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Entre la economía y la salud, elijo la política

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05 mayo de 2020

Por Nicolás Salvatore Economista

Luego de cuatro meses de pandemia, es hora de arriesgar las primeras conclusiones parciales.

La primera es que pocas veces un fenómeno tan diminuto causó tanto pánico. Hasta el 2 de mayo, en el mundo murieron alrededor de 246.000 personas debido al coronavirus, y se estima que podrán morir cerca de 600.000, en un planeta habitado por cerca de 7.600.000.000. La pandemia habría matado así a menos del “1% del 1%” de la población mundial, un número no significativamente distinto de 0% en términos estadísticos.

No parece ser precisamente el fin del capitalismo, sino un problema sanitario de orden global menos letal que la gripe estacional, que sin embargo ha generado un impactante fenómeno político: el pánico a un enemigo único (el coronavirus) es el más potente disciplinador de una sociedad detrás de un líder.

Segunda conclusión parcial. La tabla 1 muestra cómo cinco países que representan el 7,5% de la población mundial explican el 73% de la pandemia (existen 210 países en el mundo). Un problema sanitario global, aunque extremadamente concentrado.

¿Por qué estos cinco países? Arriesgaré una conjetura en base a características comunes.

Estos países son, por lejos, los cinco principales destinos turísticos del mundo.

Estos turistas provienen en gran parte de la génesis del coronavirus: Asia.

Los tres países europeos no pudieron cerrar sus fronteras, porque tal cosa no existe (CEE).

Estos tres países conforman además el grupo de los primeros infectados, sin tiempo para reaccionar en forma eficaz.

EE.UU. y el Reino Unido reaccionaron tarde, en parte por mala praxis y en parte debido a una cuestión cultural: dicho burdamente, para muchos liberales anglosajones era inimaginable cerrar Nueva York o Londres.

Tercera conclusión parcial: Argentina no posee ni una sola de estas cinco características. Por ello la frase “si no implementamos una cuarentena estricta vamos a terminar como Italia” es simplemente un fallo lógico. Sería algo así como afirmar que si no arreglamos el parche del gomón que flota en la pelopincho, vamos a terminar como el Titanic. Las cuestiones de grado, importan.

Surgen dos preguntas, pues, sobre la cuarentena estricta y compulsiva de Argentina: a) ¿está siendo eficaz en salvar vidas? b) ¿está siendo eficaz en minimizar los costos económicos y sociales? Para contrastar una hipótesis conjetural, “la cuarentena estricta y compulsiva es la mejor política”, basta con un contraejemplo: un caso “exitoso” sin cuarentena estricta, aunque con otras políticas sanitarias (Brasil y Ecuador, por ejemplo, no lo son). Un grupo de casos de “éxito” sin cuarentena estricta en América Latina -comparables con Argentina- podría estar compuesto por Uruguay, Chile y México.

Tal como se observa en la tabla 2, estos tres casos tienen una performance muy similar a Argentina: en términos estadísticos, las cuatro son no significativamente distintas de cero.

Es relevante resaltar que estos tres países no tienen sistemas de salud pública mejores que el nuestro -incluso peores-, y que tampoco poseen situaciones socioeconómicas muy diferentes. Por ejemplo, en México viven 130 millones de personas. Entre ellas, el 40% es indígena, además de registrar altos índice de pobreza no indígena, inseguridad y violencia.

Cuarta conclusión parcial. Como se ve en la tabla 2, la cuarentena de Argentina ha sido hasta aquí muy eficaz para salvar vidas “hoy”

Quinta conclusión parcial. El contraste con estos tres países latinoamericanos sugeriría, a priori, que nuestra cuarentena no sería eficaz en minimizar los costos económicos y sociales que deberá afrontar “mañana”, digamos, en el próximo lustro.

¿Cuarentena estricta sí o no? Es lo que debate el mundo. La biblioteca está partida en dos. En el lado derecho, prestigiosos científicos dicen que sí, vitoreados por argentinos con banderas en sus balcones, en una remake de la Guerra de Malvinas. En el lado izquierdo, otros prestigiosos científicos opinan que no: entre ellos se encontraba, hasta “ayer”, nuestro ministro de Salud.

¿Cuán ineficaz es la cuarentena de Argentina en términos económicos y sociales? Si la política sanitaria en 2020 será la que sugiere el Presidente, bajo hipótesis optimistas la caída acumulada del PIB en cuatro años (2018-2021), será al menos como la de 2002: 11%. Peor aún, hoy se suman tres agravantes: a) un piso de 40-50% de inflación anual, un gran contraste con la recesión deflacionaria de fines de la Convertibilidad; b) no habrá una salida rápida de la crisis en 2021 y 2022 como la hubo en 2003; y c) los sectores “no esenciales” ? aproximadamente la mitad de la economía- están implosionando.

Sexta conclusión parcial. ¿Amerita la cuarentena “hoy” semejante implosión económica y social “mañana”? Mi respuesta: obviamente, no. Nuevamente, las cuestiones de grado, importan.

Estimado lector, comprende usted cabalmente cuán oscuro es el país que esta política pública está “deconstruyendo”. Si su respuesta es “sí”, déjeme advertirle que la cosa es mucho peor aún. La cuarentena estricta y compulsiva no sólo es ineficaz en el debate “salud versus economía” dado que una depresión similar o peor que la de 2002 generará, “mañana”, 20 o 30 veces más muertes por enfermedades varias que las vidas salvadas “hoy”.

Arribamos pues a una séptima conclusión parcial: la cuarentena argentina es ineficaz también en el debate “salud vs. salud”.

A esta altura surge una pregunta que nos debería hacer arder las córneas al leerla. ¿Por qué semejante cuarentena?

Octava conclusión parcial: la razón es política. El coronavirus funciona como un potente sistema de incentivos para que algunos gobiernos adopten medidas muy severas, pues éstas funcionan para ellos como un seguro de vida, una cobertura frente al riesgo (político): en Argentina, 2.000 muertos con cuarentena estricta y compulsiva transforman a un Presidente (el que fuere) en un salvador: las mismas muertes sin cuarentena pueden significar el fin de su carrera política.

Novena conclusión parcial: es hora de volver a trabajar por nuestro país. Cada día que pasa, cuenta.

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