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El lenguaje común entre los países vuelve a ser la guerra

Tras varias décadas de relativa estabilidad en el Sistema Internacional, una guerra convencional estalló en Europa en 2022. Pero la principal preocupación es que, además del conflicto entre Ucrania y Rusia, las tensiones siguen en aumento y nuevas guerras podrían estallar.

El lenguaje común entre los países vuelve a ser la guerra
Damián Cichero 02 octubre de 2023

A lo largo de toda la historia de la humanidad, la forma más común de relacionamiento entre los países o pueblos fue la guerra. Hay decenas de casos para citar, entre los que se destacan la Primera y Segunda Guerra Mundial.

Según el realismo, teoría predominante en las Relaciones Internacionales, esto se debe a que el Sistema Internacional es anárquico, lo que significa que no existe una "policía internacional" que pueda defender a los países en el caso de que corran peligro.

Por ello, los países dependen de ellos mismos para sobrevivir y cualquier incremento de poder de otro actor podría representar una amenaza para la existencia de otros.

Sin embargo, tras el final de la Guerra Fría, Estados Unidos emergió como el único hegemón del sistema, a lo que se sumó que los avances tecnológicos permitieron que la cooperación entre los países vaya significativamente en aumento.

Esto posibilitó ingresar en un tiempo de relativa paz, en el que muchos creyeron que las guerras convencionales ya eran cosa del pasado. De todas formas, como siempre advirtió el realismo, la única forma de erradicar la guerra sería con la construcción de un gobierno mundial, algo técnicamente imposible por la diversidad cultural que hay en el globo.

Los realistas tuvieron razón

Por ello, aunque se intentó alcanzar este objetivo, como por ejemplo con las Naciones Unidas, un gobierno mundial nunca apareció y, tras algunos años de relativa estabilidad, la guerra reapareció con la invasión rusa de Ucrania.

Justamente, desde Moscú, el principal argumento para hacer la guerra fue que la deliberada expansión de la OTAN hacia el este de Europa era una clara amenaza para su existencia y que la posible incorporación de Ucrania a la alianza era una línea roja que no estaba dispuesta a tolerar.

Así, el Kremlin decidió atacar y, según las últimas declaraciones, todo hace indicar que lleva la delantera. 

La mayor prueba de esto sería el desesperado pedido del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien en reiteradas oportunidades dijo que, si Ucrania no recibe más ayuda económica, perderá la guerra.

Hasta el momento, Kiev ha recibido más de US$ 140.000 millones en ayuda humanitaria y militar. Pero, en las últimas semanas, varios países, entre ellos Estados Unidos, no han podido dar señales concretas de que el apoyo continuará.

En el caso de Washington, principal aliado de Kiev, ya ha entregado más de US$ 70.000 millones en ayuda. No obstante, como consecuencia de que los republicanos dominan la Cámara de Representantes, el gobierno de Joe Biden está teniendo problemas en aprobar más envíos de dinero, a lo que se suma que Donald Trump, quien lidera las encuestas presidenciales, no se ha mostrado muy dispuesto a seguir apoyando a Ucrania. 

Desde Kiev saben que, al menos hasta enero de 2025, fecha en la que Biden podría abandonar el poder, recibirán apoyo. Por ello, pese a los retrasos siguen siendo positivos: el ministro de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, dijo que "no sentimos que el apoyo de Estados Unidos haya sido destrozado porque Estados Unidos entiende que lo que está en juego en Ucrania es mucho más grande que sólo Ucrania".

Para el Kremlin, la decisión del Capitolio de aprobar un proyecto de ley de financiación provisional que omitía la ayuda a Ucrania es un revés temporal para Kiev, y pronosticó que la fatiga bélica en Occidente crecería.

Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, consideró que "esto (el revés de Estados Unidos) es un fenómeno temporal. Estados Unidos continuará su participación en este conflicto, de hecho, su participación directa".

"Pero ya hemos dicho repetidamente que, según nuestras previsiones, el cansancio por este conflicto, el cansancio por el patrocinio completamente absurdo del régimen de Kiev, aumentará en varios países, incluido Estados Unidos", agregó. 

