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No hay solución sin rumbo

Massa, con su acomodo de escombros, ayuda a la estabilidad de CFK y los senadores con su vocación de servicio contribuyen, por la vía del tabicado judicial, a sostener a Cristina. En esa condición CFK elige a Mauricio; y Macri y su entorno, para sobrevivir, aceptan.

No hay solución sin rumbo
Carlos Leyba 23 septiembre de 2022

Dicen que Cristina le dio a Sergio Massa su aval político por 90 días. Si así fuera, el ministro ya ha consumido 2/3 de su tiempo. 

Lo más notable hasta ahora ha sido su periplo en EE.UU. Satisfactorio. Seguramente, de retorno, podrá encaminar el compromiso con el FMI, lo que no es poca cosa. 

Repitiendo, lo que se ha convertido en una tradición desgraciada, ha viajado por “unos dólares”: la “solución” siempre es “un crédito”. Nada nuevo bajo el sol. Pero la necesidad tiene cara de hereje y la sed de billetes con la cara de Franklin es inagotable para todos...pero un oasis no cambia el desierto. 

Lo que sí pocos han conseguido, buenas agencias buenos pesos, es la foto con Janet Yellen. Un detalle de impacto en casa. 

Localmente, la ingeniería sobre el dólar soja -más allá de los costos -ha cumplido con su objetivo escaso.

Cualquier balance de estos dos meses señala la mejora en el panorama económico respecto de la desafortunada gestión del incomprensible Martín Guzmán. 

Sería injusto -sin aventurar futuro- no decir que estamos mejor. 

Obviamente “estamos mal”. No voy a repetir la catilinaria de cifras espantosas propias de las estadísticas del corto plazo. 

Pero es difícil, sino imposible, decir “pero vamos bien”. Ir bien es ir en rumbo de salida del laberinto de múltiples barreras en el que a cada rato nos extraviamos. Un laberinto de escombros.

La gestión de Massa es acomodar escombros para poder caminar entre ellos. No es el responsable del derrumbe. Despeja. No es poco. 

Pero no sugiere, no parece tenerlo, un programa en toda la dimensión que esa palabra tiene para una situación, heredada, como la que atravesamos. 

No hay líder sin visión. No hay visión sin líder. Si Massa tiene una visión no la ha dado a conocer. Tampoco las hay en oferta. 

Cuando decimos “sin rumbo” queremos decir “sin visión”. 

Argentina navega -navegamos- sin rumbo, huérfanos de visión desde hace medio siglo. Imposible construirla sin ejercicios de futuro. 

Como decía Tulio Halperin Donghi, cuando construimos nuestro gran proyecto del Siglo XIX, lo hicimos con un país pensado. Y cuando en el Siglo XX construimos la gran transformación, que nos hizo acompañar “los 30 gloriosos”, también fue la aplicación de un país pensado. 

La visión es la condición necesaria. Tuvimos vientos favorables. No tuvimos rumbo. Aquí estamos.  

Claramente la poción Massa es insuficiente. ¿En qué se apoyaría?

No repito la ausencia de respuesta para las cuestiones de fondo, estructurales, como la pobreza, la caída colosal de la productividad, la recurrente crisis externa, una economía diseñada para la deuda, etcétera, que es todo lo que está detrás de nuestro interminable presente que, sin programa, no tiene solución. 

El mercado per se no resuelve, por más benéficas que fueran las condiciones que no lo son, las cuestiones estructurales. Ellas requieren de un colosal compromiso público. 

Y es así como se han resuelto a lo largo de toda la historia del capitalismo. De todas las modalidades del capitalismo. Y los escasos períodos en los que se apostado a la renuncia de esos compromisos han tenido como consecuencia la multiplicación de los problemas no deseados: la desigualdad, la pobreza, la extrema concentración. Hablamos de los programas de largo plazo, los planes, las estrategias de desarrollo.

Massa -con su estilo- en definitiva sólo trabaja la “macro”. Tratará de ordenar escombros.

Es esa -hay que reconocerlo- la única preocupación revelada por el conjunto de los economistas, asesores, consultores, elencos que transitan los medios, los ámbitos de la política. Estamos en un circulo vicioso. Estamos bombardeados por esa visión cortoplacista.

Más aún, un destacado sociólogo hace un tiempo - conocedor de todos los ámbitos del poder donde se toman las decisiones - me manifestaba la existencia de “un consenso” en la profesión incluyendo a aquellos prominentes economistas escuchados por la política y de ambos lados de la grieta. 

El consenso se sintetizaba, para el sociólogo, en la resolución de los problemas “macro”. Lo fiscal, lo monetario, lo cambiario y como resultas de ello, el abatimiento de la inflación y en ese marco la recuperación del espíritu inversor. Desatando las fuerzas del mercado.

También las reformas impositiva y laboral: el cambio de régimen. En un segundo paso. 

Es en esa perspectiva, y con imperfecciones la tarea de Massa, a los tumbos, con el aval del FMI “despeja”. Nada más. Y -sin temor lo afirmo- la decadencia es lo que empuja.

Algunos imaginan que -en ese camino- bien podría suceder que la tasa de inflación comenzara muy lentamente a descender, aunque la contrapartida, después de la aplicación de los instrumentos (tarifas, tasas de interés, tipo de cambio, otros subsidios, gasto público) resultara en una disminución del nivel de actividad.

