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Gobiernan las consecuencias

Nuestra sociedad está habitada por un fenomenal desequilibrio social, la pobreza y un fenomenal desequilibrio productivo y distributivo.

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. Télam
Carlos Leyba 10 agosto de 2023

La campaña se detuvo por el brutal asesinato de una niña de 11 años en ocasión de robo de su mochila. Los asesinos fueron rápidamente detenidos: eran conocidos. Más que de eficacia policial habla de profundo desorden. 

En el habitual convite televisivo a los candidatos del programa de M. Bonelli, estuvieron casi todos: los discursos, en ausencia de debate, estuvieron dominados por el espantoso crimen. 

Las intervenciones, pocas excepciones, estuvieron centradas en "aquello que hay que hacer" a posteriori de los crímenes, de la inseguridad en la que se vive que es creciente a medida que se baja en el nivel de recursos de cada ciudad y conurbanos. Qué hacer con la policía, jueces, normas penales que atienden al hecho ya cometido, la desgracia ya ocurrida. Pensamiento "ex post facto". 

Es necesario que se procure la mejora de esos institutos con vista a superar falencias de administración y la mayor eficiencia y también al mejor y más racional efecto disuasorio, desde una perspectiva humanista y de reparación.

Todos fueron variaciones sobre la manera de atacar las consecuencias de la inseguridad en la sociedad. No las causas.

Nuestra sociedad está habitada por un fenomenal desequilibrio social, la pobreza y un fenomenal desequilibrio productivo y distributivo: "no todos producen lo que consumen" y no todos consumen lo que necesitan para una vida digna. 

"Las pobrezas" son múltiples, alimentaria, sanitaria, educativa, de futuro, de horizonte,  de pertenencia, de consuelo. Millones están allí. ¿Podemos esperar paz? 

El P. Luis Dri, 96 años, confesor de Francisco, le dijo a J. Fontevechia: "En este momento el pueblo argentino no es nación, no es pueblo...El egoísmo nos ha cegado y nos olvidamos del otro". Volvamos. 

Resultó sorprendente que "la dirigencia" en el estudio de TV, salvo excepciones livianas, haya desnudado, sin inhibiciones, su manifiesta incapacidad de asumir que, al pretenderse "personas de Estado", están obligadas a pensar, articular y trabajar sobre las causas de los males sociales que están detrás de este creciente desorden que pone en riesgo la vida social civilizada.

Ayer la Estación Constitución fue escenario de un desmadre, violencia, en respuesta a la suspensión de servicios ferroviarios ocasionada por la interrupción de las vías por parte de un grupo de trabajadores "tercerizados" que reclamaban ser planta permanente. Más tarde en el Obelisco murió un manifestante. Desborde. Y después otro asesinato, ahora en Morón.

Nada es comparable. El asesinato callejero por un robo, la violencia de un grupo enardecido cualquiera sea la razón. 

Pero detrás de la inseguridad, la violencia mortal y del desorden materializado por acción directa, hay una trama que se interconecta y que tiene un origen común: el desorden social que se cultiva a partir de la marginación y la exclusión, que es la consecuencia del atascamiento sistémico. 

De las causas de ese atascamiento no hablaron en la TV. De eso no se habla. 

El sistema capitalista tiene, básicamente, un mecanismo de distribución: el régimen salarial que es un ordenador de la relación entre la inversión y el trabajo. Aquí el trabajo productivo declina, el excedente fuga.

Llevamos 50 años de crecimiento de la pobreza: caso único en el planeta. Raro en la historia: una organización, una Nación, que había logrado acoger a millones de desesperados de la Europa incapaz de brindar bienestar a todos sus hijos, sin solución de continuidad y a lo largo de 120 años, en un giro copernicano de fecha cierta 1975 - hoy indiscutida - comenzó cincuenta años de un proceso acelerado de generación de pobreza y exclusión e incapacidad de resolver conflictos. 

Produciendo alimentos para cientos de millones de personas, su mecanismo de generación de trabajo productivo y de distribución de bienestar, colapsó. Eso es lo que nos pasa. 

Y de eso, en el cierre de la campaña, y ante un hecho que revela la densidad de la marginación, quienes aspiran a dirigir al conjunto social, no logran decodificar las causas originarias de la debacle y cancelan el pensamiento y el debate de las causas y se enredan en las consecuencias porque es "lo que ven o lo que quieren ver". 

Debates superficiales dedicados a resolver consecuencias y no causas. 

Todos los métodos de "resolución de consecuencias" han fracasado a lo largo de estos 50 años. La aceleración de la inflación, disparada por el "rodrigazo" sorprendentemente destinado a detenerla, fundamenta el pronóstico de Javier Milei "seremos la más grande cilla miseria más grande del mundo". Con las propuestas de Milei, además de ser su pronóstico, tenemos la garantía de lograrlo. El pronóstico es el curso de los hechos, si nada hacemos para torcer el rumbo.      

