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Datos y desafíos de la campaña de vacunación europea

El otoño y la variante Delta, más contagiosa y más peligrosa, podrían regresar a Europa a sus días más difíciles.

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Paolo Rizzo 08 septiembre de 2021

Por Paolo Rizzo

A fines de agosto, la Unión Europea anunció que el 70% de su población adulta había recibido su esquema completo de vacunación. Es decir que, por ese entonces, los 27 países del bloque habían vacunado de forma completa 256 millones de adultos. La UE pudo cumplir así, de antemano, la promesa de vacunar el 70% de la población adulta antes del final del verano boreal.

Considerando que en mayo la Agencia Europea de Medicamentos aprobó el uso de vacunas en jóvenes entre 12 y 18 años, el porcentaje de población totalmente vacunada en la UE es entonces el 59%. Se trata de un buen resultado que coloca los 27 países por encima de Estados Unidos (52%) pero atrás de Reino Unido (63%), Israel (63%) y también de Chile (72%) y Uruguay (73%). Argentina, mientras tanto, está en el 35%.

La media de la UE, sin embargo, esconde las grandes diferencias entre los 27 países. En general, la grieta europea corre de este a oeste. Malta (80%), Portugal (76%) y España (73%) son los países más adelantados en la campaña de vacunación. Bulgaria (16%), Romania (27%) y Croacia (40%) los que más se quedaron atrás. Otros países del este europeo tienen un porcentaje de población completamente vacunada inferior al 50% (Estonia, Polonia, Eslovenia, Letonia, Eslovaquia). Mientras tanto los grandes países tienen vacunado poco más del 60% de su población: Italia (62%), Francia (61%), Alemania (60%). ¿Cómo explicar estas diferencias?

Merece la pena notar que, al contrario que en América Latina, los estados europeos no tuvieron que contratar directamente con las casas farmacéuticas. Las negociaciones han sido llevadas a cabo por la Unión Europea. Es decir que la UE ha comprado las vacunas y las ha repartido a cada estado miembro proporcionalmente al tamaño de la población. La diferencia entre el porcentaje de vacunados no se puede explicar entonces con la falta de acceso a las vacunas. Tampoco podría explicarse solamente con los problemas logísticos. Sobre todos ocho meses después de la primera entrega de vacunas.

Bulgaria, el país que tiene el menor porcentaje de vacunados en toda Europa, tiene acceso a las cuatros vacunas aprobadas por la Agencia Europea de Medicamentos, pero no logra vacunar a sus ciudadanos. En agosto tuvo que donar a otros países una parte de sus vacunas que estaban a punto de vencer porque los ciudadanos búlgaros no les tenían confianza y no querían ser inoculados. Es una situación paradojal: con 2,7 fallecidos por cada 1.000 habitantes, Bulgaria es el tercer país de la UE por mortalidad, pero sus ciudadanos no quieren vacunarse.

Otros países europeos se enfrentan al mismo reto: convencer a los antivacunas. Se explican, así, las distintas medidas qua han sido aprobadas. Primero, la mayoría de los países ha declarado obligatoria la vacunación para el personal de la salud y de la educación. Luego, Francia ha sido el primer país en introducir el pase sanitario. Desde agosto, sus ciudadanos tienen que demostrar estar vacunados, haber superado el Covid-19 o haber dado negativo a la prueba Covid-19 para poder tener un mínimo de vida social. Sea ir al museo, teatro, cine, restaurante, bar o al centro comercial. Luego, muchos países han replicado el ejemplo francés.

La coordinación entre las medidas sanitarias y la introducción del pase sanitario ha llevado beneficios evidentes. Desde hace algunos meses, es bastante fácil viajar entre los 27 países. Los pasajeros solo necesitan el pase sanitario emitido por cualquier país del UE y la recopilación de un formulario de control sanitario. Los ciudadanos europeos han podido así vivir un verano casi normal con viajes hacia las playas del Mediterráneo o las capitales europeas.

Sin embargo, nadie sabe si estos últimos meses han representado el comienzo de un retorno a la normalidad o si solo han sido un paréntesis. El otoño y la variante Delta, más contagiosa y más peligrosa, podrían regresar a Europa a sus días más difíciles, con contagios en aumento y fronteras cerradas.

Solamente unos días atrás, la UE borró a Israel y Estados Unidos de la lista de países seguros y recomienda a los países europeos que consideren los dos como destinos no seguros. Pero se trata de una recomendación ya que cada país sigue su propia política migratoria. Croacia, por ejemplo, tiene sus fronteras abiertas y también por eso el arquero Dibu Martínez ha viajado hacia allá para entrar a Europa después de los partidos con la Selección Argentina. Mientras tanto cualquier ciudadano de la UE que quiera ir a Reino Unido, y viceversa, debe presentar su pase sanitario además de una prueba de Covid-19 efectuada antes de partir y debe someterse a otra al llegar.

En pocas palabras, el mundo ha vuelto lentamente a poner limitaciones y complicaciones entre las fronteras de países que han tenido (mediamente) campañas vacunadoras exitosas. De ahí nace la duda. Si Europa no recomienda viajes hacia Israel o Estados Unidos que tienen un buen porcentaje de vacunados, algún país europeo podría cerrar sus fronteras a otro país europeo con aún menos vacunados. También podría no recomendar viajes a un país como Croacia que tiene fronteras abiertas con todo el mundo. Se llegaría así a una suspensión de la libertad de circulación de personas: un pilar de Europa y de su economía.

En el intento de evitar este escenario y de limitar el riesgo sanitario, los gobiernos europeos apuntan ahora a vacunar al 90% de la población. Es un objetivo ambicioso que se lograría en dos pasos. Primero, extendiendo el uso del pase sanitario a otras actividades. Segundo, tomando decisiones drásticas si fuera necesario. Es llamativa la rueda de prensa de la semana pasada del premier italiano Mario Draghi. Le preguntaron si pensaba introducir la obligatoriedad de la vacunación y el permiso a inocular la tercera dosis. Su respuesta fue muy clara “Sí. A entrambe le domande”. Es decir, sí a las dos preguntas.

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