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5 series y películas para ver este fin de semana en Netflix, Prime Video, Apple TV y cines

Una selección con las series y películas recomendadas para este fin de semana.

Las 5 mejores películas y series para ver este fin de semana
Las 5 mejores películas y series para ver este fin de semana El Economista
Oscar Mainieri 30 agosto de 2024

Una selección especial con las mejores series y películas, que incluye también estrenos en salas de cine.

Estas son las series y películas para ver en el fin de semana en Netflix, Prime Video, Apple TV y salas de cine.

1. Película para ver en cine: Longlegs: coleccionista de almas

A mediados de la década del 90, a la novata agente del FBI Lee Parker (Maika Monroe) le es asignado un caso no resuelto de un asesino serial que se ensaña con familias, pulverizando a cada uno de sus miembros. Se confía en ella por sus extraordinarias capacidades intuitivas.

A medida que la investigación avanza, Lee -una muchacha introvertida, seca de expresión- descubrirá que algo personal la une con el asesino.

"Longlegs", tal el nombre del firmante de las cartas que recibe Lee, está interpretado por Nicholas Cage en otro de esos personajes brotado de una galería de grotescos. El rostro informe, la piel blanca como enharinada, los ojos desmesurados, una pelambrera canosa y sin fijador, recuerda un tanto a Marilyn Manson como a la Bette Davis de ¿Qué pasó con Baby Jane? 

Mezclando elementos de El silencio de los inocentes con Carrie, el film de Osgood Perkins se destaca por lo tétrico de las atmósferas que crea, de una densidad que -de a ratos- se vuelve asfixiante, ya sea por la lúgubre fotografía de Andrés Arochio o la destemplada música de Elvis Perkins (hermano del director).

El guion, debido al mismo Osgood Perkins (hijo de la famosa estrella de Psicosis), se resiente en el último tercio al abundar en explicaciones innecesarias, lo que no quita que el desenlace sea profundamente satisfactorio. 

Acompañan a Monroe -dueña de una presencia inquietante, de huesos grandes-, Alicia Witt -como una madre en exceso preocupada por proteger a su hija, que sufre el síndrome de Diógenes- y Blair Underwood, como el compañero de aventuras de la agente Parker.

Muy recomendada para los amantes del género de horror.

2. Serie para ver en Apple Tv: Sunny

Suzie (Rashida Jones) vive en un Japón del futuro y acaba de perder a su esposo Masa Sakamoto (Hidetoshi Nishijima) y a su hijito en un accidente de aviación. Como sus restos no han aparecido, su duelo no termina de concluir. La presencia del robot Sunny, ideado por su marido y llegado a su hogar el mismo día del accidente, tampoco colabora para mejorar el estado de ánimo de la estadounidense. ¿No era que Masa trabajaba en una empresa de frigoríficos?

Como una mosca, zumba alrededor de la doliente su suegra Noriko (Judy Ongg), que acepta lo que la vida le ofrece con estoicismo y siempre le remarca lo que no ha hecho bien en relación a su vástago, por ejemplo, el no haber aprendido el idioma japonés.

Para atontarse, el alcohol es un buen compañero, y en un bar Suzie conoce a Mixxxy (Annie the Clumsy), una camarera de cabellos verdes y figura espigada que la ayudará a develar los misterios que se presentan.

Sunny es un thriller que aúna elementos siniestros -algunos homicidios, la relación con el robot- con un envase de comedia pop, mezcla que destila un tono siempre atrayente pero desparejo, y tiene algo de la sofisticación modernosa que en su momento destellaba la aventura japonesa de James Bond (Sólo se vive dos veces) con la ingenuidad de la protagonista que descubría una red de trata de blancas en Millie (George Roy Hill, 1967).

Aquí no está Julie Andrews, pero en cuanto a candor, Suzie es una mujer que ignora muchas cosas sobre su marido. Tampoco aparece la trata de blancas, pero sí la Yakuza, con el personaje de Hime (You), una rubia a lo Cyndi Lauper que ha perdido medio dedo pero no las mañas y la ambición de poder.  

