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Dragon Ball y el animé: ¿un fenómeno popular o producto exclusivo para fanáticos?

Con una serie animada que comenzó a transmitirse en la década de 1990 por la señal de cable Magic Kids, Dragon Ball construyó legiones de fanáticos en Argentina a través de las décadas. El suceso es mundial, pero aún hay límites que la franquicia no puede superar.

¿Este suceso representa un éxito pasajero, una casualidad o la irrupción en un mercado de un producto cada vez más grande y mainstream?
¿Este suceso representa un éxito pasajero, una casualidad o la irrupción en un mercado de un producto cada vez más grande y mainstream?
Pablo Planovsky 01 septiembre de 2022

La noticia, que sorprendió en el mundo del cine de Argentina, fue que la nueva película con Adrián Suar, 30 Noches con mi ex, perdió en la taquilla local contra un animé. La película de animación japonesa en cuestión es Dragon Ball Super: Super Hero, la nueva adaptación para la pantalla grande basada en el manga y los personajes creados por Akira Toriyama. 

El interrogante del éxito recae sobre la popularidad de los fanáticos del animé llamados otaku, un término peyorativo acuñado en Japón que trascendió fronteras y supo lograr identidad cultural propia.

¿Este suceso representa un éxito pasajero, una casualidad o la irrupción en un mercado de un producto cada vez más grande y mainstream?

La primera aclaración para entender este fenómeno comercial es que la película de Suar estaba en su segunda semana en cartelera que (salvo casos muy puntuales donde el boca a boca hace que la recaudación crezca o no pierda tantos espectadores) suele vender menos entradas comparada con la semana de estreno. La ópera prima de Adrián Suar como director tuvo el mejor arranque en venta de entradas para una película nacional desde enero de 2020, cuando se estrenó El Robo del Siglo. Más de 500.000 espectadores en dos semanas no es una mala cifra para 30 noches con mi ex.

En segundo lugar: la franquicia de Dragon Ball no es nueva. El primer manga fue publicado en 1984 y desde esa fecha disparó un universo que reúne videojuegos, películas, juguetes y estableció a sus personajes como algunas de las figuras japonesas más reconocidas en todo el mundo. 

Fortnite, uno de los videojuegos más populares a nivel internacional que crece día a día con la cultura del crossover, añadió skins (trajes para vestir a los personajes, que se adquieren por separado) de Dragon Ball para promocionar el estreno de esta película en Estados Unidos.

Los videojuegos de pelea basados en la franquicia, Dragon Ball Xenoverse 2 y Dragon Ball FighterZ, acumulan más de 16 millones de copias vendidas, una cantidad considerable dentro del género al que apuntan.

Con altos y bajos, el cine no es un espacio nuevo para la saga de las esferas del dragón: más de 20 películas, incluyendo mediometrajes, largometrajes, y una adaptación live action hecha en Hollywood que supuso uno de los puntos más bajos de la marca. 

A nivel artístico y comercial el fracaso de Dragonball Evolution, película rechazada hasta por sus propios actores, probó que no siempre basta aprovechar el nombre de un producto para lograr el éxito. Pero la vigencia de la franquicia demuestra que Dragon Ball ha sido acompañado por distintas generaciones en varias pantallas. 

El gancho para atraer a nuevas (y viejas) generaciones de nuevo a la pantalla grande fue la figura del creador, Akira Toriyama, comprometida de nuevo con el desarrollo artístico de las nuevas temporadas del animé en la televisión y el cine.

La fusión de Hollywood con Dragon Ball

Con una estrategia de marketing idéntica a la que apunta Hollywood cuando revive los clásicos (de Star Wars a Jurassic Park, entre muchísimas franquicias contemporáneas), las películas de Dragon Ball desde el año 2013 apelan a la nostalgia que recupera viejos personajes del animé para darles nuevo protagonismo. 

Dragon Ball Super: Broly, estrenada en 2018, recaudó más de US$ 122 millones en todo el mundo y se mantiene como la más taquillera de la franquicia. El secreto es la “incorporación” de varios personajes prexistentes que habían aparecido por primera vez en películas animadas oficiales del estudio Toei, en 1993 y 2006, pero ahora concebidos bajo la mirada de Toriyama, el creador. 

El artista reintrodujo al canon personajes populares que no fueron creados por él, pero crecieron como algunos de los más queridos por los fanáticos, que son los únicos preocupados por saber qué personaje o historia responde al “canon” de Dragon Ball.

Dragon Ball Super: Super Hero también fue un éxito en los cines de Estados Unidos. Recaudó más de US$ 30 millones en su primer fin de semana para quedar ubicada como la película con el mejor arranque en ventas en USA de toda la saga. Las cifras en todo el continente americano, en especial en América del Sur y México, hacen pensar que Dragon Ball es un fenómeno de masas que está lejos de ser considerado un nicho. Pero un análisis más certero parece indicar que todavía es consumido por los fanáticos. 

En la segunda semana la recaudación de Dragon Ball Super: Super Hero, en Estados Unidos, se desmoronó casi 80%. Las caídas tan abruptas en menos de una semana son cada vez más frecuentes para las películas de Marvel: los fanáticos, alimentados también por el miedo a los spoilers en las redes, son los que llenan las salas durante los primeros días. El “desplome” de Dragon Ball en taquilla, después de un estreno estelar a nivel comercial, parece marcar también los límites del público que lo consume.

Distinta es la situación económica de la película en Japón. Los nipones, por supuesto, tienen una relación más afianzada con las películas de animé. En el país del sol naciente Dragon Ball Super: Super Hero también tuvo un buen arranque, pero una caída peor que las tres películas anteriores. 

Los números japoneses no son tan buenos: la venta de entradas de esta película fue la más baja de los últimos 25 años para Dragon Ball en Japón, el lugar donde ninguna película de Goku y compañía figura entre los animé más taquilleros de la historia. 

Los animé más exitosos

Ante el desempeño de todas las películas de Dragon Ball en Japón, se puede argumentar que hay más interés por Dragon Ball en otros mercados. Dragon Ball Super: Broly es, a nivel internacional, la decimoquinta película de animé más taquillera de la historia (sin ajustar inflación). Los números del título más exitoso están lejos de los que lograron las producciones de Studio Ghibli como El Viaje de Chihiro (fenómeno global que es, hasta la fecha, el único animé que ganó el Oscar) o El Increíble Castillo Vagabundo, ambas dirigidas por Hayao Miyazaki, el mal nombrado “Walt Disney japonés”.

La película de animé más taquillera de la historia (de nuevo: sin ajustar la recaudación por inflación) es Demon Slayer: El Tren del Infinito, que superló los US$ 500 millones en todo el mundo. 

La película es un puente narrativo que une la primera temporada con la segunda de la serie que adapta el manga del mismo nombre. Se estrenó en 2020, el año de la pandemia, cuando los pocos cines que no habían cerrado sus puertas luchaban por atraer al público a las salas. A nivel global fue la más taquillera del año y superó, entre otras, a Tenet, de Christopher Nolan. 

Para sumar una rareza más: la misma película (extendida) luego integró los primeros capítulos de la segunda temporada de la serie. En Argentina, considerando la época en la que se estrenó, tuvo cifras aceptables (aunque los pocos más de diez mil espectadores en más de un mes en cartelera estén lejos de los 400.000 que llevó Dragon Ball en una semana).

Creer que el animé es un fenómeno de un nicho no sería del todo acertado, pero tampoco suponer (por ahora) que es un consumo cultural popular y masivo, que va más allá de los fanáticos.

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