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Pandemia, política y la “tragedia de las vacunas”

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Héctor Rubini 22 marzo de 2021

Por Héctor Rubini

A un año del confinamiento aplicado para afrontar el impacto del Covid-19, la flexibilización de los controles en nuestro país se instrumentó con el inicio de vacunaciones que se promovieron con un optimismo algo exagerado. A la pérdida de respeto al virus se ha sumado la decepcionante campaña de vacunación y una escasez de vacunas que dificultará en nuestro país la administración de la pandemia en los próximos 6- 9 meses.

Las limitaciones físicas para abastecer a múltiples pedidos, complicó el abastecimiento de vacunas para sostener una dinámica de alivio (al menos transitorio) para la capacidad del sistema de salud. Además, ha faltado una promoción activa y persuasiva sobre los cuidados para prevenir los contagios. Junto al “ejemplo” de funcionarios mostrándose en reuniones sin barbijo ni distanciamiento y la deficiente gestión de la vacunación, la escasez de vacunas emerge en un escenario de rechazo general a mayores cuidados. Esto se agudizó con el repudio a diversos abusos en varias provincias (Formosa ha sido el caso más reciente) y el “vacunatorio VIP”.

El uso político de las decisiones sobre cuarentenas y vacunaciones tiene varias facetas. El Vacunatorio VIP” confirmó el favoritismo de vacunar a personas que no eran mayores de 70 años ni personal sanitario. El Gobierno sostiene que la “ventaja” de que este centralice la importación y distribución de vacunas es que impide que sólo se vacunen “los ricos”, los que “tienen plata”, pero la distribución lejos parece estar de ser administrada de manera transparente y sin discriminación partidaria. Al ver a diario en redes sociales las fotos burlonas de militantes de La Cámpora vacunados haciendo gestos partidarios, nadie ahora tiene certeza de cuándo acceder a las escasas vacunas. Y el Gobierno sostenía meses atrás que para estos días habría no menos de 6 millones de personas vacunadas...

La compra de vacunas por parte de laboratorios o prepagas privadas probablemente habría evitado esta situación, y la distribución vía vacunatorios públicos podría haberse realizado sin privilegios para militantes políticos si se hubiera optado por la práctica habitual, de aplicar vacunas en nosocomios privados y en miles de farmacias en todo el país. Acceder a eso no es un privilegio para “ricos”, ni en Argentina ni en varios otros países. Ahora ingresamos al segundo trimestre del año con escasez de vacunas y tolerancia mínima a nuevas restricciones. ¿Cómo prevenir, y en su caso controlar episodios de activa desobediencia civil, además de la ola de delitos que se observa en los últimos meses?

El enfoque pareciera tener coherencia con la postura internacional predominante, que viene propugnando la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde el año pasado: que los laboratorios desarrolladores de vacunas cierren contratos sólo con gobiernos y no con empresas privadas de salud de los países compradores.

Esta estrategia superpuso a la oferta restringida por limitaciones físicas, la limitación de las compras de vacunas sólo a gobiernos, pero esto lo incentivó a moverse rápido. Algo análogo a lo que en microeconomía se conoce como a “tragedia de los comunes”: bienes de uso común como pasturas para ganado en tierra no parcelada. La conducta óptima en ese caso es llegar antes que el resto y sobrepastorear el predio. Todos tratan de hacer lo mismo, el resultado es el agotamiento de las pasturas y “antes de tiempo”.

El enfoque de la OMS, compartido por el Gobierno de nuestro país y decenas de otros más, conduce a lo mismo. Los recursos para producir vacunas son finitos. No así para producir y cerrar contratos. Los laboratorios recibieron un aluvión de pedidos en 2020, y fueron cerrando acuerdos de compra. Luego hay que cumplir, y esto lleva a “primero atendido, primero servido”, si hay capacidad para abastecer a los clientes. Y los primeros en comprar vacunas adquirieron dudas varias veces las dosis necesarias para sus poblaciones, sea para asegurarse un “piso” de vacunas por más de un año, sea para revender a otros países. Frente a la restricción física a la producción actual, ahora enfrentan demanda insatisfecha por tiempo indeterminado y a riesgo de un aumento de contagios creciente, y de saturación de sus sistemas de salud.

