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Dos grupos intelectuales impulsan la grieta que separa dos Argentinas

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Oscar Muiño 15 julio de 2020

Por Oscar Muiño

Lo esencial sigue siendo invisible a ciertas miradas. Y puede afectar a personas que trabajan con ideas y conceptos. Veamos dos ejemplos.

Un grupo cristinista acaba de alumbrar Comuna Argentina para una Nueva Imaginación Democrática. Destacan Dora Barrancos, Atilio Borón, Stella Calloni, Ricardo Forster, Noé Jitrik, Adrián Paenza, Mario Rapoport, María Seoane, Raúl Zaffaroni. Varios han participado en Carta Abierta. Se vislumbra el estilo de Horacio González, auspiciante de “la conformación de una razón crítica de todas y cada una de las formas de dominación y explotación. Convocamos a quienes nos sentimos parte del Frente de Todos, como a todas las fuerzas democráticas y populares, a trabajar por la construcción de un gran movimiento”.

Su Manifiesto Liminar asegura que “el contexto global de la pandemia es el de la continuidad de la mayor crisis de la historia del capitalismo. La crisis civilizatoria del capitalismo”. Afirma que “democracia y neoliberalismo son incompatibles. El capitalismo es desigualdad, desesperación, hambre, explotación y muerte. Por eso instamos a una mayor democratización, que es una radicalización de la democracia. Abogamos por una democracia libertaria, social, plebeya, plurinacional, republicana, hospitalaria, plural, feminista y antipatriarcal. Llamamos a la constitución de un nuevo bloque histórico en la lucha por la democracia como autogobierno del pueblo. Se precisa un nuevo Estado”. El diagnóstico no permite espacio para dudas pero el tratamiento sí: “Aún no sabemos el nombre que deberá tener esa nueva economía: economía social, solidaria, humanista o de bienes comunes son, sin dudas, algunos de los nombres que deberán surgir de una gran conversación colectiva. Argentina es un país en disputa”.

Al promover “una radicalización de la democracia”, aunque no lo diga explícitamente, considera insuficiente el rumbo del Gobierno de Alberto Fernández, sea porque no promueve los cambios propuestos, sea porque cree que sus adversarios ?condensados bajo el paraguas “neoliberal”- pondrán obstáculos insalvables. ¿Cómo se expresa este análisis teórico, ideológico en la lucha específica argentina? Lo dirá, de modo indirecto, la mismísima Cristina Kirchner (y eso en analizaremos en la próxima nota).

El texto fundacional de Comuna evoca el que promovieron, a fines de mayo pasado, otros intelectuales de signo inverso. Aquel titulado “La Democracia está en peligro”, con la firma de Juan José Sebreli, Santiago Kovadloff, Daniel Sabsay, Alejandro Fargosi, Federico Andahazi y otros muchos. Hay macristas duros, pero también periodistas y analistas autónomos, habituados a decir lo que piensan e incluso varios habitualmente tolerantes, llenos de matices.

Ese documento, recordemos, compara a Fernández con Leopoldo Lugones. No por su prosa sino por la convocatoria lugoniana a “la hora de la espada”, el golpe militar (que tendrá lugar en 1930). Los firmantes ?casi todos votantes de Mauricio Macri- denuncian “un fenomenal avance en la concentración del poder” que hermanan con la teoría de la “seguridad nacional” (esa que produjo desapariciones, tormentos , asesinatos y rapto de niños). Culpa al Gobierno de la pandemia: “Clases suspendidas, enfermos que no pueden seguir sus tratamientos, familias separadas, muertos sin funerales” e inventa la palabra “infectadura”. Agrega una acusación de “militarización de los barrios populares” y cuestiona las detenciones por violentar la cuarentena.

Afirma: “La democracia está en peligro. Posiblemente como no lo estuvo desde 1983. El equilibrio entre los poderes ha sido desmantelado”. Califica al Gobierno de Fernández más abusivo y riesgoso que el cristinista.

La lectura de ambos documentos conmueve. Asombra que cientos de personas estudiosas puedan percibir de modo tan diverso la realidad. Por ahora, la mayoría de los argentinos -no importa a quién hayan votado o donde están sus simpatías- opina de modo diverso. No cree en la inminente debacle del capitalismo ni en la amenaza de zarpazos para ahogar la libertad. Pero la impopularidad de una postura no la convierte en negativa. La gravedad de tales dichos nace de la ausencia de legitimidad concedida al otro.

Si otras corrientes siguen en silencio, si no surgen opciones, si sólo opinan quienes ?por motivos buenos o malos- no creen en el debate entre diferentes y la búsqueda de consensos, entonces el país corre el riesgo de precipitarse a una lucha sin cuartel. Y ahí no habrá esperanza para nadie.

La columna forma parte de una serie de 4 entregas: leer primera y segunda

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