No hay sanitarista que, a pesar de la especialidad, no señale que la primera política de salud es la prevención; cuestiones elementales, higiene, alimentación, hábitos saludables. Es obvia la necesidad de médicos, enfermeros, hospitales, medicinas, etc. Pero el principio básico es evitar la enfermedad. Resulta imposible no pronosticar enfermedad cuando el ámbito en que se habita denota mala alimentación, escasa higiene, hábitos malsanos. 

El método más eficaz y barato, más eficiente, es "hacer lo que hay que hacer para evitar las consecuencias": el buen gobierno elimina las causas. 

La incapacidad de gobernar comienza cuando el discurso previo a la acción es inventariar respuestas para reparar las consecuencias.  

Por sus dichos, para la inmensa mayoría de los expositores del programa de Bonelli, "gobernar es reparar las consecuencias". 

Describieron una retahíla de medidas "punitivas" que, en el mejor de los casos, podría generar una "transitoria disuasión". Es lo que pasa cuando no se gobierna con el estudio profundo de las causas y el diseño sistémico para superarlas. 

En el programa de TV se atropellaron centrales de monitoreo, recorridas de patrulleros, legiones de motociclistas, huellas digitales, rastreos faciales; y también Justicia y pena.

Pero, ¿cuál es la madre del borrego? El 23 de mayo de 2003 -posterior al desvarío menemista  - una nota periodística señalaba que  es lo que no debía dejar de hacer el nuevo gobierno para evitar consecuencias que harían muy difícil evitar la profundización del derrumbe. 

El primer desafío era -cito textualmente- "más de 70% de los niños entre 2 y 14 años sobrevive debajo de la línea de pobreza. Uno de cada cinco trabaja y de los adolescente que trabajan 58% no asiste a la escuela, El 38% de los niños está debajo de la línea de indigencia. La anemia por falta de hierro afecta a 50% de los menores de 2 años. Para ellos no hay ninguna posibilidad de acceder al proceso educativo: sus carencias son mucho más definitivas" (Debate, N.° 10, pág. 34).

En aquellos años la Argentina se benefició del "viento de cola" de la fenomenal expansión china, del reingreso de millones de dólares expatriados, baja de la tasa de interés internacional y la explosión de precio de la soja, entre otros bienes. 

El país tuvo la extraordinaria oportunidad de un motor externo e inesperado, que no motivó a aquél gobierno a pensar en términos de desarrollo de una estructura productiva capaz de recuperar las condiciones económicas y sociales que habían hecho de la Argentina, 30 años atrás, el país de mayor PIB por habitante de la región, el de la proporcionalmente mayor clase media, menor porcentaje de personas bajo la línea de pobreza y de la industria más sólida de la región. 

Aquella oportunidad, la del viento de cola, fue dilapidada, a pesar de los números de recuperación del PIB, por ausencia de estrategia de largo plazo. 

La ausencia de largo plazo se funda, siempre, en la peregrina idea que "una buena cosecha nos salva", sea - como en los últimos años -de la soja o, como señala el discurso de estos tiempos, gas, litio, cobre, turismo, aire y sol. Esa letanía sólo repite "Dios es argentino y nosotros cosechamos sus bendiciones".  

La pobreza no era una novedad. Se viene acumulando desde 4% de pobreza en 1974 (800 mil personas) hasta las cifras escandalosas del presente: del crecimiento de la población en 50 años, 85% de las personas hoy son pobres: una fábrica. 

La pobreza desde entonces nunca bajó de 25%. Carlos Menem, que acredita años de estabilidad y crecimiento del PIB, no pudo diseñar ni procurar ni imaginar un escenario de desarrollo: simplemente con el colosal cinismo que lo caracterizó dijo "siempre habrá pobres". Era el mismo Menem que en 1973 solicitaba el apoyo del CFI para "hacer de La Rioja la primera provincia maoísta argentina". 

La trayectoria "intelectual" del personaje habilita para confirmar que el manejo sinuoso, aún de una Ferrari, garantiza el choque, que fue lo que ocurrió en el alba del SXXI: "Esos barros venían de aquellas lluvias". 

Después de esta presentación televisiva de los candidatos y luego de un hecho espantoso que atestigua, una vez más, que el desequilibrio social de nuestra sociedad se desborda en la inseguridad, el descontrol, la división y subdivisión que nos distancia y nos enfrenta, los actuales dirigentes políticos continúan prisioneros del "gobierno de las consecuencias".

No hay solución sin atacar las causas. Y no hay manera de atacar las causas sin una visión y sin un paradigma propio de la época. Leer la época: en tiempo y lugar situado. Y también en la emergencia de los paradigmas del "centro". La globalización no ha hecho desaparecer la condición de periferia. Lejos de ello sin política, situada en tiempo y espacio, la globalización nos desplazó más lejos del centro. Desde 1975 las condiciones del centro nos son progresivamente más ajenas. 

Si más de la mitad de los niños están condenados a nacer y vivir en la pobreza, en la nueva pobreza que desequilibra la Argentina, no sufrirán sólo la carencia de recursos de subsistencia sino, esencialmente, la de futuro y pertenencia. Si no diseñamos una estrategia de desarrollo para terminar con la causa de estos abismos, seguiremos gobernados por las consecuencias. Y se agravaran como ha ocurrido desde hace 50 años. 

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