La OMS procuró evitar que el cierre de acuerdo entre privados para que no se concentren vacunas en países ricos y que se logre en un año una vacunación del 75% de la población para empezar a doblegar la pandemia. Los números de los primeros días de marzo muestran que, si a las compras oficiales se suma la de 150 millones de dosis de Carlos Slim para donar a gobiernos de América Latina (excepto Brasil), se han suscripto contratos de compra por 8.700 millones de dosis, que permitirían vacunar al 55% de la población si se distribuyeran acorde a la población de cada país. Un volumen insuficiente para vacunar a toda la población mundial con 2 dosis en 2021, pero la producción mundial posible de vacunas ya aprobadas para “uso de emergencia” todavía no llega ni a ese nivel. Para cumplir con dichos pedidos se requiere que más vacunas superen la fase 3 de desarrollo, y que los proveedores aumenten su producción por sí, o vía convenios con laboratorios de otros países. No es imposible, pero sin cambios a la vista en la oferta de vacunas en los próximos 2-3 meses.

Respecto a no deseada concentración en pocos países, y de altos ingresos, sobre 8.700 millones de dosis comprometidas a entregar para todo el mundo, el 55% se completa con la compra de la Unión Europea, Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Japón y Australia. A su vez, los primeros 20 compradores concentran el 92% de las compras de vacunas. Además de los 6 países y bloques citados, ese conjunto incluye a Covax, la Unión Africana, Carlos Slim (para América Latina, salvo Brasil), Brasil, Indonesia, México, India, Turquía, China, Egipto, Filipinas, Chile, Vietnam y Perú.

Por otro lado, la relación dosis compradas/población en cada caso debería estar en torno de 2. Los números muestran que esa relación en cada caso es la siguiente: 5,1 dosis por habitante en el caso de la Unión Europea, 3,7 en Estados Unidos, 6,7 en Reino Unido, 9,1 en Canadá, 2,5 en Japón y 4,9 en Australia. Chile, por caso, con una población de poco más de 19 millones de habitantes, ha adquirido 88,4 millones de vacunas. La relación compras/población es 4,6. Claramente el mecanismo no impidió la concentración de compras anticipadas en pocos países, ni las sobrecompras “por las dudas”. El resto quedó atrás, y sin participación del sector privado en varios países, ahora muchos países enfrentan un exceso de demanda sin rápida solución y bajo el riesgo de la diseminación de nuevas cepas del virus.

A futuro hay un progreso pendiente en materia de desarrollo de nuevas vacunas, capacidad productiva y distribución interna. Pero también asoman las exigencias de pasaportes sanitarios digitales para la circulación de personas entre países. Israel ya lo implementó a fines de febrero y la semana pasada la Comisión Europea lo propuso para viajes entre países sin restricciones sólo para personas vacunadas, que evidencien haber dado tests negativos, o que se hayan recuperado de la enfermedad.

Es una medida sanitaria, pero también de seguridad y monitoreo persona por persona de sus datos personales, incluida su firma digital, y de rastreo de sus movimientos entre países, o incluso dentro de un mismo país. Todo indica que será imitado por el resto del mundo, más temprano que tarde. El resultado será un monitoreo mundial de movimientos de los individuos de difícil coordinación. No todos los gobiernos aceptarán como válidos tests y vacunas diferentes a los aplicados internamente, ni aplicarán necesariamente los mismos criterios para turistas e inmigrantes de distintos países. Una nueva fuente de diversos abusos y conflictos entre países, que pueden tornarse visibles ya en el transcurso de este año.

(*) Economista de la Universidad Nacional del Salvador

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