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En economía, con contabilidad no alcanza

En economía, contabilidad no alcanza: el equilibrio fiscal sólo es posible si se compadece con el equilibrio del sistema económico y social. Por Carlos Leyba

Javier Milei en Rosario
Javier Milei en Rosario .
Carlos Leyba 28 junio de 2024

Milei han instalado, en el debate político y la conversación pública, el mérito del superávit fiscal o déficit cero. 

Con excepción de los años de Néstor de superávits gemelos, el déficit cero o el superávit fiscal no eran logros que la política podía exhibir, y menos objetivo de la misma. 

El abuso de las cuentas públicas (empleo público como sustituto de la política de empleo; subsidio generalizado a la oferta de energía y transporte; privatización y politización de ayuda social, etc.) para ejecutar políticas irracionales del uso de los recursos y con impacto negativo sobre la productividad del sistema, prepararon a la sociedad para que el discurso del "superávit fiscal" prosperará y silenciara a la política comprometida con ese abuso. 

Las gestiones kirchneristas quedaron, con razón, en la percepción pública después de dos décadas, como las que apelaron a compensar errores (ausencia de creación de trabajo productivo; reducción de los ingresos reales frente a los costos de los servicios; incremento del desempleo y la pobreza, etc.) mediante abuso de recursos fiscales que, con ausencia de la financiación genuina de tributos, terminaron en incremento de deuda pública y abundante emisión monetaria y su consecuencia social que es el incremento continuado y creciente de la inflación. 

En ese contexto prosperó la respuesta disruptiva de Javier que centró en el Estado el origen de todos los males ("el Estado es una organización criminal") y en la emisión monetaria el vehículo destructivo que producía la inflación y todos los males de la vida material de los argentinos. 

Los menores de 30 años que no habían conocido otra cosa que "la política kirchnerista" y asistido a un crecimiento vertiginoso de la pobreza; fueron seducidos por este mensaje simple que ubicaba la causa del mal y se proponía cortarla de raíz (destrucción del Banco Central, dolarización, "destruir el Estado desde adentro", fin de la emisión monetaria) haciendo que los responsables de los males ("la casta", es decir toda la política desde Hipólito Yrigoyen hasta diciembre 2023) paguen por ello y desaparezcan. 

La Argentina emprende a partir de Javier "un camino de regreso a una época dorada" (identificada por Javier) en fines del SXIX y principios del SXX. El ocaso de esa época de progreso ocurrió, según Milei, con la aparición del populismo político (radicalismo) y el populismo económico a partir de la creación del BCRA (1936). 

El retorno al camino del progreso, según Milei, es cerrar el BCRA y eliminar a "la política". Ese discurso concitó 56% de voluntades que, al incorporar al electorado de Patricia, reclamaron fuertes políticas en materia de seguridad que han incorporado al gobierno a una asesora de Bukele y un viaje de inspiración de Milei a visitar al presidente de El Salvador. 

Las principales encuestas de opinión revelan (dos encuestadoras grandes Poliarquía y Aresco) que, al cabo del primer semestre, los apoyos a la gestión Milei siguen siendo mayoritarios. Si bien otras encuestadoras e inclusive otro enfoque de estudios de opinión revelan crecimiento de la incomodidad social consecuencia de los impactos en la vida cotidiana del descenso del poder real de compra (caída abrupta del consumo) y del nivel del empleo y de actividad. La incomodidad resulta de la demora en los resultados esperados o prometidos.

La confianza de los consumidores (UTDT) por primera vez desde enero cayó en junio (2,8%) y la tasa de desempleo, en el primer trimestre, alcanzó a 7,7%. (Indec). 

Ambas cifras negativas son compatibles con el Índice General de Actividad de Orlando Ferreres, el que registró una caída de 4,4% interanual en mayo, una contracción de 6% para los primeros cinco meses y una caída de 0,8% en mayo con relación a abril. Para la misma consultora, la situación de la industria se contrajo 9,8% en mayo respecto al mismo mes del año anterior y lleva acumulada una caída de 9,2% en los primeros cinco meses y decae 1% en mayo, respecto de abril. Grave. El campo parcialmente compensa, pero el ámbito urbano es el que forma clima social. 

Finalmente, el indicador de inversión de Orlando Ferreres señala una caída de 23,4% en mayo respecto del mismo mes del año anterior, y de 21,1 % en los primeros cinco meses comparados con el mismo período del año anterior. 

Estamos señalando la realidad económica y laboral de los 46, 5 millones de habitantes que somos para los que el promedio (48,5%) de las últimas estimaciones de pobreza (Indec, 41,7%, UCA 55% y UTDT 48,9%) nos dice que los que están sumidos en ella son 22, 6 millones de argentinos. "La mitad" de la población. Una calamidad que el gobierno no mira y acerca de la cual no tiene un discurso. 

