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Cristina renunció a ser candidata. ¿Mantendrá esa decisón?
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Entre los que tienen territorio, votos, plata -que en el Frente de Todos son muchos- cunde la incertidumbre

Carlos Leyba 09 diciembre de 2022

Cristina renunció a ser candidata. Nada peor para el Frente de Todos. La accionista del 90% se retira del Directorio. Una señal.

¿Mantendrá esa decisión? Los dirigentes que viven a su capricho están paralizados. 

Si dan un paso adelante, sin su consentimiento, pueden recibir un rayo letal. 

A aquél que queda a la expectativa, sin dar señales de "yo sé, yo puedo, déjame a mí", el arrebato de un rápido puede dejarlo penando la oportunidad perdida. 

Entre los que tienen territorio, votos, plata -que en el Frente de Todos son muchos- cunde la incertidumbre. 

La renuncia de Cristina paraliza un cuerpo político de personas que hoy gobiernan y que no tienen opinión pública propia acerca del rumbo de la Nación. 

Sólo tienen capacidad de adhesión o -los rebeldes- pueden llegar al silencio. Nunca la disidencia. 

Eso es muy malo para el futuro. Todas estas personas ocupan un espacio desde dónde se deben formular ideas, visiones, programas. Desplazan la posibilidad que otros hagan uso de esos recursos de acción y programación. 

La adhesión o el silencio, como método, en política, es la negación del "poder" verbo de realizaciones: la política es poder para poder hacer lo que se ha pensado. 

El ejercicio de adhesión o silencio, es un método en el que no importa el para qué. Pero es eficaz para acceder al Poder sustantivo. Con adhesión o silencio, se llega a Palacio a remolque de la figura. 

¿Cristina Mantendrá esa decisión? Los dirigentes que viven a su capricho están paralizados. Si dan un paso adelante, sin su consentimiento, pueden recibir un rayo letal. 

Y ahora "la figura" del FdT amenaza: "Yo no voy". En 2023 puede que alguien reciba el empuje de su dedo. Pero no el de su nombre. No es lo mismo. 

Electoralmente, el nombre de Cristina, en una lista, arrastra; el dedo de Cristina, en el mejor de los casos, empuja. 

En elecciones, arrastrar y empujar, no es lo mismo. 

Un recuerdo: Héctor Cámpora, empujado por Juan D. Perón llegó al 50% arañando; meses después Perón, arrastrando, cómodo superó el 60%.

La auto proscripción hay que entenderla como su indignación con los "fieles" que, desde el Poder Ejecutivo y el aparato económico estatal,  nada hicieron para frenar, desviar, arrinconar la causa en la que acaba de ser condenada. 

No lograron desviar el tema. Y ocurrió lo peor y se prologa la posibilidad de la secuencia de varias causas que podrían tener final adverso. 

Y si las instituciones de la Constitución no se detienen, la suerte familiar podría estar echada y la "memoria" de los homenajes de las calles, borrada. ¿Algo falló? 

¿Alberto realmente podría haber torcido la vía que llevaba a este final? ¿No lo hizo sea porque no pudo, supo o quiso? 

¿Fracasó en el intento o es un estratega? Durante años, en los medios de comunicación desgranó su crítica acérrima a la gestión y hasta a la persona de Cristina. Se ganó la imagen de "independiente". Después  "recompuso relaciones y se ganó la confianza" pública de la Dama cuando presentó "Sinceramente". 

¿Alberto le tiró la mano cuando se despeñaba barranca abajo? ¿Hubiera podido? 

¿Estaba dando un aviso cuándo cariñosamente llamó "Beto" a Héctor Magneto, en las jornadas de Clarín en el Malba, antes de asumir la presidencia? No lo sabemos. Carece de importancia. 

Aunque una cosa conecta con otra, si recordamos que, cuando CFK anuncia su auto proscripción, señaló que ella no se somete a Magnetto. Un bucle. 

¿Cuál fue la opinión de Alberto sobre la realización de los Juicios?

La posición de la Casa Rosada la expuso Vilma Ibarra, que funge como la mesa de luz intelectual de Alberto Fernández. 

Dijo Vilma, al inicio del proceso, que cualquier decisión judicial, de inocencia o culpabilidad, concitaría la indignación de la mitad de la  población. 

Para Vilma evitar la indignación de la mitad de la sociedad sería un acto moral de gobierno. Un acto superior moralmente a procurar la aplicación de la ley.  La "Ibarra", vieja aguerrida militante de la Federación Juvenil Comunista, autora de una obra demoledora del discurso de Cristina, amansada por vínculo profesional a intereses de la "nueva oligarquía de los concesionarios", elaboró -para el Gobierno-  un argumento en la línea de "feliz quiere ser me dices/no analices, no analices". Adormilar a la sociedad. 

No estaba sola. Hay muchos indicios del consenso de voceros de esa "oligarquía de los concesionarios" respecto a la conveniencia de no proceder a realizar los juicios que pueden afectar el patrimonio y la libertad de protagonistas del Poder que son, en definitiva los que han decidido, deciden y pueden decidir mañana, acerca de sus negocios. Una sofisticada versión del escatológico "no hagan olas". 

Los miembros del FdT -y no sólo ellos- sostuvieron la conveniencia que todos los juicios, a Cristina Elisabet Fernández no se llevaran a cabo. Que las acusaciones por corrupción que se habían producido, en la larga década K, quedaran en el limbo, hasta que el transcurso del tiempo sepultara a los expedientes. Cronoterapia judicial al límite.