El elenco está a la altura de la excentricidad de la propuesta. Rashida Jones -hija del músico Quincy Jones e ícono de la moda- puede exhibir una gama más amplia de recursos actorales que los que le permitía su papel en Park and Recreation. Y Judy Ongg, como la suegra escondedora, se roba cada escena en la que aparece.

La ambientación es detallada y minimalista, hay muchas canciones pop en la banda sonora que se suman al colorido -profuso en neones- de las calles que recorren este trío particular en busca de verdades que más vale no revelar.

Recomendada si se quiere ver algo con un sabor distintivo.

3. Miniserie para ver en Netflix: El imputado de la habitación 2806

Dominique Strauss-Kahn era presidente del Fondo Monetario Internacional el 14 de mayo de 2011 cuando en la suite 2806 del hotel Sofitel (Nueva York) abusó sexualmente de una mujer senegalesa que cumplía con las tareas de limpieza. La mujer lo denunció inmediatamente, lo que impidió que el político -futuro candidato presidencial por el partido socialista francés- pudiera abandonar los Estados Unidos y ser sometido a juicio.

El documental de Jalil Lespert (4 episodios de una hora) traza un perfil de Strauss-Kahn mediante abundante material periodístico, intervenciones de amigos, otros funcionarios del organismo, abogados. El testimonio de la mujer abusada - Nafissatou Diallo - se intercala mientras se van narrando las derivaciones del caso.

Aparecen revelaciones de que Dominique era infiel a su mujer, la ex periodista Anne Sinclair, y que su conducta donjuanesca era conocida por todo el entorno menos por ella, que se mantuvo firme a su lado apoyándolo hasta que se fue sometido a otro juicio -en 2016- por supuesto proxenetismo.

También se traza un perfil de la senegalesa, que oculta un pasado que debilitaba su credibilidad. Pero aparecen otros testimonios de mujeres que fueron abusadas o tuvieron un trato violento por parte del acusado.

Como si fuera poco, también se apunta a una conspiración por parte del presidente Nicolás Sarkozy, que estaba al tanto de los desarreglos de su posible adversario en las próximas elecciones, que Strauss-Kahn tenía amplias posibilidades de ganar.

En esta ocasión, no se cuenta con el testimonio del imputado, aunque hay registros fílmicos de los juicios a los que fue sometido. 

El combo es irresistible, no sólo para ver cómo una de las personas más poderosas del planeta logra zafar de los cargos por la audacia de sus abogados defensores y los millones de francos de la pobre Anne Sinclair, también para revisar cómo ciertos estereotipos siguen vigentes en nuestras sociedades, en donde a un hombre poderoso y seductor se le puede permitir casi todo.

Imperdible.

4. Película para ver en Prime Video: Hallelujah: Leonard Cohen, un viaje, una canción

Este maravilloso documental retrata la vida del poeta, novelista y cantautor canadiense Leonard Cohen mediante entrevistas, presentaciones en distintos conciertos y material periodístico. 

Nacido en 1934 en Montreal, en el seno de una familia acomodada, desafió lo que se esperaba de él dedicándose a la escritura. Con varios libros de poemas y novelas en su haber, se mudó a Nueva York en 1967 para debutar como cantante en la escena folk, presentado en los escenarios por la cantante Judy Collins, que convirtió en éxito una de sus primeras composiciones, Suzanne.

Tras el suceso de su primer larga duración, Songs of Leonard Cohen, con varios temas versionados por la misma Collins y James Taylor, los dos álbumes siguientes lograron un sostenido éxito. En ellos, Cohen dice que consiguió el sonido que buscaba, de la mano del productor Bob Johnston. 

En 1974 comenzó una asociación musical con el pianista y arreglista John Lissauer. Ambos salieron de gira por Europa, Estados Unidos y Canadá entre finales de 1974 y comienzos de 1975, en apoyo del nuevo álbum de Cohen, New Skin for the Old Ceremony.

El documental también cuenta la malhadada relación con el famoso productor Phil Spector, que enterrara las bellas letras de Cohen detrás de su famosa muralla de sonido.

