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Análisis

Emmanuel Macron se tambalea al borde del abismo

Tras llamar a elecciones legislativas anticipadas, y tras el triunfo de la izquierda, el poder del mandatario se redujo significativamente.

Cuando Macron llegó al poder en 2017, se esperaba que superara el tradicional clivaje izquierda-derecha y liderara Europa. Hoy, deja un país endeudado
Cuando Macron llegó al poder en 2017, se esperaba que superara el tradicional clivaje izquierda-derecha y liderara Europa. Hoy, deja un país endeudado
Juan Martín Lloret 20 agosto de 2024

En Francia, los últimos dos meses han traído una transformación significativa en la vida política del país. Alain Duhamel, destacado historiador y periodista, califica estos eventos como "la sorpresa electoral más grande de nuestra historia". 

Desde la instauración de la Quinta República en 1958, bajo el liderazgo del general De Gaulle, Francia ha conocido tres tipos principales de gobiernos: los de mayoría absoluta, los de mayoría relativa y los de cohabitación, cada uno con sus propias dinámicas de poder. 

Ahora, se perfila un cuarto tipo de gobierno que desafía las estructuras políticas tradicionales y abre un abismo de incertidumbre.

En un escenario político típico, cuando el presidente de la República Francesa cuenta con una mayoría en la Asamblea Nacional, el primer ministro actúa como un miembro del gabinete que sigue las directrices del "Elysée". 

En contraste, durante la cohabitación, cuando la oposición obtiene una mayoría en la Asamblea, el primer ministro asume el control efectivo del gobierno como jefe de Gobierno, mientras que el presidente se encarga de la representación internacional y de la defensa. 

Este sistema semipresidencialista requiere constantes negociaciones, pero permite un equilibrio entre el poder presidencial y el gubernamental.

Hoy, sin embargo, la situación es aún más compleja: ningún partido ha logrado una mayoría absoluta, lo que introduce un nuevo tipo de gobierno que no encaja claramente en los modelos anteriores. 

Francia enfrenta ahora una situación de cohabitación en minoría, lo que implica una gobernabilidad precaria y una necesidad constante de negociación, ley por ley, tema por tema.

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¿Qué opciones tiene Macron?

Entre las opciones disponibles para Emmanuel Macron se encuentran dos caminos principales: el primero es nombrar a un primer ministro tecnócrata sin afinidad política (una opción permitida por la Constitución en situaciones de caos), o, alternativamente, elegir a Lucie Castets, propuesta por la coalición de izquierda Nouveau Front Populaire (NFP), que ha obtenido la mayor cantidad de votos. 

Aunque muchos dirigentes de izquierda han instado a Macron a nombrar a alguien de su campo político, la Constitución no obliga a designar al miembro del partido más votado, aunque la lógica política podría sugerir que eso sería lo más justo.

El NFP, liderado por Jean-Luc Mélenchon, ha dejado claro que su prioridad será aplicar su programa de forma exclusiva, sin considerar alianzas con el campo presidencial ni con la extrema derecha. 

Este enfoque radical plantea un desafío significativo para cualquier intento de formar un gobierno funcional. Lucie Castets, funcionaria en la municipalidad de París y graduada de la École Nationale d'Administration, tiene entre sus prioridades aumentar el salario mínimo a 1.600 euros y devolver la edad de jubilación a 62 años. 

Sin embargo, sus propuestas de "cinco grandes prioridades"—poder adquisitivo, transición ecológica, educación, salud y una fiscalidad más justa—y su compromiso de evitar pactos con la extrema derecha podrían dificultar aún más la construcción de una mayoría estable en la Asamblea Nacional.

La incertidumbre es palpable. Macron podría estar ante una de las decisiones políticas más complejas de su carrera, similar a la jugada de Jacques Chirac en 1997, cuando disolvió la Asamblea Nacional y provocó un período prolongado de cohabitación con Lionel Jospin, que terminó con el debilitamiento de la izquierda. 

