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Inflación: no da para el conformismo

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Héctor Rubini 16 julio de 2020

Por Héctor Rubini  Economista de la Universidad del Salvador (USAL)

Junio mostró un aumento del Indice de Precios al Consumidor (IPC) de 2,2%. Nivel bajo si se compara con los registros mensuales de 2018 y 2019, pero elevado para una economía real en caída. El Covid-19 y las restricciones ambulatorias delinearon un escenario recesivo que requiere auxilio estatal para evitar una destrucción insostenible de empresas y empleos. Pero también controles de cambio extremos para evitar una huida a moneda extranjera que pudiera disparar una nueva espiral dólar-precios.

Claramente, esto muestra dos cosas: una estanflación que, en 2020 por nuevas razones, se mantiene sin grandes cambios y dificultades para controlar la inflación con controles parciales de precios.

En lo que va del año, la inflación promedio mensual (IPC) ha sido de 2,1%, y con registros inferiores al promedio en los servicios (1,4%), en su mayor parte regulados. Estos últimos mostraron una inflación promedio mensual de 0,8%. Pero la suba de promedio mensual de los precios de los bienes fue de 2,5%. Los que componen la llamada inflación “núcleo” (precios no regulados ni sujetos a vaivenes estacionales) fue de 2,3% promedio mensual y los estacionales mostraron una suba superior, de 4,2%.

En cuanto a los componentes específicos del IPC las mayores subas promedio mensual se registraron en prendas de vestir y calzado (3,9%) servicios de recreación y cultura (3,1%) educación (3,0% por la fuerte suba de 17% en marzo), y alimentos y bebidas no alcohólicas (2,7%). Pero también se observaron subas mensuales superiores al promedio mensual de 2,1% en los casos de restaurantes y hoteles (2,5%) y bebidas alcohólicas y tabaco (2,3%). Las menores subas mensuales promedio fueron se observaron en vivienda, agua, electricidad y otros combustibles (0,6%) y salud (0,9%), comunicaciones (1,2%) y transporte (1,7%).

Varios interrogantes emergen aquí: a) ¿luego del invierno se viene otra fuerte suba de bienes afectados por el impacto estacional, o sufrirán las consecuencias de la dura recesión en curso?, b) ¿los precios de servicios regulados seguirán con subas de precios relativamente atrasadas, o habrá alguna forma de reversión para que recuperen terreno perdido?, c) ¿podrían girar la política monetaria y la fiscal hacia estímulos para la oferta, más bien que para la demanda, y así evitar potenciales “cuellos de botella” en el suministro de ciertos bienes esenciales, que potencien nuevas subas de precios?

No es claro el panorama a futuro, dado que tampoco se puede predecir ni la dinámica de contagios e internaciones por Covid-19, ni la de los avances y retrocesos en materia de flexibilización de restricciones a la movilidad de personas.

Pero tampoco es claro si habrá o no reversión del combustible monetario para una dinámica de subas de precios (todavía entre una de las más altas del mundo) aun con una aguda recesión. Si se comparan los niveles promedio de base monetaria se observa que entre diciembre de 2019 y junio de 2020 crecieron nada menos que 25,8%, algo que junto a los controles de cambios ha contribuido a una fuerte suba de depósitos en pesos, incrementando el agregado M2 en pesos en 56%. Pero los créditos en pesos al sector privado aumentaron apenas 11,1%. El IPC en el primer semestre creció 13,6%.

Esto indica una declinante rotación de depósitos hacia créditos al sector privado, en línea con la dinámica de la recesión en curso. Algo que en buena medida puede ser la motivación por la cual el BCRA absorbiera base monetaria (vía Leliq y pases, neto de intereses) por $891.330 millones en el primer semestre del año, y al mismo tiempo emitiera con destino al Tesoro $ 1,15 billón. La sustitución de crédito privado por transferencias y subsidios no ha logrado, al menos hasta el presente, una drástica caída de tasas de interés. Tampoco una reactivación por el lado de la oferta. Con expectativas de reactivación inciertas, y sin final predecible a la dinámica en curso de quiebras y destrucción de vacantes y oportunidades laborales, la demanda “piso” de bienes para subsistir no va a ceder. Pero sin perspectivas de crecimiento a la vista, la dinámica de la inflación no va a converger en el corto plazo a un sendero de incrementos mensuales de precios inferiores al 0,5% mensual como se registra en otros países de la región.

En suma, el IPC no ha tenido una evolución alarmante en el primer semestre, pero la dinámica a futuro luce incierta. No se observa un programa claramente definido de incentivos fiscales y crediticios, ni una política monetaria sustentable sin controles de cambios. Ciertamente, los factores monetarios y no monetarios que subyacen a la credibilidad de las políticas y a la formación de expectativas van a jugar un rol fundamental para intentar, al menos, retornar a un sendero de crecimiento económico con una inflación más baja, en línea con la que se observa en otros países de la región. Dependerá en gran medida de la coordinación y aplicación de medidas económicas que el sector privado perciba como un plan coherente, creíble y sustentable, algo que al menos por ahora brilla por su ausencia.

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