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¿Ubicados en tiempo y espacio?

El kirchnerismo, en todas sus versiones, está infectado del virus de la violencia. Al macrismo le pasa lo mismo.

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Carlos Leyba 15 julio de 2022

Ubicación es señal de consciencia. Aquí y ahora, esa “ubicación” está ausente en el discurso político, en los medios de comunicación, en la conversación social. 

Tenemos una conversación “autista, doctrinaria y dogmática”, que excluye la presencia y la escucha del otro. Negamos “el discurso” (discurrir) sea un ida y vuelta. La conversación requiere la voz del otro y que cada enunciado incluya un signo de interrogación (H. Arendt; Byung-Chul Han).

Hoy “la moda”, fugaz y superficial, es el autoritarismo libertario. 

Arrastramos 48 años de decadencia. En ninguno de esos años ha habido una mejora en un indicador que no haya sido más que compensada negativamente por el estrepito de otro indicador de mayores consecuencias. ¿Se acuerda de la estabilidad efímera? Le sucedió la pobreza en continua expansión. Anfetaminas para adelgazar.

La descomunal pobreza, el deterioro de la educación, el derrumbe económico y la chatura de los miembros de la elite política son evidencia. Me tienta recordar: Raúl Alfonsín eligió como su portavoz a José Ignacio López y Alberto Fernández, a Gabriela Cerruti. Una medida del descenso. 

Economistas e historiadores coinciden que desde 1975 la economía argentina está en decadencia, como todo, multicausal y multidimensional. 

G. della Paolera y R. Cortés Conde, en “Nueva Historia” (pag. 25), dicen que la economía ha tenido un “notable pésimo comportamiento luego de 1975”.

Entonces se abortó una década de progreso económico y social, gobernada por democracia restringida, dictaduras, democracia plena, y bajo el asedio de la guerrilla urbana, terrorismo y asesinatos. 

La fortaleza estaba en el implícito consenso económico y social sobre industrialización y Estado de Bienestar. El quiebre cultural se produjo a mano de los Montoneros y la represión genocida. Una tijera de violencia que terminó con el consenso del progreso colectivo.

J. Katz y B. Kosacoff, dicen, en “El proceso de industrialización en la Argentina”, que la de 1964/74 “constituye sin duda la etapa más exitosa del proceso de industrialización” (…) “ningún año en el que la actividad económica haya experimentado una caída de nivel absoluto” (…) “la tasa anual de crecimiento "entre puntas' alcanza prácticamente al 8%” (…) “crecen, simultánea­mente, la productividad industrial -6% por año a lo largo del período-,  los salarios, el empleo y las exportaciones”.  

En 1974 la pobreza era de 4% y la tasa de desempleo 3%. 

Hoy la pobreza ronda 40% de la población y el desempleo, bien medido, supera largamente el 7%. 

Desde 1975, sin solución de continuidad, se produjo el “industricidio” y se instaló la ideología del Estado de Malestar. Conclusión, el PIB por habitante en 2020 fue igual al de 1974 (M. Rapetti).

La decadencia ha dejado al país sin capacidad de resistencia. 

En este marco, marchas urbanas organizadas por militantes antisistema, en un país de 47 millones de habitantes, proclaman la urgencia de un “salario universal”. La letra la puso Cristina, desencajada por el avance de los juicios que la involucran. 

Lo propuso para 7 millones de personas y al mismo tiempo milita el subsidio energético que involucra US$ 10.000 millones en un año. Fondos que no se pueden asignar a la creación de empleos productivos. 

Domina una relación perversa entre el número de personas y el capital que producen; y el número de las personas que consumen y de los capitales que fugan. Por eso ésta es una economía necesariamente inflacionaria y agotada por la abundancia de escasez.   

Enfrentamos demandas irracionales en la decadencia que nos hace más pobre por el mero transcurso del tiempo. “Naranjo en Flor”: “Toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado”. No somos lo que fuimos. 

La prioridad es construir el futuro. El camino es por la inversión y el trabajo. Eso es gobernar.

Las marchas piqueteras hacen el mismo ruido, de sentido o intereses contrarios, que muchos comunicadores que han centrado su crítica en las medidas anunciadas por Silvina Batakis. 

Ella ratificó la macro acordada con el FMI con el voto de la oposición relevante. 

Uno de los más exitosos periodistas comenzó su crítica a la presentación de la ministro ¡por la ropa que usó en su jura! Frivolidad en tiempos difíciles que habla de la preocupante ausencia de ubicación en el tiempo y en el espacio de quienes participan de la conversación pública, sea por parte de quienes dirigen las movilizaciones piqueteras como por quienes, se supone, sostienen la “racionalidad macro”. 

Ayer jueves, en una entrevista, mi amigo M. A. Broda sorprendió a quien lo interrogaba. 

Broda sostuvo que Batakis había aportado claridad al cumplimiento del acuerdo del FMI y a la baja del déficit fiscal. Algo inobjetable, tal vez insuficiente. 

Desconcertados, porque “la crítica esperada” no ocurrió, apuntaron al encarecimiento de las divisas para el turismo. Miguel Angel, con claridad, dio a entender que cuando hay escasez hay cola y prioridades.