Difícilmente, en los próximos treinta días, la tasa de inflación afloje y el nivel de actividad se derrumbe. 
Entonces, si es que es cierto lo de plazos, CFK  debe decidir si sigue avalando a Massa. Lo deberá hacer con los datos de hoy. 

Avalar a Massa será sostener su logrado compromiso con el FMI. Será eso. No habrá mucho más en treinta días en términos de resultados. 

En ese tiempo, parafraseando a Horacio Rodríguez Larreta, “la presión sobre la Justicia no para”. Es la presión de CFK y sus devotos seguidores. No se trata de mejorar nada. Se trata de tabicar a la Justicia. Cristina logró avanzar en la marcha hacia la desfiguración de esta Corte Suprema. 

El propósito no es, por cierto, lograr nombrar once supremos afines. Es imposible. Y nadie pretende lo imposible.

Once serían los necesarios para garantizar que la Justicia resuelva favorablemente todos los juicios. 

Lo que importa hacia adentro del Frente es que la nueva norma pueda “neutralizar”. Esa percepción de que hacia allá vamos puede tener la virtud de unificar a todo el Frente fortaleciendo la conducción de CFK, aunque la economía erosione los salarios con la inflación y achate el empleo con la debilidad de la economía. 

Las filas partidarias, con ese cambio neutralizante de la Justicia, pueden alinearse disciplinadamente frente a la fortaleza que le brinda la solvencia de la parálisis judicial a pesar de la debilidad de la economía. 

En última instancia es más fácil -en todo sentido- cambiar leyes, sumar parlamentarios, que cambiar el rumbo socialmente declinante de la economía.

Los juicios desvelan a Cristina. Pero fundamentalmente la debilitan ante los propios si, como es previsible, la economía lejos de compensar los males los mantiene constantes o los empeora. 

Massa, por lo menos, tiene que mantener el espíritu de que algo puede mejorar. Y en las últimas décadas eso significa que el FMI te escucha y presta. Massa logró lo que otros no lograron (R. Alfonsín, D. Cavallo, J. Remes) y sufrieron las consecuencias. Massa aprobó. Por ahora se mantiene. 

Esquiando en el descenso CFK se apoya, entonces, en dos pies. Con uno tabicando a la Justicia a futuro. Con el otro logrando que la economía, maltrecha, no se desmadre. Es poco. Es lo que hay. Pero del otro lado nadie suma. 

El atentado a CFK no logró sumarle votos y simpatías propio de los que han logrado siempre las víctimas. Sigue teniendo el rechazo al tope.

Pero -para desgracia de la oposición- la continuidad de Mauricio Macri en el candelero logra que el kirchnerismo y la oposición les asignen el liderazgo a las dos personas más rechazadas de la política argentina. 
Massa, con su acomodo de escombros, ayuda a la estabilidad de CFK y los senadores con su vocación de servicio contribuyen, por la vía del tabicado judicial, a sostener Cristina. 

En esa condición CFK elige a Mauricio; y Macri y su entorno, para sobrevivir -siempre es así- aceptan la elección y ambos diluyen toda posibilidad de pensamiento que escape de la insólita alternativa de elegir liderazgos entre dos personas rechazadas por la mayoría y sin visión. 

Líder es quien aspira y puede conducir un proyecto, una visión del país, una luz para salir de este laberinto. Cristina en casi 20 años de política protagónica no pudo ni siquiera verbalizar un proyecto y nada hizo para que alguien lo piense y lo provea. 

Mauricio, si bien con muchos menos años en la cúspide, ha dado suficientes señales de coincidir con los K en que la visión de estadista no es una preocupación a resolver. No hace falta describirlo.

En estos días y en este insólito contexto de la violencia verbal desatada a partir del atentado a CFK, el retorno de Mario Firmenich, y la violencia institucional que se pretende instalar a partir de la reforma de la Corte Suprema, hay quienes han lanzado al ruedo la palabra “diálogo”. 

No se puede hacer política sin dialogo. La alternativa a la política es la violencia, la imposición. Puede tener formas revolucionarias o disimulos institucionales. Pero sin conversación en torno a las ideas no hay política. Y sin el ejercicio de la política como virtud del bien común no hay posibilidad de que una visión, un proyecto de país, un proyecto colectivo, sea encarnado.

Este es nuestro laberinto. ¿Cómo salir de él?

Los que hacen política en ambas coaliciones mayoritarias están obligados a preparar, proponer, una agenda de los grandes temas que conforman visiones de verdad para la Argentina real.

¿Qué podemos hacer, aquí y ahora, para terminar con la condición de pobreza de los niños menores de 14 años que son la mayoría de esa cohorte? 

¿Qué podemos hacer, aquí y ahora, para resolver el dilema del vacío territorial y el drama de Belindia, unos lugares Bélgica otros la India en la misma Nación?

¿Cómo recuperamos la producción industrial que nos permita escapar a la condena de la restricción externa?  

¿Cómo nos liberamos de la condena del empleo público que debilita e imposibilita la capacidad transformadora del sector público?

¿Cómo recuperamos la capacidad de formación de los cuadros de los partidos políticos para terminar con el amiguismo y la improvisación?

No hay dialogo sin Agenda.

Lo de Massa es por un tiempo. Pero el país necesita debatir un rumbo ahora.

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