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La dolarización y el brujo de la tribu

Al igual que los procedimientos de los brujos tribales, dolarizar como solución definitiva al problema de la inflación está rodeada de misterio

La dolarización y el brujo de la tribu
Gustavo Reija 23 abril de 2023

En las antiguas comunidades tribales existía un personaje que detentaba un gran poder sobre el resto de los integrantes del grupo social: el brujo de la tribu.

El fundamento de su poder residía en el secreto que guardaba celosamente sobre los procedimientos que utilizaba para realizar su "magia".

El encanto por las soluciones mágicas, las que son de rápida implementación y escaso esfuerzo, ha sido una debilidad de los seres humanos desde siempre.

En nuestro país, esta característica del comportamiento humano se ha manifestado en numerosas oportunidades en nuestra historia económica y social. 

La creencia en líderes iluminados que podrían solucionar nuestros problemas con el solo hecho de ser designados en cargos de importancia institucional ha sido una constante que ha venido acompañando nuestros reiterados fracasos como sociedad.

Nuestro país es hoy una sociedad en decadencia.

Ya sea que la abordemos desde sus aspectos culturales, sociales o económicos, el diagnóstico que se nos presenta es el de una sociedad que viene decayendo, sin pausa, hace ya muchos años.

Existe un mito que sostiene que, en nuestra caída social, "hemos tocado fondo y sólo queda rebotar". Esta visión es falsa y extremadamente peligrosa.

La realidad es que, para una sociedad, no existe tal fondo. La decadencia no tiene un piso en el cual necesariamente se "rebota".

El cambio de tendencia debe ser impulsado con decisiones sociales y voluntad política. 

De lo que se trata es de que tomemos conciencia del estado en el que estamos y que, a partir de ello, encaremos como sociedad las acciones que permitan respaldar el cambio en la tendencia a través de un poder político que implemente las acciones adecuadas para lograr tal objetivo.

Si de algo podemos estar seguros es que ninguna de esas políticas es "mágica". No se verán soluciones inmediatas. Por el contrario, es necesario tomar conciencia que demandará constancia sostener el proceso de implementación para que podamos ver sus resultados. 

En el debate diario escuchamos decir, por ejemplo, que dolarizar la economía es la solución para terminar con la inflación.

No hay dudas que liquidar ese flagelo es esencial. He sostenido en artículos anteriores publicados en este diario que dicho fenómeno ha convertido al sistema económico en una verdadera fábrica de pobres. 

Pero terminar con la inflación es una tarea compleja que requiere la instrumentación de un plan integral que abarque, con un abordaje sistémico, los planos fiscal, monetario y cambiario. 

Lograr el equilibrio fiscal, tener un Banco Central independiente y generar las condiciones para la existencia de un mercado único y libre de cambios, son objetivos que deben ser alcanzados mediante la instrumentación de políticas que permitan la convergencia hacia una economía ordenada macroeconómicamente y que sirva de base al desarrollo, único camino para eliminar la pobreza y la marginación en nuestro país. 

Dolarizar no soluciona ninguno de los problemas anteriores. 

Por el contrario puede resultar sumamente nocivo al crear la falsa impresión que "mágicamente" los problemas se han resuelto y, de ese modo, postergar la implementación de las políticas públicas que cambien el curso de la decadencia en la que estamos inmersos.

Entonces, ¿cómo es posible que dicha idea monopolice la agenda pública?

Más allá de cualquier consideración técnica, considero que la explicación de la centralidad de esta idea en el debate público reside en el carácter de propuesta mágica que la misma tiene.

Al igual que los procedimientos de los brujos tribales la propuesta de dolarizar la economía como solución definitiva al problema de la inflación está rodeada de una nebulosa de misterio. 

Aquellos que sostienen su implementación rodean a la misma de un manto de niebla conceptual acerca de sus aspectos concretos de instrumentación.

A su vez, crea la ilusión de la "instantaneidad" de la solución, minimizando la necesidad del esfuerzo y constancia que se requerirá para avanzar en el camino de reversión de nuestra decadencia.

No existen dudas que la persistencia de la inflación, a lo largo del tiempo, ha generado una economía bimonetaria. 

Este criterio es compartido por casi todo el arco ideológico de los actores sociales, económicos y políticos.

Pero abordar el problema planteando la dolarización como solución no es el camino correcto y nos aleja de la discusión relevante.

La centralidad del debate debiera ser ocupada por el análisis de las características y calidad de las reformas estructurales a impulsar, en sus aspectos técnicos y niveles de sostenibilidad política e institucional.

La situación a la que nuestra sociedad ha llegado es demasiado grave como para distraernos en un debate que no debiera ser central a la hora de analizar el set de políticas que se requieren para implementar un Plan Integral de estabilización macroeconómica y desarrollo del país.

El camino para derrotar la inflación no tiene nada de mágico. Es un sendero que requerirá esfuerzo en la implementación y sostenimiento de políticas públicas con un enfoque sistémico.

Terminar con la fábrica de pobres, que mes a mes incrementa su producción, debe ser el corazón de cualquier plan de estabilización que se proponga.

Aquellos que sostienen que un plan de estabilización generaría costos sociales debieran considerar que los verdaderos costos sociales son los que hoy estamos generando sumergiendo, día a día, a más argentinos bajo la línea de pobreza y marginación social.

La sociedad argentina no está en condiciones de soportar una nueva frustración a la que la llevaría, inexorablemente, la implementación de una nueva solución mágica y, por ende, falsa de los graves problemas que padecemos.

Es momento de discutir acerca de realidades y posibilidades, no de fantasías.

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