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El fenómeno Modi

La esperada victoria de Narendra Modi en las próximas elecciones en la India seguirá alimentando su aura y empeorará la fractura que está profundizando

El fenómeno Modi
Pallavi Aiyar 08 abril de 2024

Una de las citas más importantes de este super año electoral tendrá lugar en abril en la India, el país más poblado del planeta (1.400 millones de habitantes), y se da por hecho que el primer ministro actual, Narendra Modi, logrará su tercer mandato.

Desde que accedió al poder en 2014, Modi ha sabido crear un culto a la personalidad comparable al que se tributa a su archirrival al otro lado del Himalaya, Xi Jinping. Su retrato aparece en las marquesinas de las paradas de autobús y en las vallas publicitarias de todas las ciudades; incluso los certificados de vacunación de la Covid-19 llevan su imagen.

Para muchos es el líder más popular del mundo, aunque sus críticos lo consideren más bien un populista. Según los últimos datos del Global Leader Approval Rating Tracker, elaborado por el organismo estadounidense Morning Consult, que mide el grado de aceptación de los líderes mundiales, Modi obtuvo el porcentaje más alto, un 78 %.

A medida que se aproximan las elecciones en la India, la oposición al Partido Popular Indio (BJP, por sus siglas en inglés) del primer ministro continúa sumida en el caos que la ha caracterizado durante la última década. Los estados del sur de la India siguen resistiéndose al control casi absoluto que ejerce el BJP sobre el norte y el oeste del país. 

Pese a esta oposición regional, Modi se ha convertido en un líder nacional con un estilo presidencial que admite pocas disensiones y, de manera muy consciente, está reconfigurando el país de acuerdo con una visión personal de una nación muy centralizada de hindúes de habla hindi sobre las cenizas de lo que históricamente ha sido un conjunto diverso y polimorfo de lenguas, religiones y etnias.

Modi es una hidra de dos cabezas: una versa sobre el desarrollo económico, la construcción de infraestructuras y de tener un mayor protagonismo en la escena mundial; mientras que la otra se centra sobre todo en la religión y la cultura, y ha lanzado algo parecido a una Reconquista contra los 200 millones de musulmanes que viven en el país.

El cacareo estadístico del desarrollo difunde algunos datos impresionantes, como los 47 000 kilómetros de nuevas autopistas nacionales, los 113 millones de nuevos retretes, construidos en un país azotado por la defecación al aire libre, así como numerosos puertos, aeropuertos y puentes con gran eco mediático. 

Entre estos últimos, destaca el Chenab, el puente ferroviario más alto del mundo —más incluso que la Torre Eiffel de París—, que, situado en el estado septentrional de Jammu y Cachemira, fue inaugurado recientemente por el primer ministro a bombo y platillo.

Por otra parte, la «encarnación reconquistadora» de Modi es tan atávica como tecnológica y moderna es su faceta desarrollista. Según la idea que han fomentado activamente el primer ministro y su partido, la India se presenta cada vez más como una civilización que no solo fue colonizada durante 250 años por los británicos —el tópico que se convirtió en dogma para mi generación—, sino durante 1000.

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Bajo el mandato de Modi, la idea de una India plural se está sustituyendo por la de una India pura

Para Modi, la colonización de la India comenzó con la llegada de los invasores musulmanes al subcontinente en el siglo VIII; e incluiría el período mogol, cuyo fundador procedía de Asia central, aunque durante los más de 300 años de soberanía (1526-1857) esa dinastía se volvió tan india como la cúrcuma, al menos si hacemos caso a los relatos históricos popularizados por nacionalistas indios como Mahatma Gandhi.

Jawaharlal Nehru, el primer mandatario de la India independiente, definió con acierto al país como un «antiguo palimpsesto» en el que se habían inscrito «capas y capas» de historia, sin borrar nunca del todo las anteriores. Sin embargo, bajo el mandato de Modi, la idea de una India plural se está sustituyendo por la de una India pura.