Caracterizado como un explorador espiritual, Cohen en sus temas abordó temas como la religión, la política, el aislamiento, las relaciones personales y la sexualidad. Siete años le llevó componer su tema Hallelujah, que pasó inadvertido cuando salió a la luz en el álbum Various Positions en 1984. 

Versionado en 1991 por el músico galés John Cale, el tema musical empezó a volar más allá de su autor. Su interpretación en 1994 por Jeff Buckley logró un éxito resonante. Posteriormente, interpretada por decena de otros músicos, la referenciaban como "el tema de Buckley".

La canción, en una versión resumida y expurgada de contenido sexual, formó parte de la banda de sonido de Shrek (2001). De ahí en más fue utilizada en infinidad de bodas y celebraciones y shows televisivos.

A mediados de la década del 90, Cohen cayó en un bloqueo creativo, por lo que decidió internarse en un monasterio zen, en el que residió durante 6 años.

Al salir, descubrió que su asistente le había vaciado las cuentas bancarias, donde acumulaba millones en derechos de autor.

Recobrando impulso creativo, compuso varios álbumes y realizó varias giras internacionales. Cohen fue introducido en el Salón de la Fama del Rock and Roll de los Estados Unidos y en el Salón de la Fama Musical de Canadá. Recibió la Orden de Canadá, la Orden Nacional de Quebec y en 2011 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Cohen falleció en noviembre de 2016. Su himno Hallelujah forma parte del acervo popular.

5. Película para ver en Netflix: El poder del perro

En Lawrence de Arabia (David Lean, 1962), el personaje interpretado por Peter O´Toole quería ser "árabe" por distintas razones: sabía que esos hombres rudos de los distintos pueblos disgregados no se dejarían unificar y conducir por un inglés, o por alguien que no atravesara las duras pruebas que para ellos eran parte de su cotidianeidad.  

El primer paso en la "transformación" del inglés fue el embutirse en una túnica de algodón blanco (thawb). Y no por ello dejó de desfilar los ropajes como una supermodelo sobre las dunas o los trenes confiscados al enemigo, siguiendo lo que parecía -tanto para la cúpula militar inglesa de la época como para el pueblo árabe- una veleidosa y excéntrica naturaleza. 

Tampoco dejó de establecer relaciones homoeróticas con su lugarteniente Ali (Omar Shariff) o sus dos jóvenes sirvientes, derramando caudalosas lágrimas cuando uno de ellos era devorado por arenas movedizas o, el otro, estallado por un cartucho de dinamita. 

Cuando los pérfidos turcos lo atraparon, rápidamente descubrieron que lo suyo era un "disfraz". Le quitaron las níveas ropas y pellizcaron la carne blanca como la leche, mientras se refregaban los labios lujuriosos con la lengua, disponiendo de su cándido cuerpo como un festín, cuyas sobras terminaron arrojadas en un charco de barro, como metáfora de la aberración -la mancha física y espiritual-  a la que fuera sometido.

El caso de Phil (Benedict Cumberbatch), el personaje central de El poder del perro, la última maravilla de la directora neozelandesa Jane Campion, es el de un hombre de naturaleza sensible -graduado en Letras Clásicas- que se disfraza de "macho alfa" -humillando todo aquello que tenga un matiz de delicadeza femenina, castrando toros, arreando ganado, escapándole a las bañeras y dándose solitarios baños de barro, o restregándose a escondidas con el pañuelo de un bien amado, o echando miradas disimuladas a los muchachos en estado edénico- para poder llevar adelante las tareas de un rancho, en la Montana de 1925. 

En este western revisionista, el pobre Phil debe manejar un puñado de cowboys tan agrestes y poco lubricados como la montaña, y ganarse su respeto. El problema es que el disfraz confeccionado con las reglas de la heteronormatividad le apreta de sisa, y la sublimación de sus deseos sexuales deriva en agresiones hacia su hermano George (Jesse Plemons), con el que comparte la cama desde tiempos inmemoriales, lejos de la mirada rectora de sus padres. La violencia del velocirraptor se intensifica cuando su familiar se aparece casado con una viuda (Kirsten Dunst) que, para colmo de males, tiene un hijo que se pasea ante los cowboys como el David Bowie de El hombre que cayó a la tierra (Nicolas Roeg, 1976).

