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Brasil-EE.UU.: eje trascendental

La relación entre Estados Unidos y Brasil comienza una etapa diferente. Ambos poseen objetivos comunes y sus políticas exteriores encontrarán uniones y divergencias lógicas, en un contexto de inestabilidad financiera y complejos conflictos que castigan a todo el continente.

La relación entre Estados Unidos y Brasil comienza una etapa diferente
La relación entre Estados Unidos y Brasil comienza una etapa diferente
Manuel Ignacio Carreras 19 enero de 2023

Las relaciones diplomáticas y económicas entre la nación sudamericana y norteamericana conlleva un proceso de décadas, y se fortaleció en tiempos recientes.

Actualmente, con Luiz Inácio Lula da Silva y Joe Biden en las presidencias de ambas naciones, el panorama parece esperanzador desde un punto de vista estratégico. Estados Unidos considera a Brasil como un socio de absoluta trascendencia en el diseño de su política exterior hacia el continente sudamericano.

Desde tiempos lejanos, se pudieron identificar acercamientos significativos de un país al otro: Estados Unidos fue, solamente luego de Argentina, el segundo país en el mundo en reconocer la independencia de la República Federativa de Brasil (independencia declarada en el año 1822, desligándose del imperio portugués) y por su parte, Brasil fue la única nación en el continente sudamericano en enviar tropas para luchar junto al bando aliado tanto en la Primera Guerra Mundial (seis naves de guerra, dos cruceros, cuatro torpederos y un buque auxiliar) como en la Segunda Guerra Mundial (25.000 soldados desplegados bajo el mando de los aliados).

Históricamente, Brasil fue para Estados Unidos un socio estratégico y por momentos fue un competidor directo en materia económica. Durante las presidencias de uno de los presidentes más importantes de la historia del Siglo XX de Brasil, como lo fue Gertúlio Vargas (1930 a 1945 y 1951 a 1954), la proximidad con Washington fue prominente.

El Gobierno brasileño obtuvo generosos créditos estadounidenses para financiar proyectos de construcción como la Compañía Siderúrgica Nacional, acuerdos comerciales y la instalación de centros militares estadounidenses en territorio brasileño.

Durante la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos, existía un gran temor por el efecto dominó de que muchas naciones cayeran bajo la órbita del comunismo. Para los norteamericanos fue una garantía la llegada de la dictadura cívico-militar más extensa del continente (1964 a 1985), permitiendo prácticamente descartar a Brasil como una posible amenaza comunista, beneficiando las relaciones bilaterales entre las naciones. En esa época, Brasil recibió cerca de US$ 950 millones, debido a su participación en el plan económico de la Alianza para el Progreso, establecida durante la presidencia de John F. Kennedy.

Bajo los mandatos de Collor de Mello (1990-1992) y Henrique Cardoso (1995-2002) las relaciones con Estados Unidos fueron estrechas, con una gran colaboración de los gobiernos brasileños en la adecuación de sus políticas económicas a lo dictaminado por el Consenso de Washington.

Dicho consenso, presentado por el economista John Williamson en 1989, consistía en un paquete de reformas compuesto por diez puntos, con el objeto de estabilizar la situación económica de los países del continente con graves crisis financieras. Todo controlado por las instituciones que se encontraban bajo la órbita de Washington, tales como el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos y el Banco Mundial.

Durante los gobiernos de Lula Da Silva (2003-2011) y Dilma Rousseff (2011-2016), el liderazgo de Brasil a nivel regional aumentó debido a una serie de acontecimientos que potenciaron su alejamiento del país del norte. Una de ellas fue la negativa brasileña a la propuesta estadounidense de crear un nuevo organismo regional como lo fue el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), ya que el objetivo de ese momento era fortalecer el Mercosur, la Unasur y la cooperación Sur-Sur con países en pleno desarrollo y, a su vez, rivales de Estados Unidos como China y Rusia, en la creación del bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica).

Ya en las presidencias de Michel Temer (2016-2019) y Jair Bolsonaro (2019-2023), el vínculo entre ambas naciones se profundizó de forma favorable, ya que ninguno de ellos fomentó el crecimiento de los organismos regionales creados bajo las presidencias del Partido de los Trabajadores (Da Silva y Rousseff), el alejamiento de China y sobre todo la apertura en materia energética a los yacimientos petrolíferos de Brasil, abriendo el mercado a las petroleras de Estados Unidos como Chevron y Exxon. Sumado al apoyo del presidente republicano Donald Trump a que Brasil forme parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en el año 2020.

Dos meses después del resultado de los comicios electorales brasileños en 2022, Biden invitó a Lula a la Casa Blanca, además de condenar los recientes sucesos en Brasilia. Por su parte, Lula envió a Washington a un hombre de su absoluta confianza: Jaqués Wagner (fundador del Partido de los Trabajadores, y ex gobernador del estado de Bahía), enviando una clara señal de la relevancia que tiene para la nación sudamericana la relación con Estados Unidos.

La directriz de Brasil es evidente: el eje es el crecimiento económico, la producción (con énfasis en la distribución de la misma) y potenciar el desarrollo de las economías regionales. Todo acompañado de una política asertiva de inserción internacional mediante mecanismos de diálogo y colaboración bilateral y regional, a pesar de contar con un Mercosur fragmentado y debilitado, una Unasur casi inexistente y un Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur) aún joven en su funcionamiento.

El anuncio de la reincorporación de Brasil al bloque regional de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) le otorga al organismo internacional mayor fuerza de negociación frente a las demás naciones, especialmente frente a Estados Unidos. Ya que, los orígenes del nacimiento de la Celac era crear un bloque de naciones americanas sin los Estados Unidos y Canadá, con el fin de poder crear una alternativa a la poderosa Organización de los Estados Americanos (OEA).

Estados Unidos es el segundo socio comercial de Brasil, detrás de China y para Estados Unidos, Brasil se encuentra dentro de los diez países destino de las exportaciones estadounidenses (durante el año 2021, el comercio bilateral entre ambos países fue de un récord de US$ 70.500 millones). A finales de 2022, las principales exportaciones de Brasil hacia Estados Unidos fueron: aviones, helicópteros, hierro semi-acabado, café, arrabio y sulfato de leña química. Mientras que las principales importaciones de Brasil provenientes de los Estados Unidos fueron: petróleo refinado, turbinas de gas, gas petróleo, pesticidas y polímeros de etileno.

La relación entre Estados Unidos y Brasil comienza una etapa diferente, en donde se priorizarán temas de agenda como el cambio climático, inversiones en infraestructura y el desarrollo económico. Ambos poseen objetivos comunes y sus políticas exteriores encontrarán uniones y divergencias lógicas, dentro de un contexto de inestabilidad financiera y complejos conflictos políticos que castigan a todo el continente en su conjunto.

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