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Las relaciones entre China y EE.UU. tras la cumbre Xi-Biden

Ante el complejo escenario global, tanto China como EE.UU. ven necesario no sólo un desescalamiento de la tensión bilateral, sino incluso una mayor cooperación. Por ello, la cumbre Biden-Xi fue muy positiva y es un paso en el camino esperado por el grueso de la comunidad internacional.

Las relaciones entre China y EE.UU. tras la cumbre Xi-Biden
Patricio Giusto 19 noviembre de 2023

La primera reunión cara a cara entre los presidentes Joe Biden y Xi Jinping en poco más de un año transcurrió en gran medida como se esperaba, en el marco de la cumbre de APEC, celebrada en San Francisco. Ambas partes utilizaron una retórica positiva al culminar el esperado encuentro, que abre esperanzas de un nuevo rumbo.

Tras cuatro horas de cónclave, se anunció un conjunto limitado de resultados y se dio una señal clara para continuar el diálogo y el intercambio bilateral en el futuro. Sin embargo, los principales puntos de desacuerdo y tensión en la relación bilateral siguen muy arraigados y seguirán siendo decisivos en la evolución del vínculo.

Ambas partes enfatizaron que el objetivo general de la cumbre bilateral fue garantizar un diálogo abierto y gestionar la compleja relación para evitar conflictos. Desde una perspectiva de riesgo, el resultado más importante anunciado es la reanudación del diálogo militar, cancelado el año pasado después de la provocadora visita a Taiwán de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi. 

La reunión incluyó el abordaje de temas críticos de la relación bilateral, como Taiwán las sanciones de EE.UU. a empresas tecnológicas chinas. Pero también se dedicó tiempo a los grandes conflictos globales, como Ucrania y Medio Oriente. No hubo anuncios ni avances concretos en ninguno de esos temas.

Cuestiones delicadas como los controles de exportaciones, las restricciones a las inversiones en el exterior y las inminentes elecciones presidenciales de enero en Taiwán, podrían fácilmente descarrilar en breve el incipiente impulso hacia el mayor diálogo bilateral. No obstante, pareciera abrirse una nueva etapa en donde ambas partes, básicamente por necesidad, entienden conveniente un apaciguamiento y una mayor coordinación en temas críticos, tanto bilaterales como globales.

Durante la cena que ofreció el presidente Xi a ejecutivos empresariales estadounidenses, el líder chino pronunció un discurso en el que destacó ejemplos históricos de asociación y amistad entre EE.UU. y China, al tiempo que enfatizó muchos de los temas de conversación familiares para la comunidad empresarial, como el deseo de China de establecer una relación con EE.UU. basada en el "respeto mutuo" y la cooperación "ganar-ganar". Fue interesante que Xi usó en varias oportunidades el concepto de "prosperidad común", una idea que parecía haber quedado últimamente relegada en la narrativa comunista.

Xi difundió al día siguiente una carta en la que enumeró áreas específicas en las que China fomentará una mayor inversión, con nuevas facilidades de acceso al mercado, con reducción de obstáculos burocráticos y eliminación de restricciones a la inversión en el sector manufacturero. Uno de los principales problemas de la economía china en la actualidad es la fuga de capitales que, por razones diversas, no cesa. 

Como era esperable, ambos gobiernos procedieron a darle su propia interpretación a la importancia de la reunión y sus implicaciones en el futuro. Biden destacó lo "constructivas" que fueron las reuniones en el contexto de la gestión de la competencia estratégica. Pero terminó empañando los supuestos logros al volver a referirse a Xi como "dictador", en una conferencia de prensa posterior al evento. La parte china no le asignó demasiada relevancia, pero hubo respuesta oficial: "Esta declaración es extremadamente errónea y supone una manipulación política irresponsable", manifestó la vocera china Mao Ning, frente a periodistas.

El presidente Xi reiteró el marco chino más tradicional de las conversaciones, centrado en la necesidad de respeto mutuo, coexistencia pacífica y "cooperación beneficiosa para todos". La lectura china se centró en gran medida en lo que Beijing considera esfuerzos continuos de la administración Biden para contener el ascenso tecnológico de China y castigar a empresas chinas. No parece haber habido ningún acuerdo para limitar el uso de controles de exportación y de inversiones.

¿Qué esperar de cara al futuro inmediato?

La cumbre Biden-Xi no hace prever ningún cambio en la tendencia del relacionamiento de EE.UU. y sus principales aliados con China, bajo la idea central de de-risking. Las políticas estadounidenses en materia de tecnología seguirán haciendo hincapié en la protección del liderazgo tecnológico estadounidense en sectores clave como la informática avanzada, y se centrarán en mejorar la base de innovación estadounidense invirtiendo en áreas que necesariamente implican competencia con China, como los semiconductores y las baterías para vehículos eléctricos.

Para Beijing, las políticas proteccionistas y agresivas estadounidenses para restringir el acceso chino a ciertas tecnologías avanzadas han llevado a una suposición operativa del PCCh de que la presión estadounidense seguirá aumentando, más allá de que el diálogo se pueda tornar más amistoso e incluso haya avances en otros campos, como cambio climático, inteligencia artificial, conectividad aérea o narcotráfico. Todos logros de la cumbre Biden-Xi que no hay que minimizar.

La respuesta de Beijing a la posición de EE.UU. seguirá basada en encontrar áreas donde pueda tomar represalias proporcionales: por ejemplo, ampliando las medidas coercitivas que ha lanzado recientemente en el área de minerales críticos, en la cual es líder. Es probable que en los próximos meses se produzca una diversificación de los controles tecnológicos estadounidenses hacia otros sectores, incluidos la biotecnología, cadenas de suministro de baterías y minerales críticos. 

Además de los controles de exportación -que la administración Biden ha ampliado significativamente-, es probable que se implementen otras herramientas para castigar a China en los próximos meses. Estas podrían incluir mayores restricciones a la inversión en el exterior, restricciones de visas, restricciones a la importación de tecnología, uso continuo de aranceles, sanciones financieras y nuevas reglas para transacciones de tecnología, políticas de adquisiciones gubernamentales y políticas industriales. Lógicamente, esto invitará a Beijing a nuevas represalias.

En conclusión, pareciera que tanto China como EE.UU. ven necesario ante este escenario global tan complejo, no sólo un desescalamiento de la tensión bilateral, sino incluso una mayor cooperación en planos donde hay intereses compartidos. Esto es muy positivo y esperanzador, pese a que esta nueva dinámica sólo está motivada por la mutua necesidad y a que la escalada seguramente se profundizará en otros planos, como la competencia tecnológica. Como sea, la cumbre Biden-Xi fue muy positiva y es un paso en el camino esperado por el grueso de la comunidad internacional.

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