Campion, como ya lo hiciera en Retrato de una dama (1995), recurre a la contención del entramado gótico para mostrar como Phil -el señor del "castillo"- aterroriza a la viuda recién casada, haciéndole despertar los peores demonios, entre ellos una codependencia extrema de su hijo (Kodi Smit-McPhee) de ribetes incestuosos y la pasión por la botella. 

El "hombre" de la casa, a continuación, se ensañará con el muchacho, que estudia para cirujano y calza esas extrañas zapatillas blancas que parecen hacerlo levitar, es hiperconsciente de los límites que impone el contexto -se negó a ser acompañado por su amigo de la facultad al rancho-  y muestra gran destreza para establecérselos a los que juegan a ser poderosos.

Campion, en un guion adaptado por ella misma de la novela de Thomas Savage, no se ensaña con el pobre Phil por no salir del closet en una época peligrosa, pero sí subraya que el odio de uno mismo hacia la propia condición es uno de los peores castigos que se pueden sufrir y que, una de sus consecuencias, además de secarse en vida, es la violencia hacia los otros. No escatima las razones de la conducta adoptada por el personaje, pero tampoco atenúa su trágico destino, transformándolo de verdugo en víctima por obra de quien no teme mostrarse tal cual es.

Con un estilo que no tiene las decoraciones de una revista de modas europea -como el de Sofia Coppola- o el hiperformalismo de nuestra Lucrecia Martel, Campion aúna cierta rusticidad en el manejo de los recursos cinematográficos con una penetrante conciencia psicológica que otorga una profundidad inusitada a los personajes, profundidad un tanto oblicua para el espectador, que no debiera dejar de ver su obra para afinar su percepción sobre el mundo que lo rodea. 

Desde su debut en Sweetie (1989) hasta la incomparable Bright Star (2010), pasando por la canonizada La lección de piano (1993) y la extraordinaria serie Top of the lake (2013-7), no sólo deja constancia de las adversidades y goces que deben atravesar sus heroínas fuera de molde, también de las diversas masculinidades que proliferan a su alrededor. ¿Cómo olvidar Un ángel en mi mesa (1992), donde la hipersensible escritora Janet Frame era mal diagnosticada como esquizofrénica y condenada a un sinnúmero de electroshocks por el establishment médico de su época?  

Cumberbach, uno de los actores más "suaves" y sofisticados de la contemporaneidad, se transfigura en un toro salvaje en manos de la directora, que aprovecha cierta cualidad prehistórica de su rostro para momentos de recóndita cavilación. (Había antecedentes: cuando modeló la siniestra docilidad de John Malkovich en Retrato de una dama, transformándolo de un blandengue faquir de feria a un incubo romántico capaz de desquiciar la vida de tres mujeres: su amante (Barbara Hershey), su esposa -Nicole Kidman- y su propia hija).

Kirsten Dunst, encarnando a otra de las heroínas físicamente poco convencionales que elige retratar la directora, luce como si dosificara abundante polvo Royal en los bizcochuelos que consume (sabemos que estaba embarazada durante la filmación) y con un cabello tan mal cortado que dan ganas de pedir la intervención de un estilista. Jesse Plemons, tan mullido como tenaz en su personaje, contribuye eficazmente a dar forma a un hombre capaz de enfrentarse al gallito del corral para conseguir -por fin- un lecho matrimonial. Y las cualidades exóticas de su porte hacen del australiano Kodi Smit-McPhee una presencia tan intensa como difícil de olvidar.

Auténtica demiurga en un mundo de creadores de baratijas, lejana su película a la sentimentalidad de Secreto en la montaña (Ang Lee, 2006), Campion se ganó el Oscar a la mejor directora por este film.

Imperdible.

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