En aquel entonces, el ascenso de la extrema derecha era notable, pero ahora Marine Le Pen ha obtenido su mejor resultado histórico. Surge la duda de si Macron fue ingenuo al intentar lograr una mayoría impulsando un esquema basado en la teoría de la "herradura de caballo", que sugiere que los extremos se parecen y, por lo tanto, el centro es preferible. 

O tal vez intentó golpear a la extrema derecha para que se debilitara frente a las elecciones de 2027. Pero lo que es seguro es que este escenario requiere una madurez política considerable por parte de todos los partidos para evitar un bloqueo permanente.

Desde ahora en adelante, Macron deberá dejar el poder en manos de un primer ministro que enfrentará un terreno político desconocido y desafiante. Francia podría entrar en un periodo de parlamentarismo nunca antes visto, con las elecciones de 2027 potencialmente marcadas por una extrema derecha más fuerte que durante el gobierno de Vichy del general Pétain.

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Marine Le Pen

El riesgo para Macron es evidente: si no maneja adecuadamente esta situación, podría terminar como un presidente cuya función será más ceremonial que efectiva, lo que podría perjudicar la posición de Francia tanto a nivel nacional como internacional. 

En el ámbito europeo, la falta de un primer ministro alineado con las políticas de Macron podría reducir significativamente su influencia, especialmente en un momento en que la Unión Europea busca consolidar su autonomía frente a las crecientes tensiones globales.

Francia establece claramente la separación de roles entre el presidente de la República y el Gobierno. Según el marco constitucional, el Gobierno es responsable de "determinar y conducir" la política nacional. 

El presidente, por su parte, actúa como el comandante en jefe de las fuerzas armadas y es considerado el "garante de la independencia nacional". Además, tiene la responsabilidad de negociar los asuntos internacionales y, en la actualidad, participa en las cumbres del Consejo Europeo, que reúnen a los jefes de los 27 países de la Unión Europea.

Sin embargo, en la práctica, esta separación de roles se vuelve mucho más difusa. Las reuniones ministeriales regulares de la Unión Europea, donde se discuten políticas que abarcan desde el comercio hasta la inmigración, son una prueba de esta complejidad. 

En estos encuentros, Francia es representada por el Gobierno y no por el presidente, lo que le brinda al Ejecutivo la capacidad de bloquear o retrasar decisiones que no sean de su agrado. 

Por ejemplo, una política respaldada por el presidente, como el caso actual de Macron, quien ha propuesto un nuevo endeudamiento conjunto de la UE para fines de defensa, puede enfrentar obstáculos significativos a nivel ministerial. 

Esto significa que, incluso si el presidente tiene una agenda ambiciosa en términos de política exterior o defensa, como un aumento en la ayuda militar a Ucrania, dicha política estaría sujeta a la aprobación del Gobierno, que debe proporcionar los recursos necesarios y puede presentar objeciones o imponer restricciones.

En este contexto, la interacción entre el presidente y el Gobierno se torna crucial para la formulación y ejecución de políticas efectivas. 

La influencia y el poder del presidente en cuestiones internacionales y de defensa están limitados por la necesidad de coordinación y cooperación con el Gobierno, que juega un papel central en la implementación práctica de estas políticas. 

Esta dinámica puede llevar a una situación en la que las aspiraciones del presidente se vean frustradas por la resistencia o las prioridades divergentes del Gobierno, reflejando una realidad política en la que la teoría constitucional y la práctica política a menudo se enfrentan.

El fracaso electoral de Macron ha creado un escenario en el que podría convertirse en un presidente sin poder real, limitado a un papel meramente decorativo. 

Su falta de liderazgo y la decisión errática de disolver la Asamblea han debilitado su segundo mandato presidencial, minando su posición en el escenario global. 

Cuando Macron llegó al poder en 2017, se esperaba que superara el tradicional clivaje izquierda-derecha y liderara Europa. Hoy, deja un país endeudado, fracturado y sin un rumbo claro. 

La capacidad de Francia para influir en la política internacional y europea podría verse seriamente afectada, y la estabilidad política interna será fundamental para evitar un bloqueo prolongado y enfrentar los retos que se avecinan en los próximos años.

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