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Análisis

Posmileísmo

El clima político interno, al igual que mundial, sonríe a aquellos líderes con la capacidad de transgredir, desde cualquier marco ideológico, las viejas reglas de la corrección política.

El presidente Javier Milei.
El presidente Javier Milei.
Daniel Montoya 27 junio de 2024

Resulta extraño escribir al respecto a un escaso semestre de que empiece a rodar la pelota del experimento Milei. Pero su propia naturaleza de ensayo, sin banco de pruebas conocido, obliga a emprender dicha tarea prematura. 

Aquí no se trata de los magros resultados a la vista, sino de la ausencia de una red de contención propia como la que tuvieron, a la par que dilapidaron, varios gobiernos. Trátese de Alberto Fernández, Mauricio Macri o, más lejos en el tiempo, de un Fernando De la Rúa que en 1999 pintó de rojo casi todo el mapa nacional.

No obstante, vale aclarar de entrada que el hecho de que a nuestra actual celebrity internacional no lo sostenga una malla política propia, no significa que, por el momento, el Presidente no neutralice tal carencia con los anabólicos de un clima político interno, al igual que mundial, que sonríe a aquellos líderes con la capacidad de transgredir, desde cualquier marco ideológico, las viejas reglas de la corrección política que no solo orientaron a los viejos partidos del siglo XX, sino también a los diferentes consumos artísticos, culturales, sociales y religiosos.

En tal sentido, hay que tomar con mucha precaución tanto la fecha de vencimiento de estas novedosas experiencias políticas, al igual que las advertencias vía hexágonos negros acerca del exceso de exabruptos, insultos, intemperancia y falta de pericia; vociferadas desde viejos círculos políticos que hoy fantasean con la idea de que un eventual derrape precoz de La Libertad Avanza implicará la exhumación del cadáver de ellos, a la par del de las organizaciones que los sustentan, sean comités, unidades básicas, centros de estudiantes o sindicatos.

¡Nada más alejado de la realidad que semejante expresión de deseos! Que Milei y su mesa ratona no sean capaces de descifrar el código del viejo adagio atemporal de Perón de que la organización vence al tiempo, no implica de ninguna manera que el porvenir pase por un ensayo de restauración del viejo orden político. 

Semejante faena ya fue abordada en 2019 con la frustrada experiencia de un doble Fernández que, en la faz práctica, hasta agotó en 2022 la bala de plata de la asamblea legislativa con la unción de Sergio Massa en Economía.

Cuarta ola de cambio

Para quienes vieron la foto sin ver la película, puede haber resultado novedoso el batacazo del outsider Milei en las elecciones de 2023. Una suerte de consagración de la excepcionalidad, de lo que "no vimos venir", de acuerdo al cliché de la época hoy esgrimido hasta el hartazgo. Parafraseando a Jorge Drexler, por aquellos sorprendidos por un desenlace al que no le habían contemplado la trama y que, hoy, es muy factible que conduzca a algunos a sentirse traicionados por el fichaje del autodefinido "peronista y libertario" Daniel Scioli.

¡Oh, pobres carmelitas descalzas sorprendidas en su buena fe! En realidad, debería asombrar que el ex motonauta no sea pieza de la administración Milei, ya que es parte de un movimiento de placas tectónicas activado allá lejos en los 90 por el riojano Carlos Menem, junto al cantante Ramón "Palito" Ortega y el corredor de Fórmula 1 Carlos "Lole" Reutemann. Más aún, en una columna publicada en el portal Letra P en 2016, mencioné que esa primera ola fue sucedida luego por una segunda liderada por Francisco de Narváez y Mauricio Macri.

¿Cuál era el hilo mágico de Ariadna conectando tales cambios en el orden político? La búsqueda de candidatos de un partido con forma, lógica y contorno difuso, así como con un denominador común: su conexión directa con la sociedad a través de la imagen, así como de un estilo y lenguaje de la gente de a pie, más que de la sofisticada retórica aprendida en las escuelas de derecho de dónde provinieron muchos presidentes argentinos como Raúl Alfonsín, el hoy reivindicado Menem, el aburrido De la Rúa o el matrimonio Kirchner.

En tal sentido, la aparición de un candidato a legislador que venía de llenar micro estadios con charlas neurocientíficas desde 2016 como Facundo Manes, no fue más que parte de una tercera ola que hizo de preámbulo a la cuarta ola categoría tsunami liderada por un Milei que no sólo coronó en 2023 sino que, en el aspecto más profundo, selló a fuego una tendencia electoral profunda: la sociedad argentina sólo busca figuras de primera línea dentro del bolillero de candidatos que hicieron las divisiones inferiores por fuera del circuito de la política tradicional.

Efectividades conducentes

Ahora bien, que hablar en la actualidad de líderes políticos comunicándose con su electorado a través de discursos de barricada suene a la utilización del telégrafo en tiempos de redes 5G, no significa que la política no deba observar las viejas reglas de delivery, de resultados palpables dónde los nuevos líderes de primera división, tras haberse sometido al durísimo escrutinio social de su nivel de casta en sangre, están sometidos a la también exigente presión de castigar a la casta, al mismo tiempo de hacerla jugar en su favor y provecho.

En una palabra, aquella conducta que el diputado nacional por Córdoba Rodrigo de Loredo bautizó como "fingir demencia". Es decir, darle al Poder Ejecutivo lo que quiere, aún siendo estigmatizados como "ratas", "degenerados fiscales" y demás epítetos. 

De más está decir, que tal exigencia opera igualmente sobre el propio Poder Ejecutivo. Que la tribuna pida outsiders o, en el plano concreto, candidatos del partido de la sociedad civil, no quita que, en simultáneo, no exija la misma cantidad de goles que le pedían a los antiguos líderes del siglo XX.

En una palabra, estamos recorriendo un Nuevo, y a la vez, viejo Tiempo dónde no debería asombrarnos que la próxima camada de estrellas políticas no emerjan de la militancia social ni de Franja Morada, sino de Gran Hermano o de algunos de los múltiples canales de streaming que florecen hoy con la misma fuerza que las canchas de paddle, las remiserías o los vídeo clubes allá por los 90. Desde ya, este rasgo alcanzó su apogeo en este momento en que la política y las viejas organizaciones del siglo XX agotaron su capital político simbólico.

En conclusión, salvo Dios, hoy nadie tiene claro que extensión tendrá este ciclo liderado por Milei. Lo que sí podemos aventurar es que, sea de mecha corta o larga, no será sucedido por nada que tenga que ver con el pasado en términos de relación con la sociedad civil y de fluidez con los actuales formatos de comunicación. 

Quién piense, al estilo Samurai Jack, que nuestra esperanza es un hombre del pasado, tal como ocurrió con Biden en Estados Unidos o Lula en Brasil, que sepa también que no existe tal figura de reserva. Hoy reseteamos el pasado, vivimos con dolor el presente y miramos al futuro con la esperanza contagiada por los sub 30.

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