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Construir un liderazgo ético

La política puede reconstruir el liderazgo ético para salir de este desgraciado momento excepcional recreando expectativas.

Sin proyecto de largo plazo, sin materialidad de proyectos, el país no ofrece un menú apetitoso a los que pueden pagarlo.
Sin proyecto de largo plazo, sin materialidad de proyectos, el país no ofrece un menú apetitoso a los que pueden pagarlo. Archivo
Carlos Leyba 22 julio de 2022

Joan Robinson, la enorme economista de Cambridge (Inglaterra), dejó muchas lecciones. 

Una de ellas, apropiada para nuestros días, es que “la política no significa nada, a menos que existan autoridades que la lleven a la práctica”. 

Hace años que nuestra política se reduce a “la campaña” de promesas que casi nunca se logran y de políticas que no se llevan a la práctica. 

Palabras que devalúan la palabra.  

No fue siempre así. Llevamos años de promesas incumplidas y políticas anunciadas no puestas en práctica. 

Es la consecuencia de la ausencia de materialidad. Los candidatos no tienen visiones ni programas. Si asesores de imagen y marketing. Ausencia grosera de ideas. 

Los programas de TV de política, con pocas excepciones, son una rama del entretenimiento. 

Entretener es distraer, lo contrario de la conversación y del debate político. 

Los que ganan audiencia son los que divierten. No los que analizan, revelan lo complejo y diagnostican a fondo, proponen soluciones y describen las consecuencias. 

Los convocados repiten los mismos problemas, las mismas causas y las mismas soluciones. 
Jamás el cómo y nunca, si lo llegan a balbucear, las consecuencias. 

Las gesticulaciones con aire de afirmación y hasta violencia, son ganadoras. 

Javier Milei creció gesticulando, insultando, proponiendo el absurdo, en un programa que fue de escándalos de la farándula y mutó en polémica en el bar de la política.

De todo esto poco podemos esperar. Tal vez tengan razón porque es la manera de llegar al Poder sustantivo. No para brindar soluciones.

Alberto Fernández nunca quiso ser Presidente. Cristina imaginó que le sería útil para ganar (y tuvo razón) pero no que sería tan poco habilidoso para interpretar ese papel. No digo para gobernar. 

Fue su candidato como consecuencia de su alta exposición en los medios de entretenimiento cuando repetía (multiplicadas por los celos y el odio) las críticas de los opositores. Era un buen intérprete.

Pero se puede ser un buen actor de reparto y no necesariamente interpretar un protagónico. 

En él aplica, con absoluta precisión, un teorema de Peter: “Se alcanza el nivel de la máxima incompetencia”. Ahí estamos. 

Volvamos al principio. Silvina Batakis necesita que “las autoridades” la apoyen para llevar sus ideas a la práctica. 

Corre riesgo de naufragar por la incapacidad de sus mandantes de llevar sus propuestas a la práctica. 

A pesar que todo ocurre en un momento verdaderamente excepcional. 

Nunca antes hubo a la vez inflación de, digamos, 80% anual en aceleración y al mismo tiempo más de 40% de personas bajo la línea de pobreza. Ese combo socialmente explosivo viene acompañado de un BCRA cuyas reservas de divisas son tan angostas que acogotan la respiración del aparato productivo lo que puede ser económicamente una bomba con esquirlas que salgan para todos lados. 

En ese marco “el Estado” no es protección porque está en desequilibrio fiscal y cuasi fiscal y además en un desequilibrio de “administración”: la burocracia profesional está en el subsuelo y en el espacio de operación, un ejército de militantes, generalmente no preparados profesionalmente y con un ánimo de descubrir enemigos debajo de la cama. 

No parece que tenga que ver, pero lo que cito a continuación sirve para graficar cómo se selecciona la burocracia. 

La delegada del Inadi en La Plata, Karina Vitaller,  sostuvo que “personas con determinadas características (varón, blanco, de edad productiva, instruido, católico, heterosexual, sin discapacidad, entre otras)” fueron ubicadas “en una relación de poder subordinante sobre otras que no se correspondían con ese patrón heteronormativo”. Por tener esas características aceptó un trámite contra el decano de la Facultad de Derecho de la UNLP. Obviamente Vitaller cuenta con el aval de Victoria Donda, Axel Kicillof y Alberto Fernández, quien responde a todas esas características, algunas evidentes (las otras surgen de sus propias declaraciones). 

Batakis ha de lidiar con escuadrones de militantes de esa factura, antes de poder implementar las medidas que, simplemente, contribuyan a cumplir con el acuerdo con el FMI.

Mientras tanto , sumado al desequilibrio burocrático, los desequilibrios fiscal y cuasi fiscal garantizan una expansión monetaria inédita, justamente cuando la capacidad productiva se torna ociosa por la falta de insumos. 

En este contexto, después del periplo increíblemente inútil de un monografista económico importado, la ministro recibe el silencio, en materia de apoyo, de los líderes políticos y sindicales de la propia familia. 

Pero recibe dardos envenenados de los protagonistas de los movimientos sociales. 

Entre los del “mismo palo”, unos la atacan o la bloquean y otros, los que deberían ser la línea de defensa, simplemente arrugan.

Con estos oficialistas, la oposición no hace falta para la crítica. 

