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Las aspiraciones de Europa en el nuevo mundo bipolar

Más allá de mostrar un evidente interés por la causa de Biden y su cruzada contra Rusia y China, la Unión Europea (UE) aún desea mantener una postura más independiente en los asuntos internacionales. Enfrentarse abiertamente con los enemigos de EE.UU. no es su Plan A.

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Damián Cichero 26 julio de 2021

Por Damián Cichero (*)

Sin dudas, la Unión Europea es uno de los actores más importantes del sistema internacional. Unico en su especie, el bloque comunitario posee un PIB de US$ 13,9 billones, siendo solo superado por Estados Unidos.

Dos de sus miembros son dos de los países más poderosos del mundo: Alemania, la cuarta economía mundial y Francia, la cual posee armamento nuclear y capacidad de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Justamente son los líderes de estos dos Estados, Angela Merkel y Emmanuel Macron, respectivamente, quienes desean que la UE tenga un mayor protagonismo en el escenario internacional.

Para lograrlo, el bloque europeo se ha relacionado con otros actores de peso, como China y Rusia, guiándose por sus propios intereses. Sin embargo, esto último no cae nada bien en el otro lado del Atlántico, donde se encuentra su aliado histórico por excelencia.

Su amistad con Estados Unidos se consolidó definitivamente tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. El país norteamericano no solo financió la reconstrucción de Europa a través del Plan Marshall, sino que se encargó de frenar el avance del comunismo gracias a la creación de la OTAN.

Durante mucho tiempo esto fue motivo suficiente para mantener unidas a ambas partes pese a algunas diferencias. Sin embargo, el multilateralismo jugó un papel clave para que Bruselas comprendiera que necesitaba expandir sus relaciones para continuar creciendo. Por ello, comenzó a interesarse más por Moscú y Pekín, pese a sus marcadas diferencias sobre la libertad y la democracia.

En el caso del gigante asiático, actualmente es el país más poblado de la Tierra y en los próximos años se convertirá en la máxima potencia económica. La importancia de este actor para la UE radica en que, durante 2020, se convirtió en su principal socio comercial, superando incluso a EE.UU. Según Eurostat, el volumen comercial con China alcanzó los 586.000 millones de euros, contra los 555.000 millones de euros del país norteamericano.

Respecto a Rusia, se ha vuelto trascendental para el bloque europeo debido a su poderío energético. Según cifras oficiales, el 30% del petróleo y el 40% del carbón y gas natural que se consume allí proviene de Rusia.

La relación energética es tan importante que ya casi se encuentra finalizado el gasoducto Nord Stream 2, el cual permitirá enviar 55.000 millones de metros cúbicos de gas ruso por año a Europa.

Para Washington estas cifras representan un gran problema. Enemistado totalmente con Pekín y Moscú, hay poco que pueda hacer para disminuir la interdependencia que existe entre estos autoritarismos y el bloqueo europeo.

En las relaciones Internacionales, el término “interdependencia” fue desarrollado por Robert Keohane y Joseph Nye para analizar las complejas conexiones entre estados. Según estos autores, vivimos en una época en la que los países están notablemente conectados entre sí por el comercio internacional, la tecnología y los medios de comunicación. Esto causa una dependencia mutua, generando que la agenda internacional deba ser negociada constantemente, ya que el poder militar no es suficiente para imponerse sobre los demás.

Así se explica perfectamente el triángulo formado por la Unión, EE.UU. y los “imperios” asiáticos. Aunque el poder militar estadounidense es trascendental para defender Europa, esto no es motivo suficiente para que los europeos rompan sus relaciones con China y Rusia.

El “factor Trump”

Para la Unión Europea, prueba fehaciente de libertad y democracia, no es para nada fácil relacionarse ni con el Partido Comunista de China (PCCh) ni con el “zar” Vladimir Putin. Sin embargo, esta tarea se vio facilitada durante la gestión de Donald Trump.

El líder republicano, a diferencia de la tradición multilateralista norteamericana, optó por llevar a cabo una política exterior unilateral, la cual puso en jaque su alianza con el Viejo Continente.

Una de sus mayores críticas fue la falta de financiación europea en la OTAN (llegó a ordenar el retiro de 12.000 soldados de Alemania para presionar a la UE). Además, hubo fuertes choques comerciales, por lo que decidió imponerles aranceles al acero y aluminio europeo.

