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Postura frente el conflicto Rusia-Ucrania

Argentina: tradición pacifista, entre valores e intereses

Ante fenómenos como este, países como el nuestro se encuentran con un escenario complejo. Cuando los grandes se pelean, hay mucho en juego.

Santiago Cafiero ante la ONU
Santiago Cafiero ante la ONU -
03 marzo de 2022

Por Pilar Martínez Otero, María Sofía Meijide Hoffmann y Francisco Oyuela (*)

El jueves 24 de febrero por la madrugada, Rusia avanzó sobre territorio ucraniano, con el argumento de ofrecer protección a los territorios de Donetsk y Lugansk (territorios que la misma federación reconoció como independientes recientemente) tras acusar un genocidio perpetrado por el Gobierno de Ucrania. Lo cierto es que, además de todas las implicancias internacionales que supone el conflicto y cómo ha conmocionado al mundo, este tipo de fenómenos suele colocar a países como Argentina en una situación compleja.

Cuando se habla de la política exterior argentina, se suele hablar de pacifismo y neutralismo, elementos que, exceptuando la Guerra de Malvinas y la aproximación al conflicto del Golfo en los '90, son el estandarte de nuestra Cancillería desde hace casi 100 años. Nuestro país vela por el principio de solución pacífica de controversias, cooperación y diálogo por sobre las acciones armadas, y refuta la intervención y violación de la integridad territorial (argumento sobre el que se apoya nuestro reclamo por las Malvinas).

A lo largo de la historia, aferrarnos a los principios internacionales nos posicionó de manera muy positiva y nos dios un Premio Nobel de la Paz: Carlos Saavedra Lamas en 1936. Para la política exterior argentina, las palabras de Luis María Drago mantienen su vigencia: “Aún a pesar de los gobiernos, aún a pesar de las clases dirigentes, todas las tendencias de la humanidad se inclinan a la paz”.

Ahora bien, en los últimos días, el conflicto entre Rusia y Ucrania está en boca de todo el mundo, incluso de nuestra clase política. Lo que nos llevó a preguntarnos ¿Qué postura internacional tomará Argentina en este contexto? ¿Seguiremos levantando la bandera de la paz?

En un principio, Argentina no tomaba una posición clara en relación a la crisis ucraniana. Quizás por conveniencia, o quizás por necesidad. Tanto el acuerdo con el FMI como la reciente visita de Alberto Fernández a Vladimir Putin inquietaron a muchos. La abstención en una votación en la OEA en relación al conflicto demostró la ambigüedad. No obstante, el respeto por los principios de derecho internacional no parecen estar en duda. A partir del comunicado de la Cancillería del pasado 24, Argentina pone las cartas del idealismo sobre la mesa y pide a Rusia cesar las acciones militares en Ucrania.

A esto sumamos la postura nacional en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el cual preside, donde “condena la invasión a Ucrania”. Y también su posición y voto positivo ante la Asamblea General del mismo organismo, en donde reconoce que ninguna adquisición territorial puede ser reconocida por medio de la amenaza o el uso de la fuerza.

De ese modo, se reafirma el compromiso argentino de desestimar el uso ilegítimo de la fuerza armada, fomentar la convivencia pacífica y buscar el pleno apego a todos los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. En definitiva, se toma una posición más firme en relación al conflicto, en favor de la paz.

Ante fenómenos como este, países como el nuestro se encuentran con un escenario complejo. Cuando los grandes se pelean, hay mucho en juego. Tomar posición, como a veces no hacerlo, tiene efectos directos sobre nuestros intereses, acuerdos económicos, asociaciones estratégicas, y hasta desarrollos futuros. Así es el sistema internacional, con poco margen de maniobra una decisión incorrecta puede comprometer el futuro.

Sin embargo, la inestabilidad externa no debe arrastrar al país. A su vez, tampoco es cuestión de verse inmersos en una neutralidad vacía. La neutralidad no siempre es una posición, mientras que la paz sí.  Es por esto que si es que Argentina aún conserva un margen de autonomía en el escenario internacional, debería usar sus cartas con astucia. Aunque, tomar las riendas de la corriente pacifista supone altos costos en el mundo actual, es algo que está en condiciones de hacer.

Al tomar un camino, sea pacifista o neutralista, se dejan de lado algunas ganancias netas. Optar por alguna de estas (depende sea el caso) supone inteligencia y requiere encontrar el fino equilibrio entre valores e intereses. ¿Podremos hacerlo?

El punto final está en definir si el pacifismo es parte de una imagen y de la marca de nuestro país. Tener un país institucionalizado como mediador en el mundo, precursor de una posición, puede generar un gran estatus a nivel internacional. El reconocimiento entre los países suele ser algo que no se valora cuando se tiene, pero se nota cuando no está.

Para lograr este objetivo, la clave está en la constancia. Debe ser una pieza concreta de nuestra política en todo sentido, coherente con nuestras acciones. Solo así se puede configurar la imagen, sin olvidar que esto es algo que lleva años de práctica, respondiendo ante toda tentación de la misma manera.

(*)  Licenciados en Relaciones Internacionales por la UCA e investigadores Jr. del Centro de Estudios Internacionales de la UCA
 

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