Más allá de la idea de "a Cristina no la tocan, porque es Cristina", también se sumaban argumentos acerca de nuestra precaria estabilidad institucional que no podría soportar el trámite judicial y menos, una sentencia condenatoria de quien es aún la líder de una fracción política militante de peso legislativo, social y mediático. ¿Esos predicadores de la cronoterapia imaginaban que "la venganza será terrible" y querían evitarnos el mal trago? 

No olvidemos que para el final del trámite faltan apelaciones y sentencias. Ingresamos a un laberinto del que -como veremos- se ha cuestionado la existencia de una salida. Una ratonera de la política. Veamos.

Los propagandistas del "no juicio" sostenían, en definitiva, que la legalidad de los actos de la administración Kirchner no debía ser sometida al escrutinio del Poder Judicial. Lo expuso Cristina cuando gritó "la historia me absolvió". Entiende que el juicio de la legalidad de sus actos administrativos no es algo sobre lo que los Jueces del presente puedan dictaminar. Sólo será posible, según ella, en el futuro. Con la mirada de la Historia que ella ha tenido la fortuna de visitar. 

El Juicio, los juicios de marras, no se refiere a la pertinencia de las obras viales realizadas o programadas, en Santa Cruz, sino a la manera en cómo se administraron los recursos del Estado. Algo que nadie esperaría que "la Historia" juzgue. 

Se trata de algo más prosaico: es un juicio acerca de ¿dónde fue la plata? Con el aditamento que, desde el desembolso de los primeros pagos realizados por el erario público, algunas personas, que venían de sectores de más que menores ingresos, lograron multiplicar su mendrugo patrimonial en millones de hectáreas, inmuebles, dólares, vehículos, etc. Por eso urge una explicación y como está controvertida, en el interés de todos, es que debe operar un Juicio.   

El argumento "de eso no se habla", porque arriesgamos estabilidad, no tuvo andamiento. Llegaron un juicio y la condena.

Con un Poder Judicial que es una "mafia" y sin una candidata que arrastre votos, el  peronismo jibarizado, arriesga convertirse en una secta antisistema que se sumaría a la jauría de los halcones.

En consecuencia el FdT inauguró una doctrina de consecuencias imprevisibles. El rechazo absoluto del proceso y condena, más que en la inocencia, se funda en que los Jueces, el Poder Judicial, son una "mafia". Es lo insólitamente declarado por gobernadores, intendentes, legisladores. 

Lo patético de nuestra clase política es que la totalidad del Poder Judicial de la Nación ha sido designada por la mayoría senatorial que, desde 1983, ha estado en manos del cuerpo principal del FdeT. 

Senadores que -dijo Cristina- llegan en la boleta que los identifica como peronistas. 

Se están auto condenando. Si el Poder Judicial es una "mafia", ellos son responsables y si no lo es, ellos, al decirlo, son unos enormes irresponsables. 

¿Cómo sigue? Juan Grabois, de íntima relación con Cristina, ha sido enfático tanto al señalar que "Cristina no tocó un peso" como para señalar la corrupción de su gobierno. 

Siguiendo la cuestión del Poder Judicial, Cristina después del fallo y antes de su auto proscripción,  estructuró un discurso acerca de la conducta de unos funcionarios judiciales que, acompañados de empresarios de medios y funcionarios públicos, en dulce montón, pasaron en el mes de Octubre unos días en las delicias patagónicas propiedad de Joe Lewis, un extranjero dueño de una zona fronteriza. 

Las comunicaciones de esas personas fueron ilegalmente grabadas y/o adulteradas. Las mismas, acerca de cuya exactitud nada podemos decir, no dejan moralmente bien parados a ninguno de los participantes. 

Si los dichos fueran ciertos, sería sorprendente el bajísimo nivel moral e intelectual de los participantes y sería muy malo, para el Poder Judicial, compartir decisiones con esas personas y para los ciudadanos someterse a sus juicios. 

Cristina utilizó esas grabaciones ilegales, no necesariamente ciertas, para desarrollar el argumento que quienes la juzgaron -o al menos algunos de los que podrían haber participado en el Juicio- no reunían las condiciones morales para hacerlo. Si fueran ciertas las grabaciones, Cristina tendría un punto. Podría plantearlo en la apelación. Pero no sería relevante. 

¿No sería mejor para todos que sea candidata hasta que una sentencia firme la condene o la libere? 

En la apelación, más allá de problemas procedimentales, lo que cabe es la refutación de las pruebas que fundaron la sentencia.

Cristina nuevamente se evadió de la cuestión. No admite ser juzgada de la misma manera que no admite un reportaje de un periodista independiente. No hay ida y vuelta; y sus fieles seguidores necesitan de su relato sobre el presente, pleno de imaginación y creatividad, y de sus presentaciones para saltar sobre la realidad para la colecta de voluntades. 

A pesar de esta condena aún puede ser inocente. 

Sí la haría culpable no someterse a los Tribunales. 

Lo insinúan los discursos del FdT: el Poder Judicial es una "mafia".

Con esa lectura de la Constitución y sin una candidata que arrastre votos, el  peronismo jibarizado, arriesga convertirse en una secta antisistema que se sumaría a la jauría de los halcones.

¿No sería mejor para todos que sea candidata hasta que una sentencia firme la condene o la libere? 

Si se reconocen las reglas, hay juego; sino "se cayó el sistema". 

Los problemas reales se agravan y "sin sistema" no tienen solución.

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