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El siga siga de Fernández

Ninguno de los cambios rumoreados ocurrió. Ni probablemente ocurran en un plazo cercano.

Alberto Fernández parece (querer) decir "aquí no ha pasado nada"
Alberto Fernández parece (querer) decir "aquí no ha pasado nada" Archivo
Augusto Milano 20 abril de 2022

Durante varias semanas se escucharon abundantes versiones sobre inminente cambios en el Gobierno

Las había de todo tipo. La más habitual daba por seguro el desplazamiento de Martín Guzmán para satisfacer al kirchnerismo y el de Eduardo De Pedro para compensar. 

Como los cambios se demoraban, emergió una nueva “certeza”: se harían después de la Semana Santa.  

Nada de eso ocurrió. Ni probablemente vaya a ocurrir en un plazo cercano. 

Alberto Fernández tiene decidido que si el Frente de Todos se rompe no será por su culpa. Está claro que prefiere que siga la tensión en la coalición oficialista a una división formal a la que considera lapidaria para su gestión.  

Tampoco parecen muy claros los incentivos del kirchnerismo para generar una fractura sobre todo porque no tiene una estrategia para ofrecer una alternativa para 2023. Y tampoco parece que le interesa tenerla porque considera que las chances electorales del oficialismo en las próximas presidenciales son remotas.   

Luego del quiebre en los bloques oficialistas en el Congreso al votarse el acuerdo con el FMI, se suponía que la situación de conflicto abierto en el FdT no podría sostenerse porque afectaría la marcha de la economía. 

Las alternativas que se analizaban eran varias, una ruptura explícita, gestos del Presidente afirmando su poder frente a Cristina o, en el otro extremo, algún acuerdo de convivencia política entre ellos. 

Sin embargo, todo sigue igual, de la misma manera que antes de la aprobación del acuerdo con el FMI. Seguirán coexistiendo los distintos sectores del FdT sin que pueda pensarse en una reconciliación que los lleve a diseñar una estrategia política común. 

Y así como no habrá novedades en materia de cambios de funcionarios, tampoco las habrá en el terreno económico, que es en el que más se plantearon las diferencias, porque en otros, como lo demuestra el tratamiento de la cuestión del Consejo de la Magistratura, no se observan diferencias.

El Gobierno no está diseñando un plan antiinflacionario sino que se inclina por medidas para compensar las consecuencias de las subas de precios, en particular de los alimentos, sobre los sectores de menores ingresos. En este momento puede aprovechar una mejor situación fiscal originada en la mayor recaudación por retenciones por la suba de los precios internacionales para financiar esas iniciativas. Pero si no se modera la tasa de inflación deberá recurrir a ellas una y otra vez porque los ingresos reales volverán a rezagarse. 

Un dato positivo para la economía local que alienta la esperanza de recuperar apoyo en la sociedad es que las condiciones externas son muy favorables y eso siempre es determinante para Argentina. Por otra parte, el acuerdo con el FMI, junto a la mayor liquidación de los exportadores, descomprime el mercado cambiario.  Y es un dato político relevante porque las corridas cambiarias generan una sensación de descontrol que desmorona la imagen de los gobiernos.   

Este parece ser el guión del Gobierno en los próximos meses sin que se prevean modificaciones sustanciales en su estrategia. Fernández considera posible una mejora de los indicadores  que lo coloque en condiciones competitivas en 2023 cuando busque su reelección. 

El desafío bonaerense

Cualquier estrategia electoral del oficialismo empieza por la provincia de Buenos Aires porque allí está el núcleo del apoyo al kirchnerismo.  

Como ocurre cada cuatro años, vuelve a hablarse de un adelantamiento de las elecciones provinciales.  Para concretarse hace falta una condición legal porque debería modificarse una ley, lo que no sería difícil de lograr. 

Pero en el terreno político, la decisión es más compleja.  El interés para el oficialismo para desdoblar de las elecciones surgiría a partir de que Axel Kicillof, que también buscará su reelección, tenga una intención de voto muy superior a la de Fernández y, por lo tanto, le convenga separar sus destinos, pero en este momento ninguna encuesta muestra ese escenario y los niveles de apoyo al Presidente y al gobernador son similares. 

Otro tema que desalienta el desdoblamiento es que si se tratara de elecciones provinciales Kicillof no podría compartir la boleta con Cristina en el que caso de que la vicepresidenta decida volver a competir por una banca en el Senado. La vicepresidenta, a pesar de su declinación política, conserva un fuerte arraigo en el conurbano donde se aplica, como en ningún otro lugar, la máxima de que “sin Cristina no se puede, solo con Cristina no alcanza”. Su eventual presencia arrastraría  al resto de la boleta.   

Finalmente, está el “factor Milei”. Al oficialismo le convendría que las elecciones nacionales coincidan con las provinciales porque, en ese caso, la candidatura presidencial de Milei le aportaría votos a su candidato a gobernador y eso afectaría principalmente a Juntos por el Cambio. Y teniendo en cuenta que en la provincia no hay balotaje, la presencia libertaria sería de mucha ayuda para el kirchnerismo restándole votos a su rival directo.   

  • Un kirchnerismo sin candidato ni expectativa en la elección presidencial y concentrado en algunas provincias, empezando por la de Buenos Aires, asoma hoy como el escenario más probable.        

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