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Biotecnología en Argentina y una nueva reglamentación

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11 mayo de 2021

Por Patricio Murphy (*)

La semana pasada se publicó en el Boletín Oficial una nueva reglamentación a la Ley 26.270 de Promoción del Desarrollo y Producción de la Biotecnología Moderna, sancionada en el 2007. La flamante norma persigue “lograr una efectiva aplicación” del marco de promoción inaugurado por la ley, dotándolo a su vez de mayor “celeridad, claridad y eficacia”.

El Decreto Reglamentario (Decreto 284/2021) reconoce que la biotecnología resulta ser una actividad clave para el desarrollo productivo de diversos sectores de la economía de Argentina. Asimismo, hace hincapié en la consolidación de dicha área a partir de la aplicación efectiva de las investigaciones del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, en los procesos y productos de las empresas del sector.

Argentina posee amplias capacidades para seguir afianzándose en ese terreno. De hecho, el país ha sido reconocido, por parte de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), entre los primeros cinco países con ventajas reveladas, es decir, la cantidad de patentes del sector biotecnológico sobre el total de patentes en general. Este atributo, sumado a los diversos recursos naturales del país, denota el potencial científico y empresarial local para posicionarse como referente regional ?cuando no, mundial- en biotecnología.

Antes de brindar mayores detalles sobre lo establecido por la reciente norma, repasemos algunos conceptos.

Biotecnología tradicional y biotecnología moderna

El Convenio sobre Diversidad Biológica de 1992 define a la “biotecnología” como “toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos”. Ahora bien, es necesario remarcar la diferencia entre biotecnología “tradicional” y “moderna”.

La biotecnología tradicional podría definirse como el empleo de microorganismos para la obtención de un producto útil para los intereses de la raza humana. De hecho, su empleo se remite a los orígenes mismos de esta última, y a partir de la realización de procesos biológicos destinados transformar materia prima en productos finales. Concretamente, el pan o el vino derivan de este tipo de procesos, siendo en estos casos: la fermentación. Aun así, en la antigüedad, estas técnicas derivaban de ensayos de “prueba y error”, y basados en conocimientos rudimentarios a la vista de hoy.

El primer avance radical tuvo lugar en la segunda mitad del Siglo XIX, que coincidió con el desarrollo de la ciencia en términos generales. Las investigaciones de Luis Pasteur sobre la actividad microbiana en los procesos de fermentación, o bien las realizadas por Gregor Mendel que sentaron las bases de la herencia genética, son algunos ejemplos de este periodo de auge de experimentos científicos de mayor intervención en la biología.

En la década de 1950, el salto que supuso el descubrimiento de la estructura del ADN propició el mayor interés por la biología molecular y el funcionamiento interno de los procesos genéticos. A su vez, fue la piedra angular de futuras investigaciones marcadas por la manipulación genética.

En las últimas décadas del Siglo XX, se abrió una etapa caracterizada por la experimentación a través de técnicas consistentes en la modificación y transferencia de genes de un organismo a otro, dando lugar a la denominada “Ingeniería genética”. Frente a estos avances, y para distinguir un nuevo periodo caracterizado por estas nuevas intromisiones, se llega a la “Biotecnología Moderna”.

El nuevo milenio supone el inicio de una era signada por la convergencia entre la biotecnología y otras ramas como la nanotecnología, las ciencias cognitivas y de la información.

La Ley 26.270 incorpora estos cambios coyunturales en su definición propia de biotecnología moderna: “Se entiende por 'biotecnología moderna' toda aplicación tecnológica que, basada en conocimientos racionales y principios científicos provenientes de la biología, la bioquímica, la microbiología, la bioinformática, la biología molecular y la ingeniería genética, utiliza organismos vivos o partes derivadas de los mimos para la obtención de bienes y servicios, o para la mejora sustancial de procesos productivos y/o productos (?)”.

Persiguiendo el desarrollo económico

La biotecnología, entendida a partir de ahora como la “moderna”, es una disciplina que tiene efectos transversales en diversas industrias, observándose sus resultados en productos que forman parte de nuestra cotidianeidad como lácteos con probióticos, detergentes para la ropa, ciertos medicamentos, entre otros.

En lo que refiere a alimentos, la biotecnología representa una vía para su mejoramiento en más de un sentido. Las posibilidades varían desde la mutación de la genética de semillas para propiciar una mayor resistencia de los cultivos, hasta la creación de productos funcionales para una debida alimentación y nutrición. Estas variables no son menores, pues pueden contribuir a paliar el hambre y los déficits nutricionales padecidos por poblaciones en todo el mundo.

En relación a Argentina, se destacan avances relativamente recientes como los del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en la modificación de un gen presente en el cultivo de la papa cuya enzima afecta los valores nutricionales del alimento. También, se resalta el desarrollo de Yogurito Escolar, un alimento probiótico con propiedades funcionales y benéficas para la salud de los/as niños/as en situación de vulnerabilidad. Yogurito Escolar fue el resultado de investigaciones llevadas a cabo por el Centro de Referencia para Lactobacilos (CERELA de CONICET), un instituto prestigioso en la materia ubicado en la provincia de Tucumán.

