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Fernández en Rusia

El deme dos del Estado

Luego de protestar por la dependencia de la “gran potencia”, Alberto se ofreció para que Argentina sea la puerta de entrada de Rusia en América Latina

Alberto Fernández
Alberto Fernández Presidencia
Carlos Leyba 03 febrero de 2022

A diferencia de Néstor Kirchner, Alberto Fernández no le tocó la rodilla a Vladimir Putin

Néstor si lo hizo, casi tiernamente, con George Bush en julio de 2003. 

El otro yo del Dr. Fernández estaba ahí junto a la entonces no belicosa Cristina

Es evidente que “a tanto” Alberto no se animó o que Vladimir puso distancia. Cara de hielo todo el tiempo que duró el discurso de Alberto. Distinta a la de los mohines que, en su ruda fisonomía, señalaban el agrado que le causaban las palabras de Cristina en la suntuosidad moscovita.

Hace dos décadas Kirchner iba a por el apoyo de Bush a las tratativas con el FMI. Día de la marmota. 

Néstor declaraba que él y Bush compartían los mismos objetivos. Anote: luchar contra la corrupción, el narcotráfico y el terrorismo que, en ese entonces, era la persecución de los responsables de la Embajada de Israel, la AMIA y las Torres Gemelas.

Kirchner reconoció que Bush lo había apoyado incondicionalmente en el proceso de recuperación de nuestra economía y que había sido muy respetuoso de nuestras decisiones. Cito declaraciones de nuestro entonces Presidente. De dependencia, ni hablar. 

Quién sí siendo presidente tuvo, frente a Ronald Reagan, palabras clarificadoras, fue Raúl Alfonsín que le dijo al entonces presidente de EE.UU.: "Hay expectativas insatisfechas en los pueblos. Las democracias han heredado cargas muy pesadas en el orden económico. Esto conspira contra la posibilidad de desarrollo, crecimiento y justicia. Esta es, sin duda, una de las grandes diferencias entre nuestros dos países. Nosotros apoyamos la filosofía que usted ha señalado, la filosofía de la democracia, la libertad y el Estado de derecho que nos iguala”

Alfonsín le señalaba aquello de Hamlet (“Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, que las que sospecha tu filosofía”) (Acto1, escena 5).

Es decir que la democracia, que es imprescindible pese a los prodigios materiales que puedan exhibir China y Rusia, no garantiza que se “coma, se eduque y se cure”. Que la democracia sin desarrollo no tiene muchas horas de vuelo posible. 

Llevamos 39 años de democracia y no hemos logrado levantar el vuelo del desarrollo: seguimos carreteando en la misma pista, aunque con más pobres, más deudas y más problemas. 

Las relaciones con el resto del mundo, sin duda, pueden ser cooperativas para levantar ese vuelo. 

Es decir, en criollo, derribar los impedimentos que nos traban las exportaciones de mayor valor agregado al resto del mundo. 

Para eso, esencialmente para eso, imaginamos la diplomacia para el desarrollo.

Alberto, por lo visto, la diplomacia para la deuda la dejó en manos de Santiago Cafiero y Jorge Argüello. Parecía que les fue más o menos bien si nos guiamos por el posterior discurso de Fernández, Juan Manzur y Martín Guzmán

Los hechos hay que esperarlos. Se supone que pueden resistir los cascotazos de Máximo y de los pibes para la revolución. 

Dicho esto, uno imaginaba que la diplomacia presidencial era una suerte de revival de aquel empresario argentino que después de unas pruebas, más o menos exitosas de un determinado producto, le dijo a sus hijos “muchachos, ahora a vender”. Entusiasmo de la naciente industria argentina.

Asimilando a la nueva diplomacia uno imaginaba a Fernández derribando puertas en Rusia (y área de influencia) y en China (y área de influencia) para meter nuestros productos más industrializados y no sólo materias primas. Que está bien. Pero no alcanza. 

Error.

Alberto le señaló al presidente de Rusia, con algunas notables confusiones, que el FMI (del que Rusia es miembro) está dominado por EE.UU. (¿no es un poco ofensivo para el líder de una potencia?) y que Argentina es dependiente de EE.UU. con el que mantiene una deuda (¿?). 

Luego se corrigió y aclaró que la deuda era con el FMI y que, otra vez, el FMI depende de EE.UU. (¿sabrá que Rusia es miembro?). 

Pero luego de protestar la dependencia de la “gran potencia” se ofreció para que Argentina sea la puerta de entrada de Rusia en América Latina. Es decir, para que vengan a vender. 

No para que vengan a invertir para que les podamos vender a ellos los que aquí, con esas inversiones, produciríamos. 

El comercio que mantiene Rusia con México y Brasil, para citar los grandes de la región, evidencia que no somos “el puerto” ni la “puerta de entrada a América Latina”, aquello que puede ofrecerle Fernández a Putin. Porque ya está abierta. 

En realidad, no lo que puede, sino lo que “debe” vender un presidente, en términos de diplomacia económica del Siglo XXI, es trabajo: valor agregado en las exportaciones y financiamiento para inversiones reproductivas. No que nos vendan a crédito. 

Que gracioso: crédito para que me compres, si es posible llave en mano, para “infraestructura” es decir para una etapa previa: la de la producción, la que da trabajo estable, arreglate solo.  

