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Se acabó el sabático: Medio Oriente, siempre vigente

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Atilio Molteni 22 febrero de 2021

Por Atilio Molteni Embajador

Quienes imaginaron, dentro o fuera de Estados Unidos, la posibilidad de acogerse a la noción de un año sabático en Medio Oriente, olvidaron que las grandes potencias no ejercen su papel cuando tienen ganas. No bien Francia, Reino Unido y Alemania le hicieron llegar al Secretario de Estado, Tony Blinken, una propuesta de sincronizar relojes para resucitar y corregir el plan nuclear con Irán (conocido como el PAIC), todos comprendieron que la siesta había acabado y era tiempo de proponer ideas a Teherán y mirar, con la guardia alta, como vienen las cosas.

En adición a ello, el sismógrafo indicó otros acontecimientos, como el ataque con misiles al aeropuerto de Erbil en la zona kurda del norte de Iraq, contra las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos que enfrentan al Emirato Islámico (EI), protagonizado el 15 de febrero por milicias chiitas proiraníes.

A su vez, en Yemen, los hutíes, patrocinados por Irán, iniciaron una ofensiva a pesar del cambio de política de Washington con relación a las acciones de Arabia Saudita en ese país y a un nuevo enfoque de sus relaciones con Rihad. También la nueva administración constató que debe adoptar una nueva política con relación a Siria, país que tiene un gran significado regional, estratégico y humanitario.

La guerra civil comenzó allí hace una década y se debió a la decisión del presidente Bashar al-Assad de terminar con las protestas populares, provocadas por el proceso que con demasiado optimismo se llamó “Primavera Arabe” y por los problemas étnicos, comunales y religiosos que caracterizan a Siria, a un alto costo para su pueblo que sufrió incontables violaciones de los derechos humanos, cuando el régimen lo enfrentó con mano de hierro.

Durante estos diez años no fue posible encontrar una solución diplomática al conflicto, ni tampoco militar, debido a que a la crisis local se suma una importante intervención externa. La política inicial de Estados Unidos y Europa consistió en tratar de que al-Assad dejara el poder y se lo encomendara a un Gobierno de Transición, para lo cual aplicaron sanciones orientadas a aislar a su Gobierno.

Sin embargo, este objetivo fracasó al no lograr modificar las políticas del dictador sirio y a causa de la cooperación que recibió de Irán y de Rusia (desde septiembre de 2015), de modo que el conflicto fue agravándose por la intervención de sus fuerzas y luego de Turquía, y por las acciones de grupos transnacionales terroristas como Hezbolá, Al Qaeda y Emirato Islámico (EI), mientras Estados Unidos e Israel actuaron contra estos últimos.

Las acciones bélicas causaron más de 500.000 víctimas e incontables daños materiales. La población actual de Siria es de 17 millones, de los cuales una tercera parte son desplazados internos, 6 de cada diez de dichas personas están debajo de la línea de pobreza, mientras que 5,5 millones de refugiados se encuentran en varios Estados del Medio Oriente, siendo el grupo más significativo los 3.06 millones que están en Turquía, mientras un millón de refugiados se encuentra en Europa.

No obstante, las fuerzas de al-Assad controlan actualmente dos tercios del territorio, incluyendo las ocho ciudades más importantes mientras el resto está dominado por otros actores. Este despliegue del Gobierno sirio sólo comprende el 15% de sus fronteras. La correspondiente al Líbano está a cargo del Hezbolá, la de Iraq de milicias chiitas iraquíes y el noroeste está ocupado en parte por fuerzas turcas y en parte por milicias kurdas sirias autónomas.

Originalmente, Ankara fue reticente a intervenir en forma directa en Siria, pero con la consolidación de al-Assad y la intervención rusa, en agosto de 2016 el presidente turco Recep Erdogan ordenó distintas ofensivas más allá de la frontera, para crear una zona de seguridad con el objetivo de impedir que se infiltraran en su territorio fuerzas jihadistas o efectivos vinculados con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), al cual considera su gran enemigo interno. Paralelamente trató de impedir el ingreso de más refugiados y la unificación de los cantones kurdos sirios autónomos de Damasco.

En octubre de 2019, una acción militar turca coincidió con el retiro de la mayor parte de las tropas especiales de Estados Unidos que operaban en la región, por decisión de Donald Trump, donde habían contado con el eficiente apoyo de las milicias kurdas, las que desempeñaron un rol muy positivo para combatir a las fuerzas del Estado Islámico (EI) mientras se abstenían de atacar a los sirios.

Asimismo, Turquía está presente en la provincia de Irbil, la única donde existe aún un importante movimiento rebelde jihadista contra al-Assad, especialmente del grupo terrorista Hayat Tahrir al-Sham, ligado a Al-Qaeda. En una maniobra espejo, Rusia y Siria tampoco se quedaron con los brazos cruzados. Acordaron con el Gobierno turco la propuesta de patrullar conjuntamente varios sectores de dicha provincia y dos carreteras de un gran valor estratégico, que legitimó su presencia en la zona, a expensas de crear una situación de extrema peligrosidad por el despliegue contiguo de sus fuerzas, originando reiterados incidentes.

A su vez, Siria, Rusia y Turquía son garantes de las denominadas “Conversaciones de Astana”, que comenzaron hace cuatro años (ya han tenido 15 reuniones), entre el Gobierno de Damasco y algunos sectores de la oposición poco representativos, pero nunca han tenido la relevancia de la denominada plataforma de Ginebra. que fue consecuencia de la resolución 2254 (2015) del Consejo de Seguridad de la ONU, que estableció un plan para lograr un cese del fuego y un proceso de paz, pero que dejó múltiples problemas sin resolver, cuya negociación actualmente está encomendada al enviado de la ONU, el diplomático noruego Geir Petersen.

A pesar del tiempo transcurrido y al cambio de la situación militar en el área, esta resolución constituye el mejor instrumento orientado a asegurar la integridad territorial de Siria, mediante un proceso político que incluye la participación del espectro más amplio de la oposición buscando un cambio de sus bases constitucionales, pero actualmente Rusia, Irán y Turquía son los árbitros de la situación existente, motivo por el que Washington necesita integrar sus acciones con relación a Damasco con el resto de su política regional y multilateral.

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