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El milagro de ser competitivo

Todavía falta mucha agua correr debajo del puente, pero el peronismo ha logrado, al igual que en 2019, proponer una fórmula competitiva.

Wado de Pedro, un kirchnerista tranquilo
Wado de Pedro, un kirchnerista tranquilo El Economista
23 junio de 2023

Por Sebastián Giménez Trabajador social y escritor

Gestión, fracaso, desgaste, derrota electoral. Tal parece ser el camino que transcurren los últimos gobiernos argentinos y el de Alberto Fernández por supuesto no es una excepción. 

Su principal capital político fue probablemente la gestión de la pandemia y quedó allá lejos, asemejándose a la presa majestuosa que había atrapado un experimentado pescador en El viejo y el mar, la emblemática novela de Ernest Hemingway. 

En el regreso a la orilla con el pez majestuoso amarrado al bote, el pescador no pudo impedir que fuera devorado por los tiburones quedando solo la espina de su esqueleto, que permaneció ahí amarrada a la embarcación y para observación curiosa de los circunstantes. El principal capital político se lo devoró probablemente la fiesta de Olivos y la economía. 

Ahora bien, sobre las posibilidades de Alberto Fernández ya no había casi dudas sobre lo esqueléticas de las mismas. ¿Y las del peronismo?

¿Se puede ser competitivo con casi 8% de inflación mensual? De Frente de Todos a Todos por la Patria. 

Y la fórmula que se lanza: Wado de Pedro - Juan Manzur. Y uno abre los ojos y no deja de sorprenderse. Un kirchnerista tranquilo encabezando la fórmula, nadie pondrá en duda jamás su filiación en el proyecto, ministro del Interior de diálogo habitual con la vicepresidenta, referente de La Cámpora pero sin embargo nunca un exabrupto en sus expresiones. Un hijo de la generación esquilmada por el terrorismo de Estado, apoyando a los organismos de derechos humanos desde siempre pero sin expresiones exacerbadas. Un culto a la moderación, por lo menos en su faz pública. Un ministro del Interior que dialoga con todos, y en particular con los gobernadores. 

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Y el interior del país encarnado en la figura del tucumano como candidato a vicepresidente para darle alcance, eventual gobernabilidad y contenido federal a la fórmula, además de un componente tradicionalista o folclórico del norte. La simbiosis que a veces parece imposible entre renovación y tradicionalismo conviviendo en la misma mesa. El pullover escote en V, el traje y el poncho de lana. La Juventud Peronista y los caudillos federales. Casi que Cámpora y Solano Lima otra vez, pero con volumen propio. Entre pañuelos verdes y celestes (o más o menos) se levanta la fórmula. 

Wado de Pedro, Manzur lanzan las rotativas y, al margen de los estudios de encuestas que no tardarán en aparecer, el peronismo es competitivo. ¿Y por qué se asevera eso? La fórmula tiene, además de ese intento de alquimia entre lo diverso, otros aspectos más a considerar: no se vislumbra continuidad albertista, desligándose de un Gobierno desgastado y que fracasó en dominar el león bravío de la economía. 

Se observa una continuidad kirchnerista en quien encabeza la fórmula pero no en una postura intransigente. De Pedro no es el Cuervo Larroque. Kirchnerismo pero tranquilo, cristinismo dialoguista si vale la amalgama entre esas dos palabras. Reúne también la fórmula la posibilidad de interpelar al electorado moderado, el que suele definir las elecciones. Volver a convocar a los que se habían arrimado con Alberto Fernández y Sergio Massa. 

En ese sentido, probablemente con mayores posibilidades de interpelación que una oposición que aparece radicalizada sobre todo en el contexto de los sucesos ocurridos en Jujuy. Horacio Rodríguez Larreta, el ala moderada o de las palomas de Juntos por el Cambio, se vio casi obligado a pronunciarse a favor de la postura beligerante, represiva del gobernador Gerardo Morales en la semana en que se pareció demasiado a Patricia Bullrich, más pertinaz o consecuente esta última con sus ideas respecto a las limitaciones o represión de piquetes y manifestaciones. 

La radicalización de la oposición hizo fracasar la convocatoria de Horacio Rodríguez Larreta a Juan Schiaretti, mientras el peronismo se alía con una figura que pisa fuerte en el interior. En una interna más radicalizada en el principal espacio opositor, las chances de Bullrich aumentan en esa disputa por la base propia electoral, siendo la radicalización casi una reacción temerosa de que los disconformes se vean atraídos, siguiendo el término que acuñara en un libro Pablo Stefanoni, por la "rebeldía de derecha" de Javier Milei. Empujándose, a los codazos por ver quién es más de derecha o halcón. ¿Habrá posibilidad de viraje o amplitud hacia el centro?

Y se da entonces, en una situación que la hacía parecer imposible, la propuesta de una fórmula competitiva de parte del peronismo. En el tembladeral económico, sin dólares en el BCRA, con una economía atravesando los costos tremendos de la sequía y el megaendeudamiento que se reperfila eternamente, en medio de esas aguas torrentosas y arenas movedizas emerge una posibilidad. Una posibilidad de ganar y también de perder, como toda contienda pero probablemente con más chances de las que hace poco se preveían. Una oposición tirada hacia la derecha y un peronismo que ocupa curiosamente, y en el peor de los momentos económicos, la izquierda (diluida, edulcorada) y el centro de la escena. 

Todavía falta mucha agua correr debajo del puente pero el peronismo ha logrado, al igual que en aquella jugada maestra del 2019, proponer una fórmula competitiva. Lo definirá como siempre, y como debe ser, el soberano. Pero lo importante es competir, como reza una máxima deportiva y podemos también llevar a la política democrática.

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