¿Cuál sería, vista la estructura de sus exportaciones, la estrategia rusa de ingresar a América Latina como respuesta a la llegada norteamericana, por ejemplo, a Ucrania? 

¿Qué vende Rusia? Helicópteros, que era una exportación tradicional de la URSS, como lo eran los vehículos blindados y buques y submarinos de guerra. 

Se habrá imaginado Fernández que todo eso lo hablaba (aunque no lo haya dicho, lo estaba hablando) en el marco del primer conflicto de envergadura de Rusia con EE.UU. en el continente luego de la Guerra Fria. 

En política sino lo único, lo que más importa, son las consecuencias. 

¿Qué espera Alberto de esas declaraciones? 

¿Imagina, contra lo que informó, que no hay acuerdo con el FMI y propone por elevación una “causa” no económica que nos victimice?

¿O imagina que en política internacional los compromisos se declaran antes de establecer las contraprestaciones? 

De verdad huele improvisado. Y viendo la ausencia de documentos de la Cancillería que avalen la estrategia de tamaños viajes, lo que suena es “créditos para vender”. Deme dos.

Volviendo al pasado, así como recordamos a Néstor con Bush y esa suerte de toqueteo iverecundo, también recordamos cuando lo dejó plantado (2004) a Puttin, que se tragó la ira de la inútil espera en el aeropuerto de Moscú: la reunión programada entre ambos nunca se hizo. Cristina fue y Putin vino y se vieron con enorme onda. Reparado. 

Recordamos a nuestro Presidente durante el G20 dándole palmadas en el antebrazo y hablándole a la disparada a Joe Biden con cara de “somos amigos, Joe”. Y ahora, de lejos, primero desde Moscú y luego en viaje a China, casi podemos decir que metafóricamente le sacó la lengua.  

¿Cómo? Firmó una central nuclear llave en mano China (la tercera en Lima a 100 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires) con tecnología e insumos chino dependientes, con un costo inicial de US$ 8.000 millones que pasaremos a deber a un país con el que tenemos un déficit comercial estructural y además anunciamos que nos sumamos a la “Ruta de la Seda”.

Estamos, tal vez sin saberlo, adhiriendo a un “proyecto ajeno”. 

En EE.UU., por lo que valga, reaccionó un senador republicano de la comisión de Relaciones Exteriores: “Preocupan los planes para instalar tecnología nuclear no probada china en Argentina y sus implicaciones para la seguridad regional y la soberanía de Argentina. Dada la mala experiencia con la estación espacial Las Lajas, Argentina debería dar marcha atrás”. 

Es una opinión que, al menos para mí, carece de importancia para la toma de decisiones soberanas de Argentina. 

Pero, dejando de lado quien lo dice, coincido que el habitual gobierno del impacto y de la urgencia, que impide el debate nacional técnico y político de una cuestión de esta envergadura, es la peor manera de tomar decisiones: lo hizo Cristina, lo hizo Macri y ahora lo hace Fernández. 

Desde hace décadas carecemos de un proyecto propio, de un conjunto de metas transformadoras e integradoras armonizadas, capaz de señalar y estimular la ruta del desarrollo económico y social nacional. 

Eso no está presente. Y sin “eso”, en el presente, es imposible imaginar el futuro. 

Sin esa visión global y sistémica, el futuro ocurrirá a los tumbos como en los últimos 46 años.

“A los tumbos” producimos la pobreza (el crecimiento demográfico de los últimos 46 años ha sido de 23 millones de personas: el mismo número de los que hoy son pobres) que es hija del estancamiento de largo plazo y la ausencia de proyecto propio.

“A los tumbos” significa que nos movemos al impulso de proyectos ajenos. Siempre que hay historia hay “un proyecto”. La clave del desarrollo es tener el propio y ser consciente de sus motores, sus costos y sus consecuencias. 

El desarrollo de China, como futura potencia mundial dominante, implica el despliegue de esa poderosa economía en todas dimensiones. Es inteligente aprovechar esa fuerza transformadora. 

Pero no es inteligente, sino suicida, hacerlo sin un proyecto propio. 

Tenerlo requiere primero quererlo y mucho más que hacer cuentas a largo plazo. 

Desde 1974 no hay ningún organismo público dedicado a esa tarea que implica evaluación de proyectos concretos. Está claro que la política desde entonces no lo quiere. Esa es “la dependencia”. Romperla es tener el proyecto propio. 

Mientras tanto la marea de la pobreza nos inunda y las prioridades las marca la última presión.

La planteada por China con Néstor y Cristina, Franco y luego Mauricio (los Macri) y ahora Fernández, es una asombrosa continuidad apuntalada por embajadores políticos designados por Argentina, pero que fungen como lobistas chinos. 

Esta relación ejemplifica la verdad de Seneca: “Si no sabes hacia donde se dirige tu barco, ningún viento te será favorable”.

Ahí estamos mientras el país, después de anunciar que vamos camino del acuerdo con el FMI, que sólo evita males mayores, pagando todos los peajes, con cimbronazos internos que ponen en duda la voluntad política, con una angustia de dólares que amenaza la parálisis interna, hacemos política internacional frívola para comprar lo que “generosamente” nos venden a crédito. 

El deme dos del Estado que va de Jujuy a Tierra del Fuego.

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