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Los centros cíclicos, China y el bosque asiático
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Los centros cíclicos, China y el bosque asiático

Si bien China es el árbol que sobresale por magnitud y proyección internacional, existe un bosque integrado por otros países asiáticos

Manuel Gonzalo 27 febrero de 2022

Un rasgo consensual entre académicos y analistas que observan el escenario internacional es el marcado ascenso asiático, con China consolidándose como potencia global durante el Siglo XXI. 

El avance productivo, tecnológico y de los niveles de vida en China son una tendencia innegable, que en muchos casos despierta admiración y en otros recelos ante la decadencia de ciertos valores e instituciones occidentales. 

Dando un paso más, algunos análisis refuerzan la marcada oposición entre Estados Unidos y China en torno a la hegemonía global, lo que cristalizaría en un escenario de “nueva Guerra Fría”.

Raúl Prebisch ha sido pionero en reflexionar sobre transiciones hegemónicas o, en sus palabras, transiciones de “centros cíclicos”. Prebisch advertía ya en la crisis del '30 la consolidación de Estados Unidos de América como centro global y los desafíos que esto generaba en la economía argentina, que continuaba ligada a Inglaterra.

Después de Prebisch, vendrían más desarrollos en esta línea tanto de estructuralistas, dependentistas y autores del hoy llamado sistema mundo. Argentina cumple este año medio siglo de relaciones diplomáticas con China. Visualizar a Asia, y a China, como centro cíclico del capitalismo contemporáneo es un paso central para articular la inserción externa de nuestro país. 

Según datos del Indec, en 2021, las exportaciones de Argentina a China totalizaron US$ 6.299 millones mientras que las importaciones fueron US$ 13.538 millones, arrojando un saldo comercial deficitario para Argentina de US$ 7.239 millones (solo para dimensionar, el déficit comercial argentino con China más que triplicó el déficit con Alemania). Mayormente, se trata de manufacturas de origen industrial y bienes de capital. Por su parte, Argentina importa desde Estados Unidos de América por US$ 5.922 millones y exporta US$ 4.999 millones, teniendo un saldo también deficitario, pero de menos de US$ 1.000 millones. 

Las relaciones de intercambio comercial de Argentina con China reflejan profundas asimetrías estructurales asociadas a las diferentes escalas productivas, demográficas y financieras que dan cuenta del lugar que ocupa cada una de sus economías en el mundo de hoy. 

Por ello, en la reciente visita del presidente Alberto Fernández, con la entrada de la Argentina a la Franja y Ruta de la Seda, se firmaron diferentes acuerdos que buscan compensar el estructural déficit comercial de la Argentina con China a través de Inversión Extranjera Directa (IED). De acuerdo con la Cancillería de Argentina, el acuerdo firmado incluye dos tramos, uno de US$ 14.000 millones para el financiamiento de obras de infraestructura y otro de US$ 9.700 millones orientado mayormente a inversiones manufactureras. 

Esto es sin dudas auspicioso, ya que busca compensar a través de la cuenta capital un marcado déficit comercial. Esta configuración comercial-financiera no es una excepcionalidad argentina. Hoy China es superavitaria en materia comercial con prácticamente todo el resto del mundo. Por ello se busca paliar el déficit comercial a través de la entrada de inversiones. 

Un punto pendiente aún de estudio y discusión es hasta qué punto la cristalización de este tipo de relaciones impacta sobre la capacidad infraestructural de los países de destino. Es prácticamente regla de la cooperación internacional que el país que pone el financiamiento trae sus proveedores y tecnología. Esto deberá ser considerado en el caso argentino. 

Habida cuenta de la difícil situación externa que atraviesa nuestro país, conviene visualizar un aspecto que, por lejanía, desconocimiento y/o por la baja intensidad diplomática que se tiene con otros países asiáticos, no aparece claramente visualizado en la agenda política y mediática local: Asia es mucho más grande y diversa que China. 

Si bien China es el árbol que sobresale por magnitud y proyección internacional, existe un bosque integrado por diversos países asiáticos que han mostrado niveles de crecimiento en su PIB, PIB per cápita, gasto en infraestructura, nuevos consumos, nuevos ricos, desarrollo tecnológico, etcétera. Reconocer el bosque asiático implicará, entre otras cosas, descubrir nuevas fuentes de dólares para la Argentina.

La relevancia de las diferentes regiones asiáticas es plenamente visualizada tanto por Estados Unidos como por las potencias europeas, sea Inglaterra, Francia y/o Alemania, que buscan reforzar sus vínculos con Asia del Sur y el Sudeste Asiático, en lo que hoy se presenta como una estrategia de vinculación orientada al Indo-Pacífico, con el Océano Indico cumpliendo un rol preponderante.

Por su parte, Argentina presenta relaciones comerciales superavitarias con varios países del Indo-Pacífico. En 2021 se exportó a India, Vietnam e Indonesia cerca de US$ 10.000 millones, teniendo un superávit comercial de US$ 2.907 millones con India, de US$ 2.042 millones con Vietnam y de US$ 1.487 con Indonesia. El saldo comercial de estos tres países compensa el déficit anual con China. 

¿Sabemos cuál es la política exterior hacia India, Vietnam e Indonesia? ¿Tenemos en carpeta una serie de proyectos que incentiven la cooperación comercial y científica? Existen áreas del Estado que sí tienen una agenda definida. Sin embargo, es aún muy baja la intensidad con la que aparece esta agenda en los medios y la política local.

Plantear y actuar bajo un escenario de “nueva Guerra Fría” es entendible en analistas estadounidenses, o de la vieja Europa, que ven perder el estatus occidental ganado desde la revolución industrial, por ello visualizan acciones y respuestas geopolíticas y/o militares. Para la política exterior de un país periférico como Argentina, que tiene relaciones comerciales y financieras distribuidas entre Estados Unidos, Europa, Asia y el Mercosur, el escenario de “nueva Guerra Fría” puede cristalizar configuraciones extemporáneas. 

China no ha entrado al capitalismo global, al menos hasta hoy, para romper con sus reglas. Es más, en algunos organismos multilaterales, hoy China se presenta como el garante de la racionalidad y el libre comercio. 

China, por escala, está en posición de jugar al imperialismo del libre comercio. No es casual que el presidente Fernández haya ido a Rusia y China recién después de acordar con el FMI. 

El sur global, países más, países menos, el viejo tercer mundo, tiene una larga tradición ligada al no alineamiento externo. El viejo no-alineamiento hoy se reconfigura de manera positiva en las relaciones internacionales como multialineamiento. Lo practican buena parte de los países que mantienen relaciones tanto con China como con Estados Unidos. 

Así, vislumbrar la transición del centro cíclico global hacia China, el árbol, y Asia, el bosque, permitirá calibrar de mejor forma nuestra periférica inserción externa, evitando tanto replicar paradigmas conceptuales extemporáneos como crear expectativas desmedidas.

En 2021, Argentina exportó a India, Vietnam e Indonesia cerca de US$ 10.000 millones, teniendo un superávit comercial de US$ 2.907 millones con India, de US$ 2.042 millones con Vietnam y de US$ 1.487 con Indonesia. El saldo comercial de estos tres países compensa el déficit anual con China.

Para la política exterior de un país periférico como Argentina, que tiene relaciones comerciales y financieras distribuidas entre Estados Unidos, Europa, Asia y el Mercosur, el escenario de “nueva Guerra Fría” puede cristalizar configuraciones extemporáneas. 

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