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Por qué está resurgiendo el sindicalismo en Estados Unidos

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Pablo Maas 31 marzo de 2021

Por Pablo Maas

Luego de varias décadas de declinación, la actividad sindical está resurgiendo en Estados Unidos.

Por un lado, la pandemia del coronavirus dejó en evidencia las condiciones laborales precarias y los bajos salarios de numerosos grupos de trabajadores considerados esenciales durante una crisis de salud pública.

Por otra parte, algunos de los mayores empleadores del país multiplicaron sus ventas y ganancias durante la pandemia, agudizando las inequidades percibidas en la distribución del ingreso, acentuado por factores raciales.

Es el caso de Amazon, el segundo mayor empleador de EE.UU. después de Wal-Mart, que esta semana ha estado en el centro de la escena porque está librando una guerra para evitar que los 6.000 trabajadores (mayoritariamente negros) de uno de sus centros logísticos en el estado sureño de Alabama se organicen sindicalmente.

Amazon ha sido uno de los grandes ganadores de la pandemia, pero su oposición a los sindicatos ha sido constante desde que se fundó hace 27 años. Los resultados de la votación de la planta de Bessemer, que finalizó el pasado lunes, se conocerán recién en varios días.

El enfrentamiento entre la empresa y el sindicato RWDSU (Retail, Wholesale and Department Store Union) tienen toda la apariencia de una lucha entre David y Goliat. Con el agravante de que Goliat pelea en su propio territorio, el sur del país, una región históricamente resistente a los sindicatos y donde ya han fracasado otros intentos de sindicalización reciente en plantas automotrices de Nissan y Volkswgen.

Una victoria sindical en Bessemer dejaría a Amazon vulnerable a más intentos de organización en toda la empresa, lo que según sus ejecutivos atenta contra su modelo de negocios que incluye una extrema flexibilidad en la contratación y despido de sus trabajadores.

Los sindicatos sostienen que Amazon es un empleador que impone ritmos de trabajo agotador, con jornadas de 10 horas y dos descansos de media hora, pero donde los sitios de descanso están a diez minutos caminando. Los trabajadores también deben seguir el ritmo de los robots que proliferan en todos los almacenes. La empresa argumenta que paga salarios iniciales de US$ 15 por hora, el doble del salario mínimo, planes de salud desde el primer día y lugares de trabajo inclusivos y seguros.

En las últimas semanas, Amazon estuvo enviando mensajes de texto y correos electrónicos hasta cinco veces por día a sus empleados, instándolos a votar en contra del sindicato. También los ha convocado a reuniones obligatorias en las que deben escuchar la posición de la empresa, lo que para los sindicalistas es en realidad una forma de presión. Este es el tipo de prácticas que serían ilegalizadas si el Congreso decide sancionar la llamada ley PRO (Protecting the Right to Organize), que ya fue aprobada por la Cámara de Representantes el 9 de marzo, por 225 votos a favor y 206 en contra. Según The New York Times, la ley es la más favorable a los sindicatos que se haya propuesto en generaciones.

Según Vox, un sitio de noticias y opinión, la ley PRO termina con todas las leyes estatales en favor del “derecho a trabajar”, que las mayorías del Partido Republicano han utilizado en los últimos años para debilitar a los sindicatos, un electorado crucial para los demócratas. De hecho, la sindicalización de los trabajadores estadounidenses se ha reducido del 27% en 1979 al 12% en la actualidad. En el sector público, donde la resistencia patronal es más débil, la sindicalización alcanza al 38% (o siete millones) de la fuerza de trabajo, comparado con el 7% (ocho millones de trabajadores) en el sector privado. En los estados o condados donde rigen las leyes del “derecho a trabajar”, los demócratas obtienen resultados electorales que son 3,5 puntos porcentuales peores a los que no los tienen, agrega Vox.

En 2009 y 2010, cuando el Partido Demócrata tuvo amplias mayorías parlamentarias, Barack Obama dejó pasar la oportunidad que tenía de cambiar las leyes laborales. Pero ahora Joe Biden podría cambiar las cosas. En febrero, y en un video que grabó para los trabajadores de Amazon en Alabama, Biden dijo: “Siempre he dicho que Estados Unidos no fue construido por Wall Street. Fue construido por la clase media. Y los sindicatos construyeron las clase media”.

En otra señal de lo que se propone hacer en materia laboral, Biden nombró a Marty Walsh, un exsindicalista que se desempeñaba como alcalde de Boston, como nuevo Secretario de Trabajo. Antes, y a poco de asumir, le había pedido la renuncia a Peter Robb, titular de la Junta Nacional de Relaciones del Trabajo, encargada de defender los derechos laborales de los empleados del sector privado, pero que era muy amigable con los empleadores y considerado un enemigo por los sindicatos. Robb tenía mandato para permanecer hasta noviembre de este año.

Pero todo el apoyo del presidente podría ser inútil si el Senado no aprueba la ley PRO. Esta tiene algunas cláusulas que inquietan a las empresas, como por ejemplo la que autoriza a los sindicatos a realizar “boicots secundarios”, como por ejemplo, pedir a los clientes que boicoteen a un restaurante que compra el pan en una panadería que se está tratando de sindicalizar. Como están las cosas y para ser aprobada, la ley debería poder conquistar una mayoría especial de 60 senadores, lo que parece improbable. Sin embargo, el apoyo a los sindicatos está creciendo en la sociedad estadounidense. Según una encuesta reciente de Gallup, el 65% los aprueba.

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