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Schiavone: "La IA expande la capacidad del ser humano, pero no la reemplaza"

En el marco de un nuevo aniversario de la fundación de la UCA (7 de marzo de 1958), El Economista dialogó en exclusiva con Miguel Ángel Schiavone, rector de la UCA.

La UCA nació en 1958.
La UCA nació en 1958.
Damián Cichero 08 marzo de 2024

No es ninguna novedad que la educación universitaria en Argentina posee un gran nivel y prueba de ello es que la Universidad de Buenos Aires se encuentra entre las mejores 100 instituciones del mundo, ocupando el puesto 95 a nivel global.

Sin embargo, poco a poco, las universidades privadas se han ido ganando su prestigio en el país y, hoy en día, pueden competir en varias áreas con las públicas.

Un gran ejemplo de esto es el de la Universidad Católica Argentina (UCA) que, según el QS Latin America University Rankings 2024, se encuentra entre las cuatro primeras universidades de Argentina y en el puesto 35 en lo que respecta a todas las de América Latina. 

Además, es la primera universidad privada en la Argentina y se encuentra entre las 10 primeras de América Latina.

Pero, más allá de la educación superior, la UCA también se destaca por su Observatorio de la Deuda Social Argentina, el cual, desde hace años, se encarga de medir los niveles de pobreza que hay en el país y en enero reveló que la cifra ha superado el 57 %.

Por ello, ante la evidente importancia de la institución, y en un nuevo aniversario de su fundación (7 de marzo de 1958), El Economista dialogó en exclusiva con Miguel Ángel Schiavone, rector de la UCA.

  • En sus 66 años de historia, ¿qué cree que le ha aportado la UCA a la educación superior en Argentina? 

La UCA nació en 1958, en una época en la que había una puja entre la educación pública y la privada. De hecho, estaban los que pedían que la educación fuese únicamente pública, lo que obligaba a los estudiantes que venían a la UCA a revalidar su título en la universidad pública.

Finalmente, a partir de lo que se llamó la Ley Domingorena, se permitió la educación superior privada y se convalidaron los títulos universitarios.

Desde aquel momento a la fecha, la UCA le aportó a la educación superior, en primera instancia, el hecho de pensar en graduados con perfiles humanistas.

La UCA nunca fue una institución formadora de recursos humanos de elite. Muy por el contrario, promovemos la integración de los grupos sociales. Nosotros buscamos tener un volumen grande de alumnos con el objeto de formarlos en valores e impactar en la sociedad.

Muchas instituciones forman graduados para que sean CEOs de las empresas y para nutrirlos de saberes. Nosotros queremos que estén nutridos de saberes y de valores, ya que la suma de estos dos es igual a sabiduría.

Buscamos un graduado universitario con sabiduría que impacte en su trabajo profesional, pero que también lo haga en la sociedad. Por ello, una de las características de la universidad es la carga horaria de materias humanísticas.

A lo largo de todos estos años, la UCA ha formado graduados que se han insertado en el ámbito público y en el privado, y que han trascendido, como es el caso de la reina Máxima, de los Países Bajos, así como CEOs de empresas y funcionarios de cargos públicos. Y casi todos ellos valoran la formación humanística que han adquirido aquí. 

Una universidad puede ser "grande" por su capacidad edilicia, por su capacidad tecnológica o por el prestigio de sus profesores. En todos estos aspectos, la UCA se destaca.

Pero también puede serlo por sus graduados, ya que esta es la carta de presentación más importante de la universidad. Y creo que eso es lo que la UCA le agregó a la educación: sumarles valor a los saberes.

La UCA también ha hecho un importante aporte en la formación pedagógica, ya que tiene su propia carrera docente, algo que casi ninguna universidad privada posee. 

Y nosotros preparamos a los docentes para que sean grandes profesores, además de grandes profesionales. 

  • ¿Cómo cree que impactará la inteligencia artificial en la educación a nivel superior? 

Hay cuatro jinetes del Apocalipsis. Dos de ellos son las pestes y las guerras, las cuales pueden aparecer de repente, como sucedió con la pandemia del coronavirus o el conflicto en Ucrania. Pero, así como aparecen, en algún momento, el ser humano logra controlarlas. 

Hay otros dos jinetes un poco distintos: uno de ellos es el cambio demográfico y otro, el cambio climático. 

El primero, en donde se ve un envejecimiento poblacional y un cambio de valores en la sociedad, es lento a diferencias de las guerras y las pandemias, aunque este no puede ser controlado. Lo mismo sucede con el deterioro ecológico, algo que el hombre no ha logrado controlar.

