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El reino infantil: el éxito creado en Argentina que conquista al mundo entero

La historia del empresario que era dueño de una exitosa empresa discográfica y pudo ver a tiempo que Internet no llegaba para destruir su negocio sino ampliarlo

Con más de 50 millones de suscriptores, El Reino Infantil generó ingresos más allá de la plataforma de los videos.
Con más de 50 millones de suscriptores, El Reino Infantil generó ingresos más allá de la plataforma de los videos.
Pablo Planovsky 22 junio de 2022

Están en las mochilas y útiles escolares de los niños, en las fiestas infantiles, en los trenes de la alegría que hacen recorridos por las ciudades con animadores disfrazados bailando al ritmo de los hits, en las jugueterías, en los libros, y hasta en el teatro de la emblemática avenida Corrientes de la Ciudad de Buenos Aires. 

Son Bartolito, el gallo, Zenón, el dueño de la granja, el caballo Percherón, el lobo Beto, Susanita y su ratón, y varios personajes más que conquistaron el mercado con El reino infantil

El éxito que nació en Argentina, pero traspasó las fronteras y se expandió incluso más allá del continente latinoamericano, es el canal de YouTube de habla hispana que más suscriptores y reproducciones tiene en la plataforma a nivel mundial, derrotando a competidores como Disney y Nickelodeon. 

El canal supera, incluso, a los streamers más populares, como Ibai, y algunas canciones llegaron a ser cantadas por actores de Hollywood como Ashton Kutcher y Mila Kunis.

Si, como decía premonitoriamente en 1980 el one-hit wonder de The Buggles, el “video mató a las estrellas de la radio” lo mismo se podría decir con el crecimiento de Internet y la industria discográfica. En Estados Unidos, en 1999, los CD de música generaban ingresos por US$ 18.000 millones, máximo de ventas de toda esa década y parecía augurar un futuro más que promisorio para las discográficas. 

Pero apenas unos pocos pudieron vislumbrar el cambio que ya ese año, con la llegada de Napster, un servicio de streaming de audio con tecnología P2P iba a significar para cambiar el paradigma mundial. Los usuarios podían intercambiar audios sin costo alguno. 

Como dramatizan en la película Red Social, Napster y su fundador, Sean Parker, perdieron en el 2002 la batalla judicial cuando se los llevó a la Corte Suprema por violar licencias de copyright. Pero ganaron la batalla a largo plazo, porque abrieron las compuertas de lo que significaría la música en el mundo de la virtualidad. 

Para esa misma época la venta de CD había bajado US$ 5 millones. Cuando, un año después, se sumaron servicios pagos como iTunes, y plataformas para ver videos, gratis, como YouTube, empezaba el principio del fin para el reinado de los compact discs. 

Acompañados por programas como Ares o BitTorrent, que permitían descargar, de manera ilegal, discografías completas con apenas unos clics, las ventas de discos empezaron a descender en caída libre.

Si no puedes contra ellos…

En el 2011, con el lanzamiento de Spotify, las ventas de CD generaban ingresos por debajo de los US$ 3.000 millones. En ese contexto, Roberto “Kuky” Pumar, el argentino que había fundado Leader Music en 1982, la discográfica que había editado a artistas como Ráfaga, Yerba Brava, Gilda y Ricky Maravilla, pudo comprender el cambio en el espíritu de época. 

Como sucede con las películas: no es que el streaming (reproducido por medios ilegales o no) tenga mejor calidad que el formato físico. Así como los discos Blu Ray son, todavía, la mejor opción para disfrutar una película fuera del cine, los compact disc (y ni hablar de los discos de vinilo, todavía superiores) se escuchaban mejor que cualquier tema musical en formato MP3, reproducido en YouTube o donde sea. 

“Los adolescentes fueron los primeros en meterse en las redes, principalmente para bajar música”, relata Pumar en una entrevista. Pero, como él aclara, el negocio de la música no podía monetizar las millones de descargas online o reproducciones en YouTube. Como un visionario, fue uno de los pocos en su industria que se dio cuenta que el mundo digital que afectaba a su negocio, que había sido líder del mercado discográfico argentino durante más de 30 años, no era el enemigo a destruir. 

En 2011, Pumar decidió crear el canal de YouTube conocido como El Reino Infantil. Con animación por computadora, los animales de la granja bailan ritmos diversos que van acompañando los cambios de época. Cumbia, cuarteto, pop, disco, tecno, no hay género que no sea un éxito cuando es abordado por los animalitos de Zenón. 

El Gallo y la Pata, cantado por Ricky Maravilla, cuenta con más de 1.600 millones de reproducciones, seguido por otro de los más antiguos del canal, La Vaca Lola, que supera los 1.400 millones de visualizaciones. 

Los primeros videos de El Reino Infantil apostaban por canciones más clásicas para los más chicos, como la tortuga Manuelita de María Elena Walsh. Aunque las reproducciones son considerables (más de 10 millones algunos de los más populares), sus números quedan muy lejos de los que consiguieron los otros temas.

Con más de 50 millones de suscriptores, El Reino Infantil generó ingresos más allá de la plataforma de los videos. “A los chicos les gusta consumir todo, no solo ver videos en las redes, sino tener los libros de cuento para pintar, tener toallas, o los coleccionables con los personajes”, cuenta Pumar, en una presentación para el desembarco de sus personajes en los teatros europeos. 

La reflexión de Pumar, que no para de ver crecer su imperio animado, no está muy lejos de la que tuvo Walt Disney cuando descubrió, en 1927, que estrenar un largometraje animado no significaba solo la venta de entradas de cine para un grupo familiar, o el de George Lucas cuando decidió quedarse con los derechos para la venta de los juguetes de La guerra de las galaxias, en 1977. 

En los tres casos el mundo audiovisual no fue un fin en sí mismo sino un medio para alcanzar otros mercados.

El efecto multiplicador de los más chicos

“Nosotros estamos convencidos de que internet es el océano donde uno quiera consumir está ahí. En cambio, en Netflix o cualquier canal de televisión, eso está segmentado o curado por un director artístico que decide lo que va a programar. Me parece muy democrático que los nativos digitales se dediquen a ver los contenidos en Internet, donde tienen millones de opciones para millones de gustos. De eso, creo, se trata la diversidad. No decide un programador de streaming o salas de cine. Las nuevas generaciones deciden, y nuestro compromiso es educarlos, darles límites a esas formas digitales”, cuenta el creador de Bartolito.

La mayor parte de su público se compone por niños de 1 a 5 años, cuyo primer acercamiento con el mundo digital está dado por las canciones de la granja animada. De ahí, se entiende que su visión se expanda más allá, incluso a los adultos que acompañan los consumos culturales de los chicos. 

¿Planea expandir su reinado más allá de las plataformas digitales? 

La conquista virtual también llegó a la televisión tradicional, con canales de cable que programan las canciones que también están disponibles en Internet. Un ejemplo exitoso de la simbiosis que prueba que los distintos medios pueden hacer algo más que coexistir. 

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