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Intentando dilucidar el tiempo que nos toca vivir

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30 abril de 2020

Por Sebastián Giménez Escritor y trabajador social

Es indudable que la pandemia causó un gran impacto interpelando todos los ámbitos de la vida social. Uno prende la tele y no hace más que verla en todos los canales, casi que no se puede hacer zapping. Hasta iniciás Netflix y aparecen películas como “Pandemia”, “Virus” y otras referidas a apocalipsis y el fin de los tiempos. Si antes el neoliberalismo triunfante imponía el pensamiento único, hoy un virus logró más o menos lo mismo. Y este artículo también se ocupa de eso, desde ya. Se revuelve de todo como en el lavarropas, pero todo desemboca en el centrifugado hacia el mismo desagote de intentar dilucidar el sentido de lo que estamos viviendo.

Clarín entrevistó el domingo a Fernando Savater. Algunas frases son provocadoras, interesantes. El reconocido filósofo español dijo: “Espero que concluya esta tempestad que se ha desatado de moralistas baratos que intentan convertir a la pandemia en motivos de redención”. Y más adelante, luego de manifestarse partidario de que los mercados de animales salvajes se terminen, concluye: “Fuera de esto, los seres humanos seguiremos siendo iguales o peores”.

Ante el remanido argumento de que saldremos de la crisis siendo mejores, sabiendo valorar al Estado, siendo más solidarios, el filósofo español se plantó y dijo: vamos a salir iguales, o peores. Y esto nos contacta también con las experiencias límite de la propia vida. ¿Quién no ha visto alguna vez a la muerte de cerca, pasado alguna situación límite propia o de algún familiar cercano? Y, en esas situaciones que absorben absolutamente toda tu atención, uno piensa “no somos nada”, como aquélla cita bíblica que se ocupa de decir “recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”.  También uno puede decirse en esos momentos angustiantes: “Mirá por las pavadas que me hacía malasangre antes”. Pasa el tiempo, la vida sigue y uno no tarda prácticamente nada en volverse a hacer problema por las mismas cosas de siempre. Que la gotera del techo, que el trabajo, que no llegamos a fin de mes, que se me venció la factura, la tarjeta de crédito, llevar y traer a los chicos. La vida, en fin. Es que la vida parece ser todo aquello que nos distrae de la muerte.

Y, si pasa eso con el ser humano en general. Por qué el mundo va a cambiar en su esencia luego de la pandemia, siguiendo el razonamiento de Savater. Sin embargo, es bueno apuntar que, después de situaciones límites como la Segunda Guerra Mundial, se realizó la declaración Universal de los Derechos Humanos y se creó la ONU, un organismo supranacional que se ocupara de mediar entre los países para que la sangre no llegara tan fácilmente al río.  Pero también continuaron las injusticias e incluso enfrentamientos militares en distintos países en el período que se dio en llamar de Guerra Fría entre Oriente y Occidente, el comunismo versus el capitalismo, partido disputado violentamente en canchas neutrales. Y bien, puede apuntarse que seguiremos siendo esencialmente los mismos.

En un argumento bastante trillado, se suele decir que la crisis constituye una oportunidad, y puede ser incluso cierto. Pero también es preciso apuntar que, no necesariamente, la situación límite implicará una redención. La Biblia dice que el hombre fue moldeado por Dios con arcilla del suelo. Estamos hechos de barro. O, como dijera desde otra cosmovisión Maquiavelo, el hombre es por naturaleza egoísta. También podemos admitir que poseemos buenas dotes morales e innumerables ejemplos de solidaridad y fraternidad con los otros. Una de cal y una de arena, desde que el mundo es mundo. Antes del coronavirus, después de la pandemia. Y durante.

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