Cito la intervención de Broda porque aportó a la conversación que nos ubica en el “tiempo y en el espacio”. 

Es el acuerdo con el FMI que votó la oposición. No es un “programa”. Insuficiente pero necesario. 

El mercado libre de cambios, abrir la cuenta de capital, hoy son “quimeras”. Propio de quienes ignoran las consecuencias.

A. Prat Gay unificó el mercado cambiario, eliminó las retenciones: aceleró la inflación. Pura ideología, poca economía. Después pagaron el dólar futuro. Aumentaron la deuda externa en US$ 90.000 millones. Retenciones a todas las exportaciones, cepo y defaultearon la deuda en pesos. La necesidad tiene cara de hereje. 

Batakis, Martín Guzmán o Mauricio Macri no tienen o no han tenido programas en el sentido de visión de futuro, objetivos y herramientas. Medio siglo de “déjame a mí” y parches. La economía y la sociedad se desinflaron en ese camino.

En abril de 2020, en una nota, imaginé una filtración de lo “supuestamente” acordado, gestión Fernández, en una inexistente reunión de funcionarios, empresarios y sindicalistas. Imagine un acuerdo grande y generoso. 

Acuerdo refiere a cordial, corazón; consenso, a buscar un sentido común; concertar es hacer cierto algo en común. Nada de eso ocurrió. 

El kirchnerismo, en todas sus versiones, está infectado del virus de la violencia. Al macrismo le pasa lo mismo.  

Volví a aquella nota a causa del anuncio de Batakis de “congelar el empleo público”. Una decisión estratégica. 

Los actores de estos días la han pasado por alto. 

La tercera presidencia de J. Perón bajó el empleo en la Administración Nacional de 507.000 en 1972 a 482.000 en 1974. Economía de pleno empleo. ATE y UPCN deberían saberlo. 

Cuando asumió Fernández, le propuse a uno de sus asesores congelar el empleo público por 10 años como aporte de “la política” para ganar autoridad moral para un acuerdo económico y social.  

En aquella nota simulaba que habían acordado que la prioridad, la condición necesaria era, como hoy, no caer en default. Y que esa “paz financiera” permitiría, imaginaba en ese acuerdo, que la política internacional se materializara con grandes planes de inversiones  y créditos de infraestructura ferroviaria, naval, portuaria y de energías renovables, de equipamiento europeo. Transferencia tecnológica y trabajo argentino. No fuimos por ahí. Cuidado con las fantasías chinas de Mauricio y Cristina.

Imaginé el acuerdo para metas a 7 años: crecer aceleradamente, duplicar las exportaciones y llevar la inversión al 30% del PIB, “pensando la Argentina desde el interior histórico”.

Imaginé que tratarían de erradicar de inmediato la pobreza de los niños: ¡Vida material digna ya! ¡No solamente clases sino vida! Otros países pobres lo hicieron. También lo propuse a un asesor.  

Transformar el Estado a partir del congelamiento del empleo público y reentrenar al personal, identificado como excedente, para tareas prioritarias (educación, salud, justicia, seguridad). Aumentar la productividad social del empleo público. Lo imagine en ese acuerdo inexistente y también lo propuse. 

Imagine la vocación de desarrollo, que habría de curar las causas de la inflación y el desorden fiscal y externo, y que para contener la inflación por expectativas (el tormento de hoy) habría un sistema acordado para que los precios de los industrializados se modificarán por la “exacta incidencia” de los costos; que suspendía las convenciones colectivas por dos años, que se discutieran normas laborales, en particular las vinculadas con el ausentismo y perturbaciones a la productividad y analizar el reemplazo del sistema indemnizatorio por un Fondo de Desempleo que garantice la compensación vigente. 

La clave, además de los convenios de inversión con los países desarrollados, eran leyes de promoción de grandes inversiones industriales, capaces de empujar un nuevo balance demográfico regional, sustitución de importaciones, el desarrollo de la industria.  

Entonces, como ahora, la debilidad del Balance de Pagos obligaba a medidas restrictivas transitorias, depósito previo, valor criterio para las importaciones y normativa que resguarde anticipadamente, como en EE.UU., las consecuencias del dumping. Impuestos internos estampillados a todos los productos finales, producidos en el país o importados, a compensar como anticipo de los aportes previsionales.

Pleno reembolso a las exportaciones y que las retenciones que se aplicaran al sector primario -con un tipo de cambio crawling peg que proteja al mayor valor agregado- ajustadas a las cuentas culturales teniendo en cuenta del costo de los insumos importados. 

Batakis se comprometió a la tasa de interés positiva y a modificar las tarifas para recuperar su costo. 

Lo hizo Perón mientras estuvo a cargo (12/6/74). Por eso el dólar paralelo de mayo de 1974 fue 15% mayor al de mayo de 1973 (con la crisis del petróleo) y la demanda monetaria (M2/PIB) pasó de  15,7% en el segundo trimestre de 1973 a 25,3% en el tercer trimestre de 1974. 

Con los violentos, K o M, la primera pérdida es la de la verdad. ¿Queremos o no el acuerdo? No alcanza. Pero evita el derrumbe. ¿Estamos ubicados?

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