El sociólogo y antropólogo Pablo Seman, (Radio con Vos, 26/6/24) quien anticipó -mucho antes del triunfo arrasador de Milei- la existencia de un profundo cambio cultural, que hizo que "la esperanza" estuviera en manos de un "libertario", nos señala que ahora, luego de seis meses de Milei, la decepción de quienes pierden la esperanza, porque los resultados no llegan, producirá el surgimiento de la tristeza. Estos seis meses, dice Seman, han generado (por la cuestión de los movimientos sociales, la estigmatización de la pobreza, etc.) la "interiorización de que expresar necesidades es un error moral". 

Salvando la distancia, en los primeros pasos del programa de Martínez de Hoz (1976) - la primera incursión del liberalismo, tablita, industricidio - era habitual encontrar pequeños y medianos empresarios nacionales, que habían perdido todo como consecuencia del atraso cambiario más la libertad de comercio, sentirse culpables de la propia caída. La publicidad gubernamental en la TV con la silla nacional rompiéndose (por mala) frente a la "sólida" importada que no se rompía, era la campaña de estigmatización de la industria para que los caídos se sintieran responsables y no las víctimas de una política a todas luces equivocada. El discurso mileista sobre la cuestión social va por ese camino.

Ninguno de los términos del decálogo del Pacto de Mayo siquiera se menciona la situación social dramática que atravesamos que, para cualquier persona decente, es el primer problema presente y futuro de la Argentina. 

La mirada no está puesta allí y "ese allí" no es un detalle, es la mitad de la población. 

Mirado desde otro ángulo esta es una sociedad en la que, lo acaba de estimar el Indec, la desigualdad ha llegado a niveles inimaginables: el coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar de las personas, llegó a 0,467 para el primer trimestre de 2024, un nivel de desigualdad que nos aleja a alta velocidad de la sociedad que fuimos con la mayor clase media de América Latina antes del último cuarto del SXX, cuando la destrucción del tejido social fue provocada por el industricidio que hizo sentirse a las víctimas, culpables. Aires de familia con el presente.

El FMI - monitoreando el corto plazo - acaba de señalar, con sutileza de organismo internacional, que el tipo de cambio (el ancla antiinflacionaria) está atrasado y sin un nivel adecuado del mismo, no se acumulan reservas genuinas imprescindibles en un país endeudado; que la tasa de interés negativa conspira contra cualquier programa razonable de estabilización y que la cuestión social no puede ser desatendida en la marcha razonable de una economía. El FMI señala tres atrasos (cambiario, tasa de interés, cuestión social) que desarticulan cualquier intento de estabilización. Es lo que estamos viendo en los días que corren.

Sin embargo el gobierno en el primer semestre tuvo dos logros, el primero los números fiscales tales que el sector público haya dejado de ser, de manera drástica, fuente de emisión de dinero; y el segundo haber logrado, luego del fuerte impacto inflacionario de la devaluación de diciembre, más el aumento del impuesto a las importaciones y la liberación de algunos precios, una reducción de la tasa de inflación que por cierto - sería difícil otra cosa con este enfoque - dista mucho de la estabilidad. 

En este marco, con alto condicionamiento por el encandilamiento "fiscal", los diputados de la oposición dialoguista (u oficialista vergonzante) le darán los votos a Milei, para la continuidad y profundización de los insólitos privilegios fiscales contenidos en la normativa tributaria particularmente el blanqueo, moratoria, bienes personales y, además, el insólito RIGI que lejos de ser un programa de incentivos para las inversiones que reclama el cuadro de desempleo y caída de la productividad, que desde hace décadas nos subdesarrolla, será más una fuente de conflictos que de armonías. 

Es que las votaciones sin convicción no generan -en quienes toman decisiones privadas de inversión - la confianza necesaria. No tienen ni agregan valor. Es oportunismo.

Todo, volviendo al principio, parte de una soberana confusión. El déficit cero o superávit fiscal son una cuestión contable. Lo que importa es el "equilibrio fiscal": poder financiar con recursos que contribuyan, o no entorpezcan, la marcha de la productividad y la competitividad, las actividades (o las erogaciones) que contribuyan o no entorpezcan, la equidad del gasto público. 

Un superávit basado en el impuesto a las importaciones o en la reducción del nivel de vida previo de los jubilados o en la supresión de actividades imprescindibles para el equilibrio social, es una contribución al desequilibrio económico. Igual mantener sistemas perversos de gasto público (o no ingresos) como Tierra del Fuego o las jubilaciones por incapacidad pagadas a personas sanas o las jubilaciones de las moratorias a personas de poder económico que nunca trabajaron por no tener necesidad de hacerlo, es contribuir al desequilibrio económico. 

Nadie debe ufanarse de un superávit conviviendo con la evasión, premiándola con blanqueos y con la mitad de la población en la pobreza a la que se castiga.

En economía, contabilidad no alcanza: el equilibrio fiscal sólo es posible si se compadece con el equilibrio del sistema económico y social. 

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