En el relato del BJP, los fundamentos del país residen en una metafísica nativista que no ha diluido los siglos de invasiones —primero islámicas y luego europeas— sufridos por la India. Partidarios de la hindutva, una doctrina que defiende que la India es una civilización única cuyo principal pilar es el hinduismo, pretenden borrar las capas del palimpsesto de Nehru y devolver el país a los llamados principios de la civilización, que son hindúes.

En enero de este año asistimos a una manifestación inequívoca de esta visión cuando el propio Modi, actuando como jefe político y religioso del país, inauguró un templo dedicado al dios hindú Rama en la ciudad septentrional de Ayodhya

El lugar elegido para levantar el templo ha sido testigo de una enconada violencia sectaria en el pasado. Hasta 1992 albergaba una mezquita del siglo xvi, la cual fue arrasada por turbas partidarias de la hindutva que afirmaban estar corrigiendo un error histórico, pues la mezquita había sido construida 400 años antes sobre las ruinas de un templo que supuestamente marcaba el lugar de nacimiento del dios Rama. El suceso provocó una oleada de violencia entre hindúes y musulmanes que dejó más de 2000 muertos, la mayoría de ellos musulmanes.

En la India, la derecha hindú capitalizó el movimiento del templo a Rama durante la década de los noventa para convertirse en la fuerza política dominante que es hoy. De ahí que la inauguración del templo de Ayodhya se considere el comienzo oficioso de la campaña de Modi por el tercer mandato y suponga la culminación de un proceso de reconstrucción al margen de los ideales laicos y plurales de la, al parecer, primera fase de la India posindependencia y que pronto será historia.

Con todo, sería un error tachar a Modi de mero demagogo malvado, como hacen algunos de sus críticos desde la izquierda, porque, aunque buena parte de su popularidad reside en la ideología de la hindutva, la otra cabeza de la hidra también desempeñará un papel importante en las votaciones. 

A Modi lo adoran los herederos de la industria, que ven con buenos ojos sus políticas dirigidas a reducir la burocracia y a facilitar los negocios en el país. 

En paralelo, se ha erigido en paladín de los pobres, al suministrar alimentos y gas para cocinar a precios subvencionados, mediante planes etiquetados como «regalo personal», a los hogares con rentas más bajas. También ha impulsado las tecnologías digitales, permitiendo la prestación directa de servicios sociales y el descenso de la corrupción entre los intermediarios.

El legado definitivo de Modi dependerá de su capacidad para imponer su estrecha definición cultural de la India frente a la versión pluralista que, según muchos analistas occidentales, impidió la inevitable balcanización del país.

En el pasado había defendido que la India podría servir de modelo a la Unión Europea, si esta considerara aprender de un país menos desarrollado. En algunos aspectos, la India moderna puede considerarse una proto-UE: una gran región enormemente diversa fundada sobre una sólida unidad política y económica. 

Como la región europea, en India hay más de 20 lenguas oficiales y ambas comparten el lema «unidad en la diversidad». De hecho, si pensamos en que su propia existencia va contra las normas de la convención política europea según la cual los Estados nación con una sola etnia, lengua y religión son las únicas «unidades políticas naturales», India tenía algo que enseñar a Europa.

La civilización a la que Modi y sus partidarios pretenden «volver» es más una idea moderna, similar a la de un Pakistán hindú, una España sin musulmanes o una Alemania sin judíos, que una situación histórica de pureza cultural.

La previsible tercera victoria de Modi sin duda servirá para amplificar aún más su aura casi divina e intensificará el triunfalismo que caracteriza a sus incondicionales. Sus consecuencias a un plazo más largo, es decir, la enorme fractura que el gobierno de Modi ha profundizado, quedarán de momento opacadas por su triunfo electoral. De cara al futuro, no obstante, quién sabe cómo lo juzgará la historia.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en IE Insights, la publicación de liderazgo de pensamiento de IE University. The Modi Phenomenon | IE Insights 

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