En este sentido, algunas noticias parecen confirmar esta tendencia: por ejemplo, Polonia, país que se unió justamente a la OTAN por su temor a un ataque ruso, anunció que ya no enviará armas a Ucrania. Por otra parte, este fin de semana el partido socialdemócrata del exprimer ministro eslovaco, Robert Fico, que se opone a la ayuda militar a Ucrania y es crítico de la OTAN, ganó las elecciones generales. 

La tensión crece en Kosovo

Más allá de la guerra en Ucrania, lo preocupante es que los conflictos bélicos podrían ir en aumento. 

Aunque este lunes Serbia retiró algunas tropas estacionadas cerca de la frontera con Kosovo, la tensión sigue creciendo en la región.

Belgrado había ordenado el despliegue tras un tiroteo en el norte de Kosovo, cuando la policía luchó contra unos 30 serbios armados que se atrincheraron en un monasterio ortodoxo serbio cerca de la aldea de Banjska. En total, tres serbios y un policía murieron. 

El conflicto viene desde principios de 1980, cuando el mariscal Tito murió y Yugoslavia, formada por distintas etnias, religiones y naciones, comenzó a desintegrarse. 

Slobodan Milosevic, presidente de Serbia, buscaba crear una Gran Serbia con todos los serbios esparcidos por Yugoslavia excluyendo a las minorías étnicas, entre ellos croatas y bosniacos que vivían en territorio serbio.

Sin embargo, Eslovenia, Macedonia, Croacia y Bosnia y Herzegovina declararon su independencia a principios de los 90, iniciando las guerras yugoslavas.  

A esto se sumó que, entre 1998 y 1999, miles de albanokosovares huyeron de Kosovo, región que hasta ese entonces era controlada por Yugoslavia. En ese momento, Belgrado decidió atacar la región, y a cambio fue bombardeada por la OTAN. Finalmente, en 2008 Kosovo se proclamó como Estado independiente en 2008, algo que Serbia nunca aceptó.

En total, tras el conflicto del pasado 24 de septiembre, Serbia desplegó hasta 8.350 soldados, aunque ahora los redujo a 4.500. 

Aún así, el temor continúa: el ministro de Asuntos Exteriores kosovar, Donika Gervalla-Schwarz, dijo que "nunca ha habido este tipo de concentración de tropas en los últimos años. El armamento que tienen allí, los tanques, nos da un mal presentimiento porque no sabemos cómo responderá la comunidad internacional".

Además, agregó que no se trataba solo de la concentración de tropas en la frontera, sino también de la retórica de Serbia y sus "métodos", que se asemejan al comportamiento ruso hacia Ucrania, en referencia a cómo se comportó el Kremlin en los meses previos a su invasión. 

En total, hasta más de 50.000 serbios viven en el norte de Kosovo, región en donde la OTAN aún mantiene tropas. 

La crisis continúa en Nagorno-Karabaj

Como si todo esto no fuese suficiente, el pasado 19 de septiembre, Azerbaiyán decidió atacar Nagorno-Karabaj, región que territorialmente le pertenecía, aunque estaba gobernada por separatistas armenios. 

Nagorno-Karabaj, conocida como Artsaj por los armenios, es una región montañosa en el extremo sur de la cordillera de Karabaj, dentro de Azerbaiyán. 

El problema es que, mientras que Azerbaiyán es un país musulmán, los 120.000 habitantes de Nagorno son cristianos armenios. 

Justamente, ante las diferencias religiosas, 100.514 de los 120.000 residentes de la región se exiliaron a Armenia por temor a una limpieza étnica azerí. 

Sin embargo, en Armenia, que en 2020 perdió una guerra con Azerbaiyán de 44 días, temen sufrir un ataque próximamente: Tigran Balayan, enviado de Armenia ante la UE, dijo que "no es sólo la opinión del gobierno armenio, sino también la de muchos expertos ꟷy también algunos de los Estados miembros de la UEꟷ que un ataque a Armenia propiamente dicha es inminente".

Por ello, instó al bloque a sancionar a Azerbaiyán, recomendando medidas como un límite de precios para el petróleo y el gas azerí, y la suspensión de las conversaciones de la UE sobre relaciones más estrechas con Bakú. 

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