En el campo de la salud, la biotecnología persigue diversos propósitos que varían desde el fin de diagnóstico (elaboración de kits para detección de enfermedades), terapéutico (desarrollo de medicamentos), regenerativo (desarrollo de tejidos semi-sintéticos, órganos en laboratorio), e inmunológico (producción de vacunas). La biotecnología aplicada a la salud se comprobó de manera clara durante la pandemia de la Covid-19. A nivel local, según la Cámara Argentina de Biotecnología (CAB), tuvieron lugar varias realizaciones en torno a los desafíos traídos por el fenómeno en cuestión. Entre otros, se puede mencionar la colaboración entre el Hospital Garrahan y la firma Héritas para secuenciar veinte genomas de Covid-19 de circulación interna del AMBA y posteriormente depositar los resultados en una plataforma de visualización abierta. Asimismo, la reciente creación de Trebe Biontech, una empresa liderada por científicos/as en alianza estratégica con investigadores de la UBA, configura otro avance local. La empresa, cuya actividad estriba en la colaboración público privada, tiene como objetivo producir a gran escala y bajo costo la proteína Spike del Sars-Cov-2, esencial para el desarrollo de kits de diagnóstico y aplicaciones terapéuticas.

También, la biotecnología se erige como una vía pertinente para sustituir las fuentes de energía no renovables. En tal sentido, el desarrollo de biocombustibles como el biodiesel o etanol no solo ha inaugurado una nueva industria con valor exportable en torno a los productos agrícolas de donde derivan (aceites vegetales, sacáridos en cereales, entre otros), sino que también abre camino a la producción sustentable. En relación a Argentina, la industria del biodiesel ha evidenciado un notable apogeo en los últimos años, siendo en la actualidad un valor destacado en las exportaciones.

¿De qué trata el reciente Decreto 289/2021?

Como fuera mencionado, desde hace más de una década, Argentina cuenta con una ley de fomento de la biotecnología moderna. Su reciente reglamentación busca dotar de mayor ejecutividad y dinamismo a los beneficios que contempla dicha norma, y en pos de promover el impulso de industrias innovadoras que utilizan biotecnología en sus productos.

A tales fines, la reglamentación invita una nueva convocatoria dirigida a empresas que presenten proyectos que involucren biotecnología, y que cumplan con los requisitos de innovación, sustitución de importaciones y potencial exportador.

Los proyectos que sean aprobados por el Ministerio de Desarrollo Productivo, autoridad competente, gozarán de los siguientes beneficios.

- La amortización anticipada del Impuesto a las Ganancias en un periodo de un año.

- La devolución anticipada del Impuesto al Valor Agregado.

- El goce de un Bono de Crédito Fiscal equivalente al 50% de los gastos pagados destinados a las contrataciones de servicios de I+D con instituciones pertenecientes al Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. Este bono, cuya aplicación se concreta por primera vez desde la sanción de la ley, podrá ser aplicado por los beneficiarios por un plazo de 10 años contados a partir de su emisión, y será destinado al pago de montos en concepto de Impuestos a las Ganancias y al Valor Agregado, siempre que se trate de obligaciones posteriores a la fecha de aprobación del proyecto. A su vez, el crédito podrá ser utilizado para el pago de ciertos tributos relacionados a operaciones de importación, en la medida que se trate de insumos, bienes de capital, partes y/o componentes destinados a la fabricación local de bienes, relativos al ámbito del sector de la biotecnología o de algún otro que contribuya, de forma directa al desarrollo de esta.

La reciente reglamentación dispone que los beneficios previstos por la Ley 26.270 para la investigación o producción de bienes y/o servicios en el marco de la norma, no son excluyentes entre sí y podrán ser otorgados de manera concurrente.

Según destaca el ministerio, durante 2019 y 2020 se otorgaron beneficios por $ 300 millones. Para el corriente año, el cupo fiscal asciende a $ 280 millones. Además, señala que Argentina se encuentra dentro de los primeros 20 países del mundo con mayor cantidad de empresas biotecnológicas, superando las 200 empresas.

A futuro

La actual disposición ratifica la puesta en valor de la ciencia, tecnología e innovación en nuestro país. Las leyes para fomento de la Economía del Conocimiento, la más aún reciente para financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, y el reconocimiento a la labor de los científicos e investigadores argentinos constituye un marco, al menos necesario, para aspirar a una economía de mayor valor agregado. En el mismo sentido, la promoción y aspiración a desarrollos de innovación, con involucramiento de los sectores público, privado y académico, crea ilusiones en pos del fortalecimiento de la soberanía científico-tecnológica y su impacto en el desarrollo sostenible y sustentable. Este escenario también coadyuva a que Argentina esté en condiciones de cumplir con los compromisos internacionales encuadrados en los ODS.

(*) Abogado (UBA), especialista en propiedad intelectual y nuevas tecnologías y Coordinador de la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Red Argentina de Profesionales para la Política Exterior

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