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Mercados a la expectativa de lo qué hará la Reserva Federal

La debilidad en la actividad podría disuadir a la Reserva Federal a no optar por una política más restrictiva

Las perspectivas apuntaban a un gradual endurecimiento monetario hacia el segundo semestre.
Las perspectivas apuntaban a un gradual endurecimiento monetario hacia el segundo semestre.
Héctor Rubini 31 mayo de 2022

Las preocupaciones por la inflación en los países desarrollados lejos están de disiparse. Si bien las tasas observadas lejos están de los niveles a los que ya estamos (mal) acostumbrados en nuestro país, nada garantiza que se puedan desacelerar si los bancos centrales no hacen nada. 

Varios países emergentes habían empezado a subir sus tasas de política monetaria desde el año pasado y los más desarrollados empezaron a reaccionar en este año. 

  • El giro hacia el enfriamiento monetario ha sido inevitable. Las perspectivas apuntaban a un gradual endurecimiento monetario hacia el segundo semestre.

Las bajas de precios de varias commodities en abril no compensaron las subas previas, y los niveles continuaron en extremos elevados, con perspectivas de nuevas subas. 

Según las “Pink Sheets” del Banco Mundial, en los primeros cuatro meses del año el índice promedio del precio del barril de petróleo aumentó 42,3%; el gas natural en EE.UU. escaló 75%; el trigo rojo de invierno grano duro, 31,4%; el de grano blando, 105,1%; el aceite de soja 38% y el algodón 29,4%. En el caso de los insumos para fertilizantes, la roca fosfórica creció 41,2%, el difosfato de amonio 28,1%, el superfosfato triple 24,7%, la urea 3,9% y el cloruro de potasio 154,5%. 

No es claro que esas subas se reviertan, ni que se detengan en general. Supóngase que el precio del petróleo WTI aumentara a partir de este mes a razón de 2% mensual hasta fin de año, acumularía una suba de 66,7% (el año pasado fue de 52%), cerrando en diciembre a poco más de U$S 119 por barril. Bajo esa hipótesis conservadora el grano de soja cerraría 2022 con una suba de 52,4%, la harina de soja 47,1%, el aceite de soja, 61,7%. 

En el caso de los insumos para fertilizantes, si el promedio móvil de las subas mensuales entre mayo de 2021 a abril de 2022 se redujera a la mitad desde mayo hasta fin de año, las subas acumuladas de precios en 2022 serían de 75,9% para la roca fosfórica, 59,5% para el difosfato de amonio, 55,3% para el superfosfato triple, 29,5% para la urea y 217,0% para el cloruro de potasio.

Probablemente se requieran demasiados “planetas alineados” para que se desacelere la inflación en los precios de las materias primas, el costo de la producción de insumos de producción y el precio de bienes de consumo perecederos y no perecederos. 

Si se suma información de varios otros indicadores, el mensaje de las minutas de la Reserva Federal que se conocieron la semana pasada fue claro para los mercados. Salvo un milagro, girará hacia un sesgo más restrictivo.

También sería el caso del Banco Central de Canadá. 

No es muy claro, mientras tanto, qué hará el Banco Central Europeo en la reunión del próximo 9 de junio. En el caso del Banco de Japón, por el contrario, se espera que siga con su compromiso de inyectar liquidez para sostener la actividad. Algo que en principio empieza a generar mayores temores por una estanflación, frente a la desaceleración del crecimiento de sus principales socios comerciales (China y EE. UU.) 

Este temor en cierta forma también sobrevuela Wall Street. No son pocos los informes que sostienen que algunos indicadores de debilidad en la actividad podrían disuadir a la Reserva Federal a no optar por una política restrictiva cuyo efecto predominante sea la desaceleración de la actividad y el aumento del desempleo, y no la desaceleración de la inflación. 

Ya el pasado miércoles el Banco de la Reserva Federal de Atlanta redujo para este trimestre su pronóstico de crecimiento interanual del PIB de EE.UU. de 2,4% a 1,8%. Varios bancos de inversión entienden que si dicha cifra se confirma, o quizás sea aun más baja, al menos la segunda suba de tasas esperada para julio probablemente se postergue hasta la reunión de septiembre de la Reserva Federal.

  • Mientras tanto, la demanda de bonos del Tesoro aumentó y el jueves pasado, la tasa de los títulos a 10 años cayó a 2,71%, la más baja del último mes y medio, pero difícilmente se mantenga esa demanda si se acelera la inflación.

La sobrerreacción positiva de los mercados accionarios y otros activos del año pasado respondió en buena medida a la generosa emisión monetaria para revertir el impacto económico destructivo de la pandemia y las cuarentenas. 

Las subas de precios mayoristas año pasado sugerían un seguro impacto inflacionario sobre los precios al consumidor para este año. Esto tornaba inevitable una reversión del expansionismo hacia el segundo semestre. 

En el primer trimestre se combinaron dos fuerzas sucesivas que forzaron a un acortamiento abrupto de esos horizontes temporales: 

  • La suba de precios de materias primas por la invasión rusa a Ucrania.
  • Las restricciones a la movilidad en China por el rebrote de Covid-19 implica más costos por demoras e interrupciones en las cadenas de suministro de partes, repuestos y bienes durables terminados. 

La incertidumbre sobre la continuidad o agravamiento del conflicto en Ucrania y sobre el Covid-19 en China y el levantamiento definitivo o no de las cuarentenas en ese país, igualmente sigue irresuelta. Los más optimistas creen que los picos de inflación de este año ya quedaron atrás. Los datos de mayo y junio quizás sean demasiado preliminares para darse cuenta si esto es así. 

Descontada una suba de tasas para junio, probablemente habrá que esperar qué decisión se tome en la reunión de julio y qué mensaje a los mercados transmita la Fed en agosto en la convención anual de Jackson Hole. 

Probablemente recién entonces quedará más en claro qué pesará más en la conducción de la Reserva Federal, si el miedo a la recesión, o el miedo a la aceleración inflacionaria, o a cierta forma de estanflación. 

Lo que sí es claro es que todo estará sujeto a dos variables no económicas todavía de futuro incierto, como es el del eventual retorno del Covid-19 y quizás otras pandemias, y el de los conflictos geopolíticos que bien pueden agravarse, tanto en Europa como en Asia u otras regiones del mundo

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