Estos, para mí, son los cuatro jinetes del Apocalipsis. Pero ahora se agregó un quinto: la inteligencia artificial.

Algunos dicen que esta es equivalente a lo que fue el descubrimiento del fuego en la historia del hombre, ya que es algo disruptivo que cambió abruptamente la vida de los seres humanos. 

Pero la gran pregunta es si la IA es buena o mala, y creo que esto depende de cómo y quién la use. 

En el fondo, es simplemente tecnología, es decir, un 'producto-proceso-método' que expande la capacidad del hombre, pero que no la remplaza. La IA no remplaza al ser humano.

En este sentido, en la educación debemos ver a la IA como una herramienta más: como un día apareció el Power Point, hoy apareció la IA. 

Habrá que ver qué magnitud se le da en la educación, ya que no es todo IA, pero tampoco podemos negar su presencia. Hay que saber dosificarla. 

La IA está cargada de datos e información, pero no de valores: te puede dar la información para crear una bomba, pero no te dice si eso está bien o no. Por eso, es fundamental el docente, para que marque qué es lo que está bien y qué es lo que está mal.

Por otro lado, la IA tiene mucha información, mucha de la cual no es cierta. Por lo que la experiencia del docente es indispensable para orientar a los alumnos sobre cómo utilizarla.

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  • En un momento en el que país atraviesa una importante crisis económica y social, ¿a qué desafíos se enfrenta la UCA y qué puede ofrecer al respecto? 

Una crisis es la caída de un modelo sin encontrar una alternativa o modelo superador. Entonces, uno se encuentra en un modelo antiguo con resultados negativos y hay que transitar hacia un futuro incierto.

Las cifras de pobreza es una estimación, pero, punto más o punto menos, es muy alta. Recuerdo, en otras oportunidades, que a la UCA la criticaban por una diferencia de 1 %. 

Pero que haya 38 o 40 % de pobres no cambia nada, ya que cualquier tipo de cifra tan alta es vergonzosa.

Tenemos que entender que el tejido social es igual a los tejidos biológicos: la sociedad es igual a un organismo. 

El corazón, por ejemplo, no puede estar tranquilo si el pulmón está enfermo. Y, en la medida en que haya personas con problemas, ese dolor y sufrimiento humano se traslada al resto de la sociedad a través de enfermedades, violencia, etcétera. La sociedad no puede estar ajena al sufrimiento del otro. 

Una universidad también tiene la obligación de alertar a la sociedad sobre sus problemas y tratar de brindar o aportar ideas y soluciones.

Yo siempre le digo a Agustín Salvia, director del Observatorio Social, que, en la medida en la que el gobierno de turno lo critique y la oposición lo alabe, quiere decir que se están haciendo las cosas bien.

Increíblemente, Javier Milei tuvo una actitud diferente a la de los gobiernos anteriores: lejos de criticar a la UCA, como sus predecesores, dijo que la cifra debería haber dado más alta y culpó a los gobiernos anteriores por la situación. 

Pero el problema es que Argentina nunca tiene en claro hacia qué dirección va. No hay ideas definidas ni se mantienen en el tiempo. Faltan modelos que seguir.

Eso, en parte, es la consecuencia de la ausencia de líderes. Por eso, en estas situaciones de crisis, la universidad debería aportar el diagnóstico, ideas para resolver el problema y líderes para guiar el cambio.

  • ¿Qué opina sobre el encuentro entre el papa Francisco y Javier Milei? El Sumo Pontífice parece haber dado un contundente mensaje al "perdonar" al mandatario tras sus polémicas declaraciones. 

Francisco es una persona muy estratégica, como todo jesuita. En su encuentro con Milei, lo primero que observamos es una gran capacidad de perdón: la máxima expresión de la Iglesia católica, pese a las barbaridades que se dijeron en su contra, demuestra que hay que saber perdonar.

Él se muestra como el padre que perdona. Como alguien que, pese a estar por encima de uno, te puede perdonar. Eso es estratégico y, desde mi punto de vista, no quiere decir que está abalando las políticas económicas de este gobierno. Pero sí le está diciendo que lo puede aconsejar sobre cómo hacer mejor las cosas.

Milei es un presidente que sabe mucho de economía, pero una cosa es la economía de "tiza y pizarrón", y otra cosa es aplicada a una sociedad, en donde hay seres humanos que pueden sufrir mucho. Allí es donde Francisco puede hacerle importantes aportes. 

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