El presente de River está lejos del ideal y bastante por debajo de lo esperado. La derrota en el Superclásico ante Boca (0-2), combinada con el triunfo de Argentinos Juniors sobre Belgrano, dejó al equipo de Marcelo Gallardo momentáneamente fuera de la zona de clasificación a la Copa Libertadores 2026 y lo empujó a los puestos de Sudamericana, un escenario que implicaría un ingreso económico sensiblemente menor respecto al que ofrece disputar el máximo torneo continental.
El panorama es especialmente delicado si se considera que River armó uno de los planteles más caros de Sudamérica, con refuerzos de jerarquía y un presupuesto récord diseñado explícitamente para pelear y ganar la Copa Libertadores. Quedar afuera del máximo torneo continental -o incluso ingresar apenas por repechaje- sería un duro golpe deportivo e institucional, teniendo en cuenta el nivel de inversión realizado en pases, salarios y premios.
En lo estrictamente matemático, el "Millonario" todavía tiene chances de revertir la situación: necesita ganarle a Vélez y aguardar una derrota de Argentinos Juniors frente a Estudiantes para meterse, al menos, en zona de repechaje de Copa Libertadores.

Pero más allá del golpe futbolístico, el impacto económico sería gigantesco. Conmebol paga US$ 1 millón por cada partido de local en fase de grupos (US$ 3 millones asegurados) y US$ 330.000 por victoria, además de montos crecientes por instancia: US$ 1,25 millones en octavos, US$ 1,7 millones en cuartos, US$ 2,3 millones en semifinales, US$ 7 millones para el subcampeón y US$ 24 millones para el campeón. Un finalista puede superar los US$ 15 millones, mientras que el campeón de América puede acumular más de US$ 40 millones solo en premios.
En contraste, la Copa Sudamericana representa un ingresos muy inferior: US$ 900.000 por participación en grupos, US$ 300.000 por partido de local y US$ 115.000 por cada triunfo, para un máximo de US$ 1,59 millones en la fase inicial. Incluso llegando a la final, el subcampeón recibe US$ 2 millones y el campeón US$ 6 millones, para un tope total cercano a US$ 12,6 millones en todo el torneo.
Así, la diferencia entre disputar la Libertadores o la Sudamericana puede superar los US$ 25 millones, un golpe durísimo para un club que este año ya desembolsó US$ 21,5 millones en refuerzos, incluyendo cuatro incorporaciones fuertes: US$ 9,3 millones por Maximiliano Salas (ex Racing), US$ 2,2 millones por Juan Fernando Quintero (América de Cali), y un combo de US$ 10 millones por Matías Galarza Fonda y Juan Carlos Portillo, ambos provenientes de Talleres de Córdoba.
Ese nivel de inversión se enmarca en un proceso mucho mayor. Antes de este presente turbulento, River -hoy bajo la presidencia de Stefano Di Carlo- había encarado una de las ventanas de mercado más ambiciosas de su historia reciente. La operación más costosa fue la del colombiano Kevin Castaño, adquirido por US$ 13,8 millones brutos, lo que lo convirtió en la segunda compra más cara del club, solo detrás de Lucas Pratto.
A eso se sumaron regresos y refuerzos de jerarquía: Sebastián Driussi (US$ 10 millones), Lucas Martínez Quarta (US$ 7 millones), Gonzalo Montiel (US$ 5 millones), Germán Pezzella (US$ 4 millones), entre otras llegadas que consolidaron uno de los planteles más valiosos del continente.
Con ese nivel de gasto y expectativa, River visitará a Vélez este domingo a las 17, en la última fecha del Torneo Clausura, obligado a ganar y depender de otros resultados para evitar un cierre de temporada tan inesperado como costoso.