Justamente hace falta para pensar, para proponer, no para prometer lo que haría en el 2023, sino para proponer como arreglar las cosas ahora. Eso hace un “gabinete en las sombras” de una oposición seria. Poner a prueba su capacidad y su generosidad. 

Mientras tanto en la primera línea oficialista Cristina, que no sabemos hasta dónde puede llegar en su desesperación judicial que la obnubila, esmerila el poder del Estado y agota la capacidad de esperanza de la sociedad. El segundo es Sergio Massa quien  solo agiganta las sombras y la obscuridad, lo que sirve para opacar lo que hay, pero no ilumina nada. Y, tercero, Alberto, se esmera cada día en vaciar la figura presidencial.

De la conjunción de todos estos elementos, oficialismo, oposición, realidad económica y social, espanto burocrático, surge que el presente es realmente un momento excepcional. Hace tiempo que estamos mal. Pero este es un momento multidimensionalmente excepcional en el largo proceso del cuesta abajo en que viajamos hacia una suerte de desintegración. 

Hasta los que se dicen mapuches, lo sean o no, se consideran con derecho a revisar el pasaje del gasoducto que es el símbolo maestro del momento excepcional: un oasis de gas y petróleo que puede rendir 10, 20, 30 veces la deuda externa, liquidar los desequilibrios económicos, una gigantesca oportunidad (por poco tiempo).

Es que a pesar de las oportunidades que nos brinda la coyuntura internacional sea por nuestros recursos potenciales y sea por la inmensa productividad de nuestra agroindustria, hemos mutilado por incapacidad las fortalezas necesarias para materializarlas. 

Las debilidades sociales no cesan de crecer y las amenazas críticas nos paralizan. 

Y como si fuera poco Juan Grabois raspó el fosforo hablando de sangre. Quiso hablar de heroísmo. Y lejos de ser cauto hasta hablo de saqueos. ¿Qué vemos?  

Para una circunstancia como ésta, tal vez menos compleja que esta, dijo Franklin D. Roosevelt: “La presidencia es el lugar del liderazgo ético”. 

Cualquiera sea la razón, sabemos que ese liderazgo no lo tenemos y lo tenemos que construir.

Sin liderazgo ético no se sale de este momento excepcional. Un momento que es un hito en la decadencia nacional que comenzó cuando “la política pasó a significar nada” por estar vacía de contenido “material”. Veamos.

La decadencia implica que previamente hubo un tiempo de progreso (Alexander Gerschenkron). Nuestra sociedad, se puede discutir que hubo tiempos mejores, pero como dicen G. della Paolera  y R. Cortes Conde, en “Nueva Historia” pag. 25, en la economía ha tenido un “notable pésimo comportamiento luego de 1975”. Es cierto. 

Hasta ese tiempo, todos los  gobiernos argentinos tenían un centro orientador, una oficina técnica de pensamiento y planeamiento, del país a largo plazo en todas las áreas en las que los gobiernos - en todos los niveles institucionales - actúan: educación y salud; transporte y energía, industria, minería y agro, etcétera. 

El país se pensaba y se proyectaba. 

Esa oficina técnica de orientación fue demolida a partir de la Dictadura Genocida y jamás reconstituida. 

Hace muy poco Juan Sourroiulle, que antes de ser Ministro de Economía se había formado en los '60 en aquella oficina, se lamentaba de no haber recuperado esa herramienta para que la democracia pudiera realmente pensar, proyectar y ejecutar cómo curar, educar y alimentar, que de eso se trata la finalidad de procurar el trabajo de todos, es decir, “el gobernar es crear trabajo productivo”.

Todos los gobiernos hasta 1975 tenían políticas activas para “la producción”, leyes de incentivos fiscales para la inversión, zanahorias que alimentan la vocación del capitalista privado. 

Y además, a pesar de inflaciones altas comparadas con el resto del mundo, las que igual hoy serían un “objetivo”, existían mecanismos de financiamiento a largo plazo que contribuían a la expansión de la inversión. 

Esos tres instrumentos, pensamiento y proyecto; incentivos fiscales y financiamiento, existían y existen en todos, absolutamente todos, los países que crecen.  

Como consecuencia del proceso de desindustrialización provocado durante décadas, más el desincentivo a la inversión, hemos logrado fugar del sistema una gran parte del excedente y no aplicarlo al proceso productivo en el país. La gran paradoja.  

Nuestra capacidad de ahorro no generó inversiones ni empleo ni crecimiento de la productividad y tampoco convocamos, y no atrajimos, las inversiones reproductivas del exterior. 

Sin proyecto de largo plazo, sin materialidad de proyectos, el país no ofrece un menú apetitoso a los que pueden pagarlo. 

Pues bien la política puede reconstruir el liderazgo ético para salir de este desgraciado momento excepcional recreando expectativas. Por ejemplo integrar ya, con la selección de todos los miembros de la Cámara del Pueblo, los diputados, el elenco multidisciplinario profesional para proyectar la Argentina a 10 años. Las prioridades. 

Por ejemplo diseñar leyes para la promoción e incentivo a las inversiones que multipliquen el empleo urbano para aumentar el valor agregado de las exportaciones. Las herramientas.

La materialidad hace ético el liderazgo colectivo. Es posible. Y absolutamente necesario.

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