Tras los hechos, Merkel dijo que Europa ya no podía “confiar plenamente” en EE.UU., mientras que Macron comenzó a pedir un "mayor papel de la UE en el escenario mundial", algo que su antecesor Charles de Gaulle exigía en los años '60.

El aislacionismo de Trump le permitió a la UE consolidar su relación con China a través del histórico Tratado de Inversiones (CAI, por sus siglas en inglés). Además, también le posibilitó avanzar con el ya mencionado Nord Stream 2.

EE.UU. está de vuelta

Cuando todo hacía prever que Trump sería reelecto apareció la pandemia del coronavirus. Y, tras una mala gestión sanitaria, el magnate republicano fue derrotado en unas reñidas elecciones por el demócrata Joe Biden.

Tras su llegada a la Casa Blanca, Biden comenzó a enviarle mensajes a Europa, destacando la importancia de trabajar juntos para hacer del mundo un lugar mejor. “Estados Unidos está de vuelta (?) listo para liderar al mundo”, expresó.

Para Biden, China y Rusia son sus principales desafíos. Sin embargo, a diferencia de su antecesor, el actual presidente considera que solo a través del multilateralismo es posible detenerlos.

Esta estrategia generó un nuevo dilema para Europa. ¿Deberían mantener su postura independiente o volver a confiar en Washington y revitalizar el eje occidental?

Uno de los primeros asuntos a tener en cuenta es que, militarmente hablando, la UE está muy lejos de las capacidades norteamericanas, chinas o rusas. La salida del Reino Unido, otra potencia nuclear y con poder de veto en la ONU, dejó al bloque aún más desprotegido. En ese sentido, y considerando la última militarización de la frontera ruso-ucraniana por parte de Moscú, una OTAN fuerte es trascendental para Europa.

Por otro lado, Biden ha dejado bien en claro que los derechos humanos es uno de los ejes vitales de su política exterior, un asunto que sin dudas cautiva a la UE y sus políticas de igualdad.

Como era de esperar, el bloque europeo no pudo darle la espalda a la propuesta del líder demócrata. En esta línea, congelaron el CAI con China y les aplicaron a sus funcionarios las sanciones más fuertes en los últimos 30 años por sus abusos contra la minoría uigur en la región de Xinjiang.

Respecto a Rusia, Macron y Merkel le "exigieron el retiro de estos refuerzos para llegar a una desescalada" en Ucrania. Recientemente, la UE prorrogó por otros seis meses las sanciones económicas contra Rusia.

Difícil decisión

Más allá de mostrar un evidente interés por la causa de Biden, la UE aún desea mantener una postura más independiente en los asuntos internacionales. No está 100% convencida de enfrentarse abiertamente con China y Rusia.

Esto último quedó claro en la última cumbre entre el presidente norteamericano y Merkel, la máxima líder europea. A la hora de referirse al gasoducto ruso, Biden aseveró: “Estamos juntos para defender a nuestros aliados contra la agresión rusa (...) y estamos absolutamente unidos en nuestra convicción de que no se debe permitir que Rusia use la energía como arma para coaccionar o amenazar a sus vecinos”.

“Mi punto de vista sobre Nord Stream 2 se conoce desde hace algún tiempo” aunque “los buenos amigos pueden estar en desacuerdo”, agregó.

Recientemente, se anunció un convenio entre EE.UU. y Alemania sobre el gasoducto. Sin dudas, el país europeo fue el gran ganador, ya que desde la Casa Blanca aceptaron no poner más trabas en este asunto, aunque ambos actores decidieron cooperar para evitar que Rusia utilice “la energía como un arma”.

Con esta resolución algo quedó muy claro: la UE ya tiene un peso considerable, lo cual le permite imponer ciertas condiciones y negociar mano a mano con EE.UU. Además, nada ni nadie puede asegurarle que en un par de años Trump o un político con sus ideales ocupe el Despacho Oval. Argumentos más que suficientes para no permanecer bajo la sombra de Washington.

Es difícil pensar que la UE pueda superar a los países ya mencionados. Sin embargo, por diferentes motivos, todos necesitan mantener una buena relación con ella. De esto debe aferrarse para seguir imponiendo algunas de sus condiciones.

(*) Licenciado en Relaciones Internacionales

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