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Por qué no fue un golpe de Estado lo que pasó en Brasil

Un cambio en la cultura política brasileña que podría terminar favoreciendo a Lula

Por qué no fue un golpe de Estado lo que pasó en Brasil
Ludmila Di Grande 09 enero de 2023

Cientos de seguidores del expresidente Jair Bolsonaro ingresaron el domingo de forma violenta a los edificios de los tres poderes públicos de Brasil reclamando una intervención militar para derrocar al flamante presidente Lula da Silva.

Luego de horas de tensión, la situación fue controlada por las Fuerzas de Seguridad. Pero para ese entonces el Congreso, el Palacio del Planalto y el Supremo Tribunal Federal ya habían sufrido destrozos patrimoniales.

Incluso, los simpatizantes de Bolsonaro robaron la Constitución original del país de 1988 y se llevaron armas de una oficina de seguridad presidencial, según consignó Reuters.

Juntos por el cambio presentó un proyecto para repudiar el intento de golpe  en Brasil

Frente a lo sucedido, Lula designó como interventor del Distrito Federal a Ricardo Cappelli, quien es secretario general del Ministerio de Justicia. Hasta el próximo 31 de enero será el responsable del área de seguridad de la capital brasileña y estará subordinado directamente al presidente.

Asimismo, un juez de la Corte Suprema de Brasil apartó de sus funciones al gobernador de Brasilia, Ibaneis Rocha, por 90 días.

El magistrado Alexandre de Moraes justificó su decisión en que "la escalada violenta" contra las sedes de los tres poderes "sólo podía ocurrir con la anuencia, y hasta la participación efectiva de las autoridades".

Mandatarios y líderes de todo el mundo repudiaron "el intento de golpe de Estado". Sin embargo, distintos politólogos explican por qué referirse al hecho bajo esa categoría no es correcto.

En este sentido, el politólogo Andrés Malamud señaló a El Economista que "fue una incitación al golpe, no un intento ya que no hubo actores estatales directamente involucrados sino una insurrección civil".

Por su parte, el politólogo Miguel De Luca, también en diálogo con este medio, aseguró: "No se trata de un golpe de Estado al estilo tradicional (es decir, con las fuerzas armadas interviniendo en la remoción por la fuerza de un presidente democráticamente electo), pero sí constituye un claro acto no democrático, de desconocimiento de las autoridades legítimas y, por lo tanto, de orientación autoritaria".

No obstante, Malamud afirmó que el factor crucial que permitió la invasión fue la complicidad tácita de la policía estadual, que depende del gobernador bolsonarista de Brasilia.

De hecho, medios locales informaron que se habrían utilizado 150 micros para trasladar a los manifestantes a Brasilia, de los cuales 40 fueron secuestrados.

"Por la gran cantidad de personas involucradas, varios miles, claramente se trata de una movilización organizada", opinó De Luca.

En este contexto, cabe preguntarse si Bolsonaro influyó activamente para que se produjeran dichos sucesos.

"Los instigadores directos al momento no están identificados, pero es claro que los últimos discursos de Jair Bolsonaro alimentaron estos comportamientos", indicó De Luca.

"No sé si Bolsonaro participó en la organización, pero llamándose a sí mismo presidente en su perfil de Twitter y rehusándose a reconocer a Lula habilitó la insurrección", dijo Malamud.

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El paralelismo necesario

Dos años pasaron desde el asalto al Capitolio, en el cual seguidores del ex presidente estadounidense, Donald Trump, irrumpieron violentamente el edificio gubernamental con el objetivo de impedir la ratificación de la victoria electoral de Joe Biden.

En retrospectiva, es posible comparar aquel incidente con la revuelta en Brasil.

"Esta situación de Brasil en 2023 reconoce varios puntos en común con el asalto al Capitolio de Estados Unidos. Una sociedad muy polarizada, un presidente que cuestiona el resultado de la elección (o es reticente a reconocer al vencedor) y la apelación a discursos y gestos de tipo autoritario", indicó De Luca.

"Este hecho está calcado del norteamericano. Hay dos pequeñas diferencias: la primera es que, siendo verano en el hemisferio sur, los edificios estaban vacíos; la segunda es que el papel de las fuerzas armadas y de seguridad brasileñas fue más ambiguo que el de las estadounidenses", agregó Malamud.

Por su parte, el politólogo Julio Burdman señaló: "La diferencia con lo que sucedió en el Capitolio fue que lo que hicieron los manifestantes, que eran menos que en este caso, estaba destinado a impedir un acto institucional, es decir, la formalización de la elección de Joe Biden en el Colegio Electoral".

"De hecho, algunos analistas indican que lo que se buscaba era presionar a los electores para que cambien su voto ejerciendo violencia. Pero en ese momento Biden no era el presidente en ejercicio. En este caso, el ataque fue directamente contra Lula, mientras que en Estados Unidos fue contra el proceso electoral final", explicó.

"Por eso creo que la naturaleza de la protesta fue otra y que el móvil de la manifestación fue el rechazo a las medidas iniciales de Lula, muchas de ellas con impacto económico y desconociendo decisiones de Bolsonaro", agregó el politólogo.

Las similitudes tienen sentido si se tiene en cuenta que previo al ballotage presidencial en Brasil del pasado 30 de octubre, Trump había declarado su apoyo a Bolsonaro y tildado a Lula de "lunático de izquierda radical".

El día después

"El hecho pone de manifiesto la vulnerabilidad de Lula frente a un nuevo tipo de fenómeno que es una oposición radicalizada en las calles. Entonces la manifestación violenta aparece como un nuevo factor de perturbación y una amenaza al gobierno que no formaba parte de la cultura política brasileña de la democracia al menos. Por otro lado, creo que Lula queda fortalecido indirectamente por la partición de la oposición que representa esto", consideró Burdman.

"Ya el resultado de la elección presidencial mostró un Brasil muy dividido. Y con la composición del Congreso ocurre otro tanto: una altísima fragmentación de los bloques parlamentarios. Ahora, además, quedó en evidencia que hay sectores dispuestos a movilizarse activamente", dijo De Luca.

"El futuro de Lula depende de que la derecha democrática se diferencie de la golpista y la condene. Si esto sucede lo sabremos en breve", concluyó Malamud.

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