caprichos nunca permitieron que la cosa fuera mucho más allá. 

El hombre de hierro

En 2012, en una de sus presencias en Argentina, Roger Waters batió un récord: realizó un espectáculo en el estadio River Plate, lleno total, durante nueve noches consecutivas. Ese récord se rompió recién en 2022, el año pasado, con el show de Coldplay, que tuvo diez conciertos seguidos. 

Hasta Coldplay, Roger Waters tenía el récord de nueve noches consecutivas en el Monumental
Hasta Coldplay, Roger Waters tenía el récord de nueve noches consecutivas en el Monumental

En ese concierto, Waters echó mano de su creación máxima y presentó The Wall con una puesta escénica tremenda, impactante. Y con un concepto que lo tenía como protagonista único, micrófono en mano, frente a los miles y miles de personas que adoraban su figura esbelta y el relato autobiográfico. Un símbolo de esa megalomanía que lo acompaña desde siempre, quizá la parte de la descripción de Polly Simpson que no da lugar a discusión alguna

El perfil político de Waters se ha hecho más y más expuesto en los últimos años. Además de participar en cuanto campaña se lo convoca en los diferentes países a los que lleva sus presentaciones (por lo que es acusado de demagogo publicitario), comenzó a navegar las aguas del escándalo y la confrontación a la corrección política occidental todo lo posible. 

Apoya activamente al movimiento conocido como BDS, que exige Boicot, Desinversión y Sanciones para el Estado de Israel en tanto y cuanto no se resuelva la cuestión palestina, que, en todas las declaraciones públicas, describe como "genocidio" y "apartheid". El año pasado dijo que Pekín está en su derecho de invadir Taiwán: "China respeta más los derechos humanos que Estados Unidos y cuenta con el respaldo de la comunidad internacional". Suavecito como para romper el hielo.

Su última actitud muy repulsiva fue su posición ante la guerra de Ucrania. Cuando se produjo la invasión, en febrero, Roger Waters llamó "gánster" a Putin. Pero, luego de vaya a saber por qué, giró en el aire y amplifica todos los argumentos rusos. Decidió convencerse y convencer que la actitud rusa es correcta frente a los atropellos de la OTAN y la represión de la población rusoparlante más la abundancia de nazis en Kiev. No obstante se puede decir que ese cambio de postura también obedece a la confrontación con sus viejos amigos y, principalmente, con su archienemigo, David Gilmour. 

Waters se desencajó cuando vio que Pink Floyd sampleó al vocalista ucranio Andriy Khlyvnyuk en el tema Hey, Hey, Rise Up!, destinando los beneficios a una organización caritativa para paliar los efectos de la guerra. No toleró quedarse afuera de semejante acto de relevancia internacional. 

Astuto, aprovecha este alto perfil que lo coloca en los portales de todo el mundo para echar mano a la obra maestra del grupo: Dark Side Of The Moon, al que está regrabando con nuevas ideas, algunos experimentos, voces femeninas y un acercamiento a un costado más pop y electrónico, lejos de los manejos sinfónicos de su amigo ya lejano en el tiempo, el viejo y querido David que sigue aprovechando hasta la última gota del fluido rosa de la